La guerra contra las drogas está perdida desde hace años. Lo saben en Estados Unidos y lo tienen claro en México quienes están metidos en el asunto, desde los propios gobiernos o en las organizaciones que se especializan en el tema. Pero la política instaurada por Richard Nixon continuará, al menos mientras el presidente sea Donald Trump, porque es bastante útil como medida de presión y como propaganda electoral. Dos aspectos son un desastre para la política interna y que obsesionan a la Casa Blanca: La migración y las adicciones. Para el primer asunto encontró la forma de trasladar la responsabilidad a México, y en los hechos lo está convirtiendo en un tercer país seguro, lo que en términos llanos quiere decir que los viajeros migrantes que busquen llegar al Norte no lo harán si intentan cruzar por el Río Bravo. Las drogas son un problema más complejo, pero Trump también optó por amenazar con reducir los apoyos y financiamientos si en un año no hay resultados respecto a la entrada de sustancias ilegales traficadas desde nuestro país. Es el cuento de nunca acabar, porque el mayor aliciente para el narcotráfico es la demanda que existe en EU, la que a lo largo del tiempo ha provocado verdaderas epidemias y que ahora padece estragos por el opio. A diferencia del tema migratorio, donde las amenazas podían impactar el comercio, el amago de Trump no es significativo, porque la ayuda está lejos de ser central o clave en el combate a los cárteles de las drogas. Es más, proyectos como la Iniciativa Mérida, fueron apoyados desde las áreas de seguridad mexicanas, porque representaban un esquema de corresponsabilidad. Esto es, la utilización de recursos implicaba que los norteamericanos se hicieran cargo de todos los tramos de responsabilidad que les competen. Otro aspecto en el que la Casa Blanca tendría mucho que perder es el de la información. En la Ciudad de México tienen un centro de fusión de inteligencia que perdería sentido si no es alimentado por las propias autoridades mexicanas. Si bien tienen herramientas de gran calidad para acceder y procesar datos, les hace falta la mirada en el terreno y todo lo que ello implica, cuando se trata de enfrentar riesgos a la seguridad. Si Trump no quiere apoyar a México que no lo haga, las consecuencias las sentirá, y pronto, con las quejas de los gobernadores fronterizos y con las exigencias de los representantes demócratas o inclusive republicanos. La seguridad del hemisferio norte es un asunto muy importante como para dejarlo en manos de Trump. Es tiempo de plantear con claridad lo que queremos y requerimos para continuar con un esquema de lucha contra las drogas caduco y que significa violencia y muerte en nuestro territorio. Ahí está un juego de fuerzas interesante, falta, por supuesto, que quieran utilizarlo.   Contacto: Twitter: @jandradej Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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