Reuters.- Unas semanas después de que el distrito escolar de San Francisco pasó el año pasado a la enseñanza a distancia con la esperanza de detener la propagación del coronavirus, Kate Sullivan Morgan se dio cuenta de que su hijo de 11 años apenas comía y se pasaba los días en la cama mirando al techo.

La madre formó un grupo con otras tres familias para que los alumnos pudieran conectarse juntos a sus clases online. Eso ayudó, pero su hijo mayor seguía retraído y mostraba poco interés por sus pasatiempos, como tocar el piano y dibujar. Luego, su hijo menor, que entonces tenía 8 años, empezó a caer en picada.

“Gritaba y lloraba varias veces por hora en el Zoom”, dijo. “Todo eso le daba mucho miedo y no iba con su personalidad”. Sullivan recortó su jornada de trabajo como abogada especializada en regulación sanitaria para poder estar al lado de sus hijos.

En diciembre, con las escuelas de San Francisco todavía cerradas, la familia hizo las maletas y se trasladó a más de 2,700 kilómetros, a Austin, en Texas, para que los niños pudieran asistir a la escuela. “Los niños son resistentes, pero hay un punto límite”, dijo Sullivan Morgan.

Con el cierre de las escuelas de todo el país en medio de la pandemia de Covid-19, las consecuencias para la salud mental de los estudiantes se han puesto de manifiesto.

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En febrero, Reuters realizó una encuesta a distritos escolares de todo el país para evaluar el impacto en la salud mental del cierre total o parcial de las escuelas. Los distritos, grandes y pequeños, rurales y urbanos, atienden a más de 2.2 millones de estudiantes en todo Estados Unidos.

De los 74 distritos que respondieron, el 74% informó de múltiples indicadores de aumento del estrés mental entre los estudiantes. Más de la mitad informaron de un aumento de las derivaciones y el asesoramiento en materia de salud mental.

Casi el 90% de los distritos que respondieron citaron tasas más altas de absentismo o desconexión, métricas comúnmente usadas para medir la salud emocional de los estudiantes. Más de la mitad mencionó que la falta de educación presencial era uno de los motivos de estas señales de advertencia de problemas.

Las tensiones no afectaron sólo a los estudiantes: El 57% de los distritos que respondieron informaron de un aumento de profesores y personal de apoyo que buscó ayuda.

Los cierres de escuelas han afectado a los distritos de todos los estados. En la primavera de 2020, todas las escuelas públicas de Estados Unidos cerraron, al menos temporalmente, para ayudar a frenar la propagación del Covid-19. En febrero, el 57% de los estudiantes asistían a escuelas públicas que estaban total o parcialmente cerradas, según Burbio, un servicio que vigila las aperturas de colegios.

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Algunos consejos escolares, líderes sindicales de profesores y padres siguen abogando por el cierre total o parcial de las escuelas para proteger la salud de los niños o evitar la propagación en la comunidad. Sin embargo, las investigaciones realizadas en el último año han demostrado que las escuelas públicas que siguen las pautas de distanciamiento social suelen experimentar bajas tasas de propagación del Covid-19.

“Aunque se producen brotes en los entornos escolares, múltiples estudios han demostrado que la transmisión dentro de los entornos escolares suele ser inferior -o al menos similar- a los niveles de transmisión en la comunidad, cuando se aplican estrategias de mitigación en las escuelas”, señala un informe reciente de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. “La mayoría de los casos que se adquieren en la comunidad y se llevan a un entorno escolar dan lugar a una propagación limitada dentro de las escuelas, si se aplican estrategias integrales de mitigación”.

Los casos graves entre los niños representan menos de una décima parte del 1% de todas las muertes, según los CDC. De las 36,860 muertes infantiles totales del último año, 216, aproximadamente un 0.5%, estuvieron relacionadas con el Covid-19.

En Rhode Island, los alumnos virtuales tenían más probabilidades de dar positivo en la prueba del Covid-19 que los alumnos que asistían en persona, dijo en enero la comisaria de educación del estado, Angélica Infante-Green, a investigadores y los médicos. “Es realmente importante tener datos”, dijo Infante-Green. “La mayoría de los casos que hemos visto han sido fuera de la escuela”.

