Si hoy pudiéramos volar por nuestros propios medios no sería suficiente. Necesitaríamos dar testimonio de ello.

Es probable que por eso los drones hayan cobrado popularidad como elaborados juguetes con el precio de evidenciar las disfunciones humanas en una arena de extraña intersección entre sociedad, tecnología, negocio, privacidad y diversión.

El dron es la manifestación del sueño de cualquier fotógrafo: poder colgar una cámara sobre un dispositivo controlado a control remoto y acceder a puntos de vista inéditos.

Pero entonces surge la contrapicada: un dron incomoda. Los reportes de incidentes detonados por el hecho de que un dron vuele sobre una propiedad privada —al grado de arrojarle objetos o dispararle— son más frecuentes.

Y como al ser humano se le da eso de llevar casos a un extremo, era cuestión de tiempo para que grupos criminales incorporaran estas cámaras voladoras con el fin de vigilar territorios y cargar explosivos. 

De ahí se entiende la preocupación de cualquiera que escuche el zumbido sobre su cabeza.

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¿Qué riesgo representan los drones para la misma sociedad que los creó y adoptó? 

Comprar un dron no significa que se pueda volar de inmediato ni en cualquier lugar. Por ejemplo, en Estados Unidos y en Europa se requiere un registro y una acreditación tras pasar pruebas de uso.

En París me arrestaron unas horas por volar un dron sobre el Arco del Triunfo sin que hubiera aviso que advirtiera de su prohibición. Peor aún: en la comisaría, los agentes apenados aceptaron que hay vacíos legales que el gobierno no quiere asumir, pero que cada semana caen varios incautos por tal felonía. 

Por eso muchos usuarios se frustran al encontrar cada vez más limitantes para usar lo que pensaban, sería sencillo, seguro y divertido. Vamos a ver cómo se adapta la legislación local y global para balancear el derecho que tiene un ciudadano a volar un dron, como a ser respetado por los mismos.

Accidentes de drones

Los drones se estrellan por varias razones: la pérdida de señal del controlador, baterías bajas, justificados ataques de aves, cambio repentino en la dirección del viento o la abierta impericia de quien lo maneja. Lo cierto es que a nadie nos gustaría estar debajo de esta aeronave cuando algo así sucede. 

Por ejemplo, en el desfile anual del orgullo gay de 2015 en Seattle, un dron se estrelló al volar sobre una multitud. El piloto fue acusado de imprudencia, lo condenaron a un año de cárcel y 5 mil dólares de multa.

Industria en crecimiento

Se espera que el mercado global de drones ronde los 6 mil millones de dólares este año, por lo que, como industria es imparable. Cada vez se utilizan más aeronaves no tripuladas con fines comerciales y con un alto grado de especialización, como en la agricultura o en equipos de rescate. 

El meollo está en garantizar la seguridad y privacidad que exige una parte de la ciudadanía para flexibilizar y permitir el uso reglamentado, pero atractivo de un artefacto que le mostró al mundo que le ganó al tiempo en aparecer.

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Contacto:

Eduardo Navarrete es Head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.

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Instagram: @elnavarrete

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