Con el desarrollo del comercio y las telecomunicaciones, la globalización, así como esa interdependencia entre economías a lo largo y ancho del planeta, está cada vez más presente en nuestro día a día. Dicha globalización, entendida cuantitativamente como la ratio que muestra el volumen de exportaciones más importaciones con relación al PIB mundial, no ha dejado de ensancharse y ganar fuerza con el paso de los años, sirviéndose del comercio para consolidar dicha situación. Pues, tal y como muestran los indicadores al respecto, hablamos de una globalización que se ha intensificado tanto, que los economistas definen esta etapa como si de una nueva etapa se tratase.

La hiperglobalización, como denominan los economistas al proceso de globalización tan intenso que vive el planeta en estos momentos, es un hecho. Con la incorporación de grandes economías emergentes como China, así como esa mayor participación de las economías desarrolladas en el comercio, han hecho del planeta un mercado común en el que el volumen de comercio que en este se intercambia no ha dejado de crecer con el paso del tiempo, y pese a las crisis económicas que se han ido dando. Tanto es así que, atendiendo a los datos que ofrece el Banco Mundial, estamos hablando que, mientras en 1970 el comercio representaba cerca del 27% del PIB mundial, hoy, atendiendo a este mismo indicador, dicho nivel se eleva hasta superar el 60%.

Esta globalización, iniciada e impulsada fuertemente durante la etapa colonial, sirvió para que los imperios mercantilistas, en su día, pudieran fomentar el incremento de sus riquezas, así como esa atracción de oro y plata tan característica durante esta etapa. Sin embargo, con el paso del tiempo, lo que a priori se mostraba como un fenómeno que únicamente beneficiaba a dichas potencias, comenzó a beneficiar a otra serie de economías que, no siendo potencias económicas, veían como su participación en este fenómeno global era cada vez mayor.

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Así pues, los datos confirman lo comentado anteriormente. Pues, a principios de siglo, el comercio de bienes y servicios para las economías emergentes no era más que un residual en su PIB. Sin embargo, a finales de 2018, el registro muestra que durante los últimos 10 años, la participación de las economías en desarrollo en el comercio global, medida por los resultados que muestran dichas economías en lo que al comercio respecta, igualó, y llegó a superar, a la participación de las economías desarrolladas. Es por ello que en 1960, el peso del comercio en economías como México no superaba el 20% de su PIB, mientras que hoy, atendiendo a los mismos datos, este se eleva hasta alcanzar el 78% del mismo.

Como vemos, la globalización ha provocado una interconexión entre economías que ha favorecido el desarrollo de las economías emergentes en todo el planeta. Así pues, esa apertura al comercio que han experimentado en los últimos años todos los países a lo largo y ancho del planeta es cada vez más notable. La presencia, cada vez mayor, de multinacionales, los flujos de capital que corren por el planeta, así como el continuo gasto que acometen las compañías en I+D+I han provocado una nueva ola de globalización que sigue acentuando esa convergencia entre economías desarrolladas y en desarrollo. Sin embargo, las últimas crisis están sembrando el miedo entre los economistas que, de forma continuada, analizamos este proceso que experimenta el planeta.

En este sentido, el rápido crecimiento que experimentó el comercio, así como esa mayor participación de las economías emergentes en dicho comercio provocó que dichas economías, que presentaban un claro GAP en todos los indicadores contrastados con otras economías desarrolladas, comenzasen ese periodo de convergencia que los llevaría, años más tarde, a posicionarse al nivel de estas economías desarrolladas. Por esta razón, ese impulso llevó a estas economías a crecer a un ritmo medio del 7,6% durante la década del año 2000. Un ritmo de crecimiento que, de haberlo sostenido en el tiempo, tasaba dicha convergencia para el año 2030.

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Sin embargo, desde la crisis de 2008, los crecimientos en las economías emergentes se han ido moderando. Los países emergentes, que crecían a tasas cercanas al 14%, comenzaron a crecer a un ritmo del 7%. De esta forma, la tasa de crecimiento de las economías emergentes, que se distanciaba en hasta 4,5 puntos porcentuales de la registrada por las economías desarrolladas, pasó a distanciarse en tan solo 0,38 puntos porcentuales. Como vemos, un ritmo de crecimiento que, de seguir así, retrasaría dicha convergencia en hasta 300 años; un dato que preocupa bastante, pues hablamos de un estancamiento muy severo de unas economías que no terminan de despegar.

Y es que, como digo, hablamos de un gran problema. Los niveles de desigualdad en el planeta, desde la década de 1990, no han dejado de moderarse. Ahora bien, las colas, en la distribución estadística, muestran un ensanchamiento de la desigualdad en los extremos de dicha distribución. Esta moderación en los crecimientos, esta desaceleración que vive la economía está incidiendo en una maliciosa desigualdad que amenaza con distanciarnos del objetivo perseguido. Pues, de no buscar mejores vías para remontar el crecimiento, las economías desarrolladas podrían estar ante el inicio de su fin.

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