En los últimos 10 años, las organizaciones han invertido de forma significativa en la implementación de programas de cumplimiento y prevención de fraude, así como en el fortalecimiento de sus códigos de ética; sin embargo, pese a este enorme esfuerzo, hoy en día el fraude, la corrupción y los delitos cibernéticos continúan afectando el bienestar de los negocios.

De acuerdo con el estudio Una triple amenaza en las Américas. 2022 KPMG Fraud Outlook, 71% de las personas encuestadas afirman que su empresa ha sufrido algún tipo de fraude en los últimos 12 meses. Asimismo, reportan una pérdida combinada promedio por este mismo delito, temas de incumplimiento y multas de aproximadamente 1% de sus ganancias. Además, 20% informa haber sufrido daños en su reputación y 32% enfrentó investigaciones de cumplimiento.

Por su parte, la Asociación de Investigadores de Fraude Certificados (ACFE, por sus siglas en inglés) señala en el Report to the Nations de 2022 que los esquemas de fraude más comúnmente experimentados por las compañías son la apropiación indebida de activos (86%), la corrupción (50%) y el fraude a estados financieros (9%). Del mismo modo, señala que 62% de los fraudes identificados fueron perpetrados por niveles gerenciales o ejecutivos.

Teniendo estos datos como contexto, no sorprende que la discusión en torno a cómo promover la ética e integridad, y su efecto en la prevención y detección de fraude, represente una enorme preocupación para muchas empresas. Por lo tanto, se abre la siguiente interrogante: ¿qué pueden hacer las organizaciones para fomentar la ética y la integridad hacia el interior de sus operaciones?

Liderazgo ético

La inclusión de líderes que promuevan el apego a los valores de la compañía, que lideren la alineación con los códigos de ética y las políticas con su propio ejemplo, y que generen un entorno de trabajo positivo donde la toma de decisiones éticas sea reconocida, será un elemento clave en la estrategia.  

En este sentido, el liderazgo tiene efectos determinantes en los grupos de trabajo. Por ejemplo, existen casos en los que unidades de negocio enteras se han desarticulado por fraudes que inician con el líder del área, cuyas conductas poco a poco permean en el grupo hasta hacer que prácticas como el uso de los recursos de la empresa con fines personales o corromper o alterar los libros y estados financieros se conviertan en una norma aceptada por todas las personas involucradas.

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Fortalecer los procesos de reclutamiento

Es importante contar con mecanismos que permitan no solo conocer la experiencia a nivel técnico de candidatos y candidatas, sino verificar su trayectoria laboral, referencias e historial educativo, así como identificar conductas que puedan tener un potencial negativo a nivel de clima laboral, tales como consumo de drogas, afinidad con grupos criminales, antecedentes laborales cuestionables, entre otras. 

Promover la capacitación y concientización en materia de fraude

Muchas compañías omiten este crucial paso en su estrategia para fomentar la ética y la integridad; no obstante, es un elemento esencial, ya que el personal en todos los niveles y áreas necesita comprender amenazas comunes como el fraude, la corrupción, los delitos cibernéticos, entre otras, así como conocer las banderas rojas y los patrones o conductas que pueden denotar que un ilícito de este tipo está ocurriendo. 

Por tanto, se requiere partir de capacitaciones con un enfoque general y después tener aproximaciones más específicas relacionadas con las áreas de trabajo, de tal forma que las personas puedan identificar y, de ser necesario, reportar actos confirmados o sospechas relativas a fraude, o bien, el momento en que un supervisor o líder les instruye para llevar a cabo tareas que se desvían de los valores de la organización.

Implementar mecanismos de denuncia confiables, independientes y que permitan al talento reportar conductas indebidas

Los mecanismos de denuncia o líneas éticas son por excelencia las herramientas más eficaces para la detección de fraude, corrupción y conductas no éticas. De acuerdo con el estudio anteriormente mencionado, Report to the Nations, 42% de los fraudes son detectados por las líneas éticas, mientras que solo 16% es identificado por auditoría interna y 12% por la revisión de la gerencia.

Cabe mencionar que es vital que la línea ética sea manejada por una entidad independiente a la compañía, a fin de generar una mayor confianza en el personal. Asimismo, es indispensable que el mecanismo elegido permita preservar la confidencialidad de los denunciantes y dar un mensaje claro de que la empresa toma muy seriamente las denuncias recibidas, asegurando que estas son investigadas de manera objetiva y justa. Adicionalmente, en la medida de lo posible, es recomendable permitir al interesado conocer el estatus de su denuncia e interactuar con el equipo investigador para proveer evidencias o resolver preguntas.

En conclusión, los desafíos no terminan: el entorno actual de negocios supone grandes amenazas para las organizaciones en materia de fraude, cumplimiento y ciberseguridad. Fomentar una cultura de ética y de integridad es, pues, una tarea indispensable que tiene un efecto directo en la prevención de fraudes. Además, la detección temprana de estas actividades y de eventos de corrupción y cibercriminalidad no solo puede ahorrar dinero a las compañías, sino evitar daños reputacionales y regulatorios importantes.

Contacto:

Dalia Sierra, socia de Forensic y Asesoría en Cumplimiento Anticorrupción de KPMG México

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México

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