Una de las personas más populares en el gusto de las nuevas generaciones es el sudafricano Elon Musk, un empresario exitoso que ha sabido destacar y convertirse en uno de los individuos más ricos del mundo, algunos dicen que es el millonario más acaudalado del planeta. Se le reconoce como un hombre proclive a la innovación, con la mirada al futuro y alguien que está reconfigurando el escenario del presente. No obstante, a pesar de la euforia que causa el personaje, hay algo en él que me lleva a ir contracorriente. Mientras en muchos hay admiración por el señor y se genera animación por cada proyecto en el que emprende, a mí hay algo que no me termina de convencer; mientras muchos sienten que es su amigo, yo me inclino a ver para creer. Sigo el ejemplo de Santo Tomás Apóstol y prefiero desconfiar. 

Muchas de sus propuestas no me terminan de gustar. Aunque debo de decir que sus proyectos causan  gran ilusión: los autos Tesla, la conquista del espacio, la plataforma de Paypal y el chip que escanea el cuerpo para generar una alerta cuando detecta una falla de salud. Será el sereno, pero mientras muchos admiran y creen que Elon Musk es su amigo, a mí me provoca desconfianza. Sé que hay quienes creen que esto se debe a una brecha generacional y creo que más bien se trata de algo más primitivo:  entender que a la gente se le conoce por sus hechos.

Me parece que el señor Musk es una de estas personas que no manejan bien la congruencia: dicen una cosa y hacen otra. Sus hechos no respaldan sus dichos y eso genera confusión y suspicacia. Se alerta la susceptibilidad de quienes observan y ponen atención, porque es verdad que el hombre tiene muchos seguidores y gente que genuinamente lo admira. No obstante, creo que una mirada profunda nos llevaría a ser menos entusiastas al respecto.

Para muestra un botón, tan pronto Elon Musk se hizo del control de la empresa, se armó todo un berenjenal en Twitter. Entre el titubeo, el que sí y que no, el ya no quiero, pero me quedo contigo, tomó las riendas de la red social del pajarito, anunció hace su intención de prescindir de casi cuatro mil empleados, es decir, de algo cercano a la mitad de la plantilla; ya comenzó a decir que las cuentas verificadas habrán de pagar una tarifa. Y, tras su dicho vinieron los hechos: ya empezó el descabezadero, en la sede ya le dijo adiós a las personas que ocupaban puestos de alta dirección, en México despidió a cincuenta trabajadores y en España van por el mismo rumbo. Por supuesto, un dueño tiene derecho de tomar decisiones y hacerlo a pesar de que sean duras o poco populares, pero dicen que forma es fondo. 

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Los empleados de Twitter México —tal como sucedió en otras partes del mundo— fueron despedidos con un correo electrónico tras años de haber trabajado en la red social. Amanecieron sin acceso a sus cuentas corporativas al día siguiente de que fueron notificados de su despido. La remodelación de la nueva empresa de Elon Musk empezó a tambor batiente dando de baja a la mayoría del anterior cuerpo directivo. Sacó la guadaña y le cortó la cabeza a todos aquellos que le parecieron prescindibles. Juguete nuevo, reglas nuevas. Su protocolo de salida fue frío: te notifico y sin siquiera un adiós que te vaya bien.

Por supuesto, los modos de Musk son así. Hay miedo. Parece que hay temores fundados de que Twitter se volverá más radical —aunque se diga lo contrario—, después de que Musk se proclamara un “absolutista de la libertad de expresión”, sólo Dios sabe lo que eso significa en la mete del sudafricano. Puede ir desde la defensa del derecho de expresarse sin tapujos hasta permitir enunciados racistas, la emisión de mensajes falsos que promuevan teorías conspiradoras o la intervención en políticas locales. Es decir, se abre la posibilidad para que gente de bien se manifieste con responsabilidad o para que bocazas desinformen, difamen o lleven agua a su molino.

Claro que eso de libertad, depende de cómo lo entienda Elon Musk, porque ya empezó a cancelar cuentas verificadas de personas que adoptaron su identidad y empezaron a hacer chistes a su costa. Tanta, tanta libertad ya no le hizo gracia. Y, por otro lado, en momentos delicados en la política de los Estados Unidos, ya está incitando a la población a votar por el Partido Republicano y abre sus preferencias abiertamente para apoyar a Donald Trump sin la prudencia que dicta, no sólo el decoro, sino las leyes electorales de los Estados Unidos. 

Es una pena. Twitter puede convertirse en territorio salvaje lleno de contenidos racistas, abusivos, insultos y mensajes de odio e incitación a la violencia. Twitter no debiera convertirse en un paraíso de libertinaje en el que se pueda decir cualquier cosa sin consecuencias. Elon Musk trató de tranquilizar a los usuarios y dijo: “… hay que respetar las leyes del país, nuestra plataforma debe ser cálida y acogedora para todos, donde se pueda elegir la experiencia deseada según las preferencias de cada uno”. Claro que ya sabemos que las palabras se deshacen en el viento si no vienen apadrinadas por los hechos.

La moderación de contenidos es esencial. Los anunciantes ya están reaccionando y Musk ya está empezando a sentir frío en el reino. Muchas empresas se están retirando y eso puede poner en aprietos a Twitter. Para que los empresarios se vean atraídos a anunciar en una red social, hay que darles certezas. Si los usuarios se van, sea porque les quieren cobrar, porque ya no encontrarán celebridades a quien seguir o porque ya es un caldo de cultivo para insultos, ¿quién va a querer estar ahí?

 Las empresas no quieren que su marca se contamine con mensajes que puedan manchar su imagen de marca. Musk ha tratado de salir a tranquilizar las aguas: “Para ser súper claros, todavía no hemos hecho ningún cambio en las políticas de moderación de contenidos de Twitter”. Sus palabras, lejos de serenar las aguas, ha hecho que la sensación de que habrá libertinaje y no libertad se extienda. Por eso digo, eso de que Elon Musk es amigo, no sé. No me lo parece.

Abraham Maslow solía decir que:  “Todos los problemas nos parecerán un clavo, si la única herramienta que tenemos es un martillo”. Parece que Elon Musk ya encontró su martillo, aunque para él, en sus propias palabras: “Twitter es simplemente el lugar más interesante de Internet. Es por eso que estás leyendo este tweet ahora mismo”. Será de gran interés ver en qué se va a convertir esta red social. Porque también dijo que la quiere convertir en la fuente de información más confiable de la que podamos disponer. Y, eso parece poco probable. 

Veremos las decisiones que tomará uno de los personajes más notorios que ahora es dueño de una de las redes sociales más populares. Mientras tanto, veremos si el señor Musk es tan amigo como quiere hacernos creer.

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