Por José Luis Vargas, vicepresidente ejecutivo de Provenir para Latinoamérica

Constantemente escuchamos sobre la importancia de la inclusión financiera, un proceso que ha adquirido un valioso lugar en los programas de desarrollo en Latinoamérica y, en ocasiones, se ha convertido en un indicador de los avances económicos y sociales de los países.

A pesar de lo relevante que es para millones de personas formar parte del sistema financiero, la bancarización va más allá de tener una cuenta bancaria, e-wallet o hacer uso de canales de pago. El verdadero impacto radica en la inclusión crediticia, no solo para las personas, sino también para las pequeñas y medianas empresas (pymes), que obtienen acceso al financiamiento, permitiéndoles disponer de mayores recursos e incluso multiplicar su capital. Es este elemento el que actúa como la puerta hacia oportunidades de desarrollo, emprendimiento y crecimiento personal y empresarial.

En Latinoamérica aún tenemos un largo camino por recorrer en este tema. De acuerdo con el estudio publicado por MasterCard en 2023, 4 de cada 10 encuestados no tienen una tarjeta de crédito y sólo el 31% han accedido a un préstamo o línea de crédito. Este escenario plantea un desafío significativo, especialmente para ciertos grupos poblacionales que encuentran mayores barreras al intentar acceder a soluciones de financiamiento.

Una de las mayores dificultades que enfrentan las personas que buscan acceder a estos servicios radica en la falta de historial crediticio, especialmente aquellas que nunca antes habían contado con productos financieros formales. La ausencia de datos tradicionales dificulta a las instituciones financieras evaluar el riesgo y tomar decisiones informadas sobre la concesión de préstamos.

Esta situación deja a millones excluidos del sistema tradicional, limitando sus oportunidades de crecimiento y desarrollo. El estudio también reveló que el 42% de los latinoamericanos no tienen acceso a medios de financiamiento, y el 55% de las personas que solicitaron un préstamo o una tarjeta de crédito fueron rechazados por la banca.

Consideremos, por ejemplo, el caso de las nuevas generaciones: jóvenes que, tras concluir sus estudios, se encuentran frente a un panorama desalentador con escasas oportunidades laborales; aquellos que desean continuar sus estudios para especializarse, o incluso, que buscan iniciar un emprendimiento o negocio como parte integral de su proyecto de vida.

Aunque sean caminos distintos, el punto en común es la falta de financiamiento, que se convierte en su principal obstáculo para cumplir sus sueños. La limitada experiencia dentro del sistema financiero formal, la ausencia de ingresos recurrentes y el escaso o nulo historial crediticio, como un aspecto valioso al evaluar el comportamiento económico de las personas, les impiden acceder a opciones de préstamo que podrían potenciar sus proyectos y contribuir a su desarrollo personal o laboral.

Situación similar ocurre con las pequeñas y medianas empresas, que buscan expandir sus negocios, diversificar su oferta o ingresar a nuevos mercados. Sin embargo, estos procesos requieren inversiones, en ocasiones inalcanzables, a las que se ven limitadas debido a la falta de requisitos o historial crediticio necesario para que la banca tradicional las considere como posibles clientes.

Esto, sin duda, ha sido una limitación no solo para el crecimiento mismo de las pymes, sino también para el desarrollo económico de la región. Según el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), las pymes emplean a más de la mitad de la población latinoamericana y representan el 90% de las empresas existentes. No obstante, las pymes obtienen menos del 20% de su financiamiento de los bancos, mientras que el 95% de las empresas, encuestadas por el BID en 2023, afirmaron que las fintech reaccionan con mayor rapidez para proporcionar los recursos financieros.

Aunque el historial crediticio pueda representar el mayor obstáculo para el acceso al financiamiento, las personas y empresas no permanecen inactivas. Participan activamente en la economía, compran y venden productos y servicios en línea, realizan transacciones a través de diversos canales de pago, tributan y pagan servicios públicos, entre otras actividades cotidianas. Toda esta información también da luz sobre comportamientos y perfiles descartados por las estrategias de riesgo tradicionales, y ya está siendo utilizada como datos alternativos dentro de los análisis en instituciones financieras de todo el mundo.

Son estos datos alternativos los que permitirán la evolución de la inclusión financiera hacia la inclusión crediticia. En la actualidad, con el auge de la inteligencia artificial y el análisis de datos, las instituciones pueden ampliar su conocimiento sobre los clientes. Utilizando esta información, es posible mejorar sus estrategias de riesgo y comenzar a incorporar a las personas en su base de clientes con mayor confianza, precisión y beneficios mutuos.

La combinación de tecnología, datos alternativos y el sector financiero ha ido aumentando exponencialmente. Las fintech han identificado en estos elementos una excelente oportunidad para llegar a personas excluidas del sistema convencional, ofreciendo productos más accesibles y adaptados a las necesidades de cada cliente.

Ahora, para lograr una inclusión crediticia amplia y efectiva en Latinoamérica, es esencial llevarla a un nuevo nivel y fusionar lo mejor de ambos mundos: la innovación y la atracción de las fintech con la experiencia y el capital de la banca tradicional.

De esta manera, y aprovechando las capacidades que nos brinda un mundo cada vez más digitalizado, la industria en general no solo puede mejorar sus estrategias de riesgo haciéndolas más precisas, sino que también les permitirá, sin comprometer la confianza en el pago, abrir sus puertas a nuevos mercados, personas y empresas.

Aunque estos potenciales clientes sean nuevos dentro del sistema financiero, representan una valiosa oportunidad para ampliar su base de clientes, impactar positivamente en el financiamiento de diversos sectores y, por supuesto, promover la inclusión crediticia como un elemento indispensable en el proceso de bancarización.

 

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