Dimitri Christakis, director del Centro de Salud, Comportamiento y Desarrollo Infantil del Instituto de Investigación Infantil de Seattle, dijo que la encuesta de Reuters refuerza las preocupaciones que ha tenido desde que las escuelas se aferraron al aprendizaje a distancia.

“Hemos hecho un tremendo daño a nuestros hijos”, dijo Christakis.

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Mientras los estudiantes permanecen resguardados en sus casas, lejos de amigos y profesores, otros factores relacionados con el Covid-19 pueden hacer que el estrés aumente, como la ansiedad de ver a un padre perder el trabajo, la muerte o la enfermedad de un miembro de la familia a causa de la enfermedad.

PROBLEMAS DE SALUD MENTAL

Más de una docena de responsables de distritos escolares informaron a Reuters de alumnos que sufren en silencio depresión, trastornos alimentarios, abandono y abusos emocionales, físicos o sexuales. Si los estudiantes estuvieran en un entorno escolar, las advertencias se notarían más fácilmente, dijeron.

En California, Joel Cisneros, director de salud mental escolar del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, se preocupa por los que se pierden.

“Lo más preocupante sería que los estudiantes, los padres o los cuidadores trataran de capear esto por sí mismos”, dijo Cisneros. “Que traten de sobrellevar los factores de estrés a los que se pueden enfrentar y no pidan ayuda”.

Estos temores son compartidos en las escuelas públicas de North Thurston, en el estado de Washington, donde la mayoría de los 14,000 alumnos no pisaron un edificio escolar durante casi un año. La falta de escolarización in situ ha dificultado que el personal de salud mental y servicios sociales del distrito pueda llegar a los niños que necesitan ayuda. El distrito cuenta con 11 especialistas en salud mental que ofrecen orientación individualizada y servicios sociales a los estudiantes y sus familias.

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“Cuando teníamos a los estudiantes en persona, era mucho más fácil” supervisar a los niños, dijo Mandy Garrison, una trabajadora social clínica licenciada que es una de las especialistas. Con las escuelas cerradas, varios alumnos “que normalmente funcionan bien” comenzaron de repente a “luchar contra el aislamiento social, la ansiedad, el miedo al futuro y la depresión”, añadió.

El distrito ha tenido dificultades para localizar a algunos de los cientos de estudiantes que han desaparecido de la escuela, a pesar de los repetidos intentos de contactar con esas familias por teléfono, correo electrónico o con visitas a domicilio. Desde el comienzo de la pandemia, la matrícula general del distrito cayó de 14,800 en marzo de 2020 a menos de 13,990 en marzo de 2021.

“Están desapareciendo”, dijo Leslie Van Leishout, directora de apoyo a los estudiantes. “No podemos ayudarlos ni a sus necesidades de salud mental si no podemos encontrarlos”.

A CORTO PLAZO Y A LARGO PLAZO

En los albores de la pandemia, el cierre de las escuelas recibió inicialmente poca oposición; los padres asumieron que los cierres durarían unas pocas semanas. Un año más tarde, algunos padres se hacen oír cada vez más.

Siva Raj, padre soltero de dos niños en San Francisco, está dirigiendo con otros una campaña para revocar el consejo escolar del distrito. Su hijo mayor, de 14 años, ha perdido toda la motivación para aprender, dijo, y a menudo se limita a ir de la cama al computador y viceversa.

“Ha sido demoledor ver eso”, dijo Raj. “Siento que le estoy fallando”.

Cuando los niños vuelven a las salas, algunos padres dicen que ven un cambio.

En San Francisco, mientras sus hijos se esforzaban por aprender a distancia, Sullivan Morgan y su marido estudiaban a fondo sus finanzas. Vieron que no había forma de poder permitirse colegios privados, que ofrecían enseñanza presencial, para ambos niños.

En otoño, decidieron vender su casa y mudarse a Austin, donde sus hijos podrían asistir a la escuela pública. Desde enero, ambos han vuelto a la escuela cinco días a la semana y el mayor toca el piano de nuevo.

“Han vuelto a ser los de antes”, dice la madre.

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