Por Víctor Hugo Arteaga*

Cuando comienzan las vacaciones de Semana Santa los reportes sobre crímenes atroces en el país son cada día mas graves, más impactantes, tanto en las cifras oficiales, como en las noticias que se ven en los medios de comunicación.

La humanidad se encuentra en una escalada de violencia criminal, donde cada día los asesinatos, los asesinos, las muestras de violencia de la delincuencia organizada, se vuelven más impactantes.

En México en los últimos días hemos sido testigos de crímenes horribles, con sicarios tirando cuerpos descuartizados en Cazones (Veracruz), transportistas tableados en Guerrero por no avisar sobre la llegada de autoridades a los grupos criminales.

Una pequeña de siete años baleada y muerta, mientras permanecía en el asiento trasero del carro de su padre, quien fue ultimado a balazos por un par de tipos que bajaron de una motocicleta y sin importarles nada, los ultimaron a tiros.

En Sinaloa 39 personas fueron levantadas en un operativo que con logística milimétrica, sin que las autoridades pudieran hacer nada al respecto, ante el sorpresivo ataque de los perpetradores.

Ver la degradación que México vive nos hace reflexionar sobre el futuro que espera a nuestros hijos y nos preguntamos si habrá esperanza de que esta descomposición pare en algún momento.

En medio de todo esto, llega la Semana Santa, la segunda conmemoración más importante para el mundo cristiano y evangélico, sólo detrás del nacimiento del único hombre que ha podido transformar en un antes y un después al mundo.

Otro asesinato ocurrido por un “pueblo sabio” y cuyas autoridades no pudieron evitar a pesar de que nunca hubo pruebas que, realmente, condenaran a Jesucristo, ni con las leyes judías, y mucho menos romanas.

Realmente el mundo hace 2024 años no era tan diferente al que se vive en estos momentos. Ha pasado ese tiempo y realmente el mundo parece no haber aprendido la lección de amor que Cristo Jesús vino a entregarle a la humanidad.

¿Cuál era esa misión? Salvar al mundo de la degradación y el pecado en el que se había sumido, sin que en apariencia, hubiera un camino para que se salvase y recobrara el rumbo.

Hoy, más de dos mil años después la respuesta a la barbarie y la ilógica manera en cómo los seres humanos se desarrollan y conviven en sociedad, parece no haber avanzado mucho.

Los pueblos siguen en guerra, los hermanos se atacan unos a otros, la sangre por nuevas conquistas sigue corriendo y el corazón de muchos hombres se ha convertido en piedra, una roca que golpea y mata a miles de millones, no sólo en el mundo, sino en este México.

Sólo Dios puede detener el futuro aberrante que se empieza a fraguarse en un presente desolador, donde los hombres se reúnen para hacer las guerra, en lugar de atender a niños que mueren, a ancianos que están desprotegidos y a mujeres que son atacadas cada día sin que se puedan parar esos ataques.

En medio de la incertidumbre, del horror de las guerras, del crimen persiguiendo no sólo a sus iguales, sino a hombres, mujeres y niños, que nada tienen qué ver con ellos, se eleva la figura del Gran Hombre que vino a este mundo con un mensaje de Paz y Amor como nunca nadie lo ha logrado.

En Jesús hay esperanza para el mundo! En Jesucristo la guerra contra el mal está ganada! En el Hijo del Hombre la esperanza renace y el poder de cambiar al mundo en su etapa final se vuelve cada día más fuerte.

En Jesús hay salvación, dicen las escrituras cristianas, no todo está perdido y desde el Cielo todavía el Cristo que murió en una cruz de madera pelea por las almas de la humanidad, incluyendo, por más increíble que parezca, las almas de cada asesino sobre la faz de la tierra.

Cristo Jesús no quiere que ninguna alma se pierda en el tramo final de la humanidad y con inefable amor se presenta ante cada uno de nosotros, pidiendo, rogando, suplicando, que seamos un fiel reflejo de ese amor, para ganar con amor la batalla que parece haberse perdido.

Para Dios no hay imposibles. El mundo parece haberlo olvidado, pero quienes conocen a Jesús, saben que Él tiene el poder para transformar el corazón de hombre más desalmado, del criminal más buscado y del asesino más buscado.

En pocos días recordaremos como un hombre, hijo de un carpintero de israelita, nació y creció, tomó el papel para el que había venido al mundo y decidió tomar todos los crímenes y pecados y equivocaciones de nosotros, para morir en una cruz, luego de ser juzgado por un tribunal civil y condenado a muerte sin prueba alguna que lo condenara.

México necesita más amor. Cada uno de los 32 estados de este país necesita más amor. Las autoridades que nos gobiernan necesitan más amor por sus gobernados. Los jueces que juzgan necesitan más amor. Los Congresistas necesitan más amor al diseñar nuevas leyes para el beneficio de sus representados.

Todos en este México necesitamos más amor, un amor sincero, un amor desinteresado que nos lleve a cambiar nuestras vidas y así poder impactar en las vidas de los demás, hasta alcanzar que cada una de las personas a las que afectamos se pregunten si están haciendo, si estamos haciendo lo necesario para salvar a nuestro país.

México necesita más amor en una época que prepara el final de un mundo en conflicto, donde la batalla entre el bien y el mal se libra en el campo de la mente de las personas.

Más amor es la clave, para que este país comience un proceso de reconstrucción, de pacificación, de unidad, y como dijo otro cordero político, que fue al matadero hace 30 años, este país, que tiene hambre y sed de justicia, pueda perdonarse y encaminarse a ser la potencia que siempre ha soñado ser.

Contacto:

*Víctor Hugo Arteaga es ganador del Premio Nacional de Periodismo 2016 por el reportaje de investigación Las Empresas Fantasma de Javier Duarte, el exgobernador que se encuentra preso gracias a ese trabajo.

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