Imagínate de pie en un campo de golf, con la exuberante vegetación y tu atención fija en el objetivo lejano. La pelota de golf, a unos centímetros delante de ti, espera el impacto que la impulsará hacia una nueva dirección.

Antes de realizar el swing, se inicia un ritual de preparación, arrastrando los pies, ajustando el palo y echando un último vistazo a la dirección precisa que anticipas para la pelota. En una rítmica cuenta regresiva – ¡3…2…1! La pelota se eleva en el aire, con la promesa de un cambio de trayectoria y observas cómo la bola se estrella contra el bosque.

En su afirmación “el comportamiento causa resultados”, Simic subraya la necesidad de un esfuerzo consciente, similar a los preparativos del golfista, para ser conscientes de nuestro comportamiento si queremos alterar el curso de nuestras vidas.

“El 95% por ciento del comportamiento humano es habitual”, dice. “Eso significa que el 95% por ciento de nuestros resultados en la vida nos suceden sin esfuerzo. Los problemas ocurren sin esfuerzo, y el éxito también”.

Cuando las personas se enfrentan a los retos de la vida, los entrenadores suelen recetar una solución sencilla: cambiar lo que se hace para obtener nuevos resultados. Esto despierta la esperanza y enciende los sueños, y un coach experto incluso ayuda a elaborar objetivos y a fomentar el sentido de la responsabilidad para llevarlos a cabo. Sin embargo, Simic sabe que transformar la propia vida no consiste únicamente en cambiar las acciones externas. También es una batalla contra hábitos arraigados y profundos.

Así que surge la pregunta: si el comportamiento dicta nuestros resultados, ¿qué impulsa ese comportamiento? Simic cree que la respuesta está en los estados emocionales. “Nuestro estado emocional determina la gama de comportamientos a los que podemos acceder”, subraya.

“Se solía pensar que el comportamiento dicta las emociones: hago algo y eso desencadena una reacción emocional como la felicidad, pero, en realidad, es al revés. Mi estado emocional determina la gama de comportamientos que puedo producir, y eso crea resultados”.

Es como una reacción en cadena, explica. Si se quiere obtener buenos resultados, como un drive que caiga en territorio birdie, el jugador debe estar en un buen estado y tomar las medidas adecuadas para que eso ocurra.

“Uno no se levanta de mal humor”, dice Simic. “Así que tenemos que hacernos la pregunta: ‘¿qué determina nuestros estados?’ Desde el momento en que me despierto por la mañana, ¿qué programación inconsciente -que se compone de mis experiencias vitales, valores, creencias, modelo del mundo y recuerdos, todo combinado- es la causa fundamental del problema?”

Cuando los clientes de Simic comprenden este concepto, se dan cuenta de la necesidad de dejar de culpar a factores externos, como la economía o las relaciones, de sus problemas personales. En vez de eso, se embarcan en una exploración interna, descubriendo las raíces de sus retos y no sólo sus síntomas.

“Ahora, cuando tienen este nivel de conciencia, les damos las herramientas que necesitan para ayudarles a cambiar lo que quieran cambiar. No les decimos: ‘Te pasa esto. Tienes que cambiar esto, o deberías hacerlo de esta manera’. Aquí no se juzga a nadie, ni por un segundo. Nunca les digo lo que tienen que hacer. Nunca les doy consejos”. El enfoque de coaching de Simic es distintivo: carece de juicios.

Simic ofrece enseñanzas enraizadas tanto en la ciencia como en la naturaleza, que trascienden las fronteras religiosas y culturales. El objetivo de sus enseñanzas es mantener una guía para aumentar la calidad de vida y crear un camino hacia los propios sueños.

Para Simic, el campo de golf, que antes era un simple telón de fondo, se convierte en una vívida metáfora del viaje de la vida. La huella visual de una pelota de golf que se eleva hacia una nueva trayectoria (ya no se estrella en el bosque, quizá) es un símbolo del potencial sin explotar que hay en cada uno de nosotros.

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