Existen líneas que nos separan a los seres humanos, quisiéramos que no existieran y ahí están. Los techos de cristal existen, en algunos casos son más sutiles y en otros son tan evidentes que resultaría imposible no notarlos. El tema del techo de cristal es la metáfora que hemos utilizado para designar ese tope que para la realización plena de la mujer en cualquier ámbito de la vida. Es el elefante en la sala que se quiere esquivar. Es preciso borrar esas líneas, tirar esos muros y zanjar esas brechas. Se puede, pero hay que abordar el tema en serio. En Islandia lo están logrando.

Insisto en la relevancia de tomar el tema en serio, ya que es un asunto serio al que se le impone una especie de vaho similar al del cambio climático. Todo el mundo dice estar comprometido con la igualdad de género. Muchas salimos a marchar el ocho de marzo, nos invisibilizamos el nueve y luego, las cosas vuelven al lugar desajustado en el que se encontraban. Necesitamos más acciones que respalden las intenciones. Islandia es un gran ejemplo de ese logro.

Con gran esfuerzo y experiencia probada en el fomento de la igualdad de género, Islandia ha tomado el toro por los cuernos y ha hecho tareas comprobables para cerrar la brecha salarial. Ponen manos a la obra a todos los niveles de la sociedad. Su legislatura parlamentaria cuenta con el mayor porcentaje de mujeres miembros con alrededor del cuarenta y cinco por ciento. Pero lo más maravilloso es que ellas no están solas, van acompañadas.  El seis por ciento de los hombres islandeses son activistas de la campaña HeForShe. Caminan juntos y eso es hacer las cosas en serio y de ello deviene una realidad distinta.

HeForShe es un movimiento de la Organización de Naciones Unidas creado en pro de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Se trata de una iniciativa global para involucrar a todas las personas en la eliminación de las barreras sociales y culturales que impiden alcanzar nuestro mayor potencial, hombres incluidos, por supuesto. Se trata de borrar las líneas que nos separan, no de acentuarlas.

Ése es el logro de la igualdad de género. El que requiere un enfoque incluyente, que reconoce el papel fundamental de los hombres y de los niños como partícipes para lograr los derechos de las mujeres, y con necesidades propias en la formulación de ese equilibrio. La igualdad de género es un problema que nos concierne a todas las personas, pero al mismo tiempo es un beneficio para hombres y mujeres por igual.

Para romper esos techos de cristal, todos somos convocados. Cada uno, desde nuestras trincheras hemos de participar. Se trata de comprometer a tomadores de decisiones clave en diversos sectores amplios. Se incluyen a los gobiernos en todos sus niveles, a grandes corporativos, a universidades e instituciones educativas, a proyectos de emprendimiento femenino y a buscar apoyos alrededor del mundo para unirse en la resolución de la desigualdad de género.

Cada grupo de impacto debe hacer compromisos comunes para hacer frente a los retos fundamentales de cada sector y así acelerar el progreso a favor de la igualdad de género. Pero no se trata de una lista de buenos deseos o una carta petitoria para que se haga el favor de cumplir. Eso no funciona. Se trata de que estos compromisos sean comprobables, medibles y alcanzables. De otra manera, las palabras se las lleva el viento.

Todos los días, las mujeres en este planeta aportamos talento, dedicación, conocimiento, creatividad, inteligencia. Lo triste es que mucha de ella queda en la oscuridad. Peor, muchas de las grandes ideas y soluciones que fueron pergeñadas desde los bastiones femeninos, fueron adjudicadas a un hombre y sigue sucediendo. Pasa en este país y pasa en el mundo.

Aunque el sector femenino representa la mitad de la población, solamente el cuarenta y tres por ciento de las mujeres mexicanas participamos en el mercado laboral, en comparación con casi el ochenta por ciento de los hombres, y sólo un poco más del veinticinco por ciento de los puestos directivos en México son ocupados por mujeres, de acuerdo con ONU Mujeres México.

Y, claro, cada ocho de marzo debemos recordar que es sumamente importante acelerar el ritmo del cambio. Hay que promover en forma activa la independencia económica femenina, que sea el fruto de un mayor acceso a educación de calidad y mejores condiciones para el desarrollo de una carrera profesional, igualdad de sueldos: apoyo y comprensión de unos a otros. Esto permitirá un mayor empoderamiento.

Se trata de unir, no de separar. Lo lograremos si somos capaces de conformar equipos de colaboradores que trabajen juntos de manera voluntaria y abierta para crear espacios de diálogo, expresión y acción para quienes comparten características similares y sus aliados. Se trata de que hombres y mujeres trabajemos hombro a hombro para quitar este enorme elefante en la sala que nos está estorbando.

Son esfuerzos que no se dan de un día para otro. Hay que capacitar, educar y entrenar. Hay que forjar comunidades de aprendizaje en los que se fomente la inclusión y el desarrollo, profesional y personal, así como un involucramiento activo. Tampoco se trata de esperar pacientemente a que el cambio brote, pero si lo queremos acelerar, hemos de hacerlo desde el convencimiento, enseñando.

Desde luego, romper el techo de cristal significa darle importancia a los espacios de liderazgo y toma de decisiones a las mujeres, pero no como una cuota sino come el reconocimiento de las capacidades y habilidades de una persona que sabe bien cómo se deben hacer las cosas.

Es de suma importancia entender que el liderazgo femenino debe ser inclusivo y no se vea como una estrategia secundaria y que los altos directivos estén convencidos al respecto para que los programas funcionen. La diversidad y la inclusión son las herramientas para romper el techo de cristal. Además, resulta más conveniente en cualquier ámbito empresarial, ejecutivo, de emprendimiento, de gobierno, profesional o personal.

Se trata de entender que la perspectiva femenina incorpora una visión que amplía el espectro que sólo es masculino. Eso nos ayuda a ser más eficientes, a tomar en cuenta aquello que se puede pasar por alto que nos ayuda a ser mejores profesionales, mejores personas, mejores sociedades. Sabremos que lo hemos logrado cuando veamos que ninguna niña se quedó sin realizar su sueño.

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