Las alarmas internacionales son cada vez más intensas y así tenía que ocurrir. Al gobierno mexicano le queda poco espacio de maniobra, porque el Covid-19 es un asunto que termina por afectar a todos y que no conoce fronteras.

Tedros Adhanom, el director de la Organización Mundial de Salud (OMS) lo dijo con claridad: “la situación en México es muy preocupante. Los números muestran que el país está en mala situación cuando suben los casos y también las muertes. Es un problema muy serio y pedimos que México se tome las cosas en serio.”

La llamada de atención debe ser tomada en cuenta, porque revela la inquietud de expertos y de científicos que observan no pocas incoherencias en los planteamientos para enfrentar al Covid-19.

Se rebasó la cifra de los 100 mil muertos y ello, lejos de implicar una reflexión y una revisión de lo que se ha venido haciendo, significó la negación de la gravedad de la situación e inclusive se llegó a decir que la estrategia estaba funcionando y era un éxito. No es así y todos lo saben.

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Hay múltiples contradicciones y una  de ellas es el uso del cubrebocas, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador es de los pocos mandatarios que se niegan a utilizarlo. Esto importa porque las recomendaciones de salud deben ser difundidas y, por supuesto, aceptadas por los gobiernos, donde el ejemplo es muy importante para la población y más aún para sectores que tienen poco acceso a la información.

Otro aspecto en el que irán creciendo las presiones es el de las vacunas. Hasta ahora no existe un programa claro de cómo se administrará cuando esté disponible. Se sabe, en cambio, que no hay modo de utilizar cadenas de frío o que será muy complicado hacerlo.

La llegada de un nuevo gobierno a Estados Unidos, el de Joe Biden, significará un golpe de timón en el tema de salud y ello también tendrá repercusiones en nuestro país, porque no serán nada complacientes y van a exigir resultados y correspondencia en los aspectos que afecten a las fronteras y a sus enormes intercambios de personas, negocios y mercancías.

Es un tema de seguridad nacional, allá y aquí, y ojalá así se entienda y valore.

Hay que preocuparse, en efecto, porque la crisis no está cerca de concluir y porque lo que está en riesgo es no solo la vida de los ciudadanos y sus familias, sino la viabilidad económica misma.

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Nadie le reprochará al gobierno que haga lo que tenga que hacer para enfrentar uno de los desafíos más grandes de la historia, en cambio, el costo de no hacer o de parecer que no se hace, será muy alto. Y sí, hay que tomar las cosas en serio. Más nos vale.

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