En estos primeros compases del año, los análisis que hemos ido publicando, donde respondíamos a cuestiones tan relevantes como la recuperación de la economía mexicana y el comportamiento de dicha recuperación, muestran una imagen bastante fiel de la situación que atraviesa el país en estos momentos. Pues si nos preguntan si la economía se recupera, como decía hace un par de semanas, sí debemos decir que esta lo hace. Ahora bien, si nos preguntan cómo se está recuperando, quizá la respuesta no la diríamos con tanto positivismo.

Y es que no hace falta resaltar las debilidades que presenta el país para saber que hay reformas que siguen sin llegar. La informalidad económica, las desigualdades, así como otros desequilibrios son la mera muestra de que esto que comento es así.

Además, si tenemos en cuenta esta vulnerabilidad, y a ella le sumamos un peor comportamiento durante la pandemia con una respuesta fiscal que no ha alcanzado ni el 1% del PIB (2,4% de media en la región, más del 6% en economías desarrolladas), así como la mala situación que atravesaba la economía en 2019, la cual culminaba con el mayor nivel de inflación en 21 años, todo esto ha acabado traduciéndose en una desaceleración que sigue descolgando a México en una recuperación que podría demorarse hasta un año.

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Pues debemos señalar que la situación inflacionaria que hemos estado viviendo desde hace meses, y pese a haberse relajado en el último registro de este mes de enero, obligó al Banco Central ha adoptar medidas que, como es sabido por los economistas, de la misma manera que frenaban el ascenso de la inflación, frenaban el estímulo por la consecuente restricción al crédito que una subida de tipos produce. Pues debemos saber que las medidas de política económica que buscan combatir la inflación frenan el crecimiento, pues se están retirando los estímulos de la pandemia y esas ayudas que ya de por sí eran minúsculas.

Y esta es la situación que presenta el país en estos momentos. Como en 2019, el crecimiento se va apagando a la vez que suenan tambores de esta inflación que, aunque de manera efímera, llegó a darse hace unos meses si atendemos a la contracción registrada en el tercer trimestre. Una situación que ha llevado a los analistas de las principales casas de research y entidades financieras, incluso las que dependen del Gobierno, a revisar a la baja las proyecciones realizadas hace unos meses. La más reciente ha sido la rebaja del FMI, que anunciaba nubarrones para una economía que se apaga en tanto en cuanto se debate entre combatir inflación y Ómicron simultáneamente.

Hablando de cifras, el organismo multilateral, en sus previsiones del mes de enero, redujo sus expectativas de crecimiento económico para México para el presente ejercicio. Hablamos de una economía que finalmente cerraría el año expandiéndose un 2,8% frente a un 4% que se pronosticaba en las proyecciones de mediados de 2021. De la misma manera, la tendencia pretende seguir su camino en 2023, donde el organismo también ha practicado rebajas. De acuerdo con este, hablamos de un crecimiento previsto para 2023 que podría situarse en el 2,6%. Unas cifras que, a la luz de los datos, dejan en evidencia a un presidente que ahora se topa con esa realidad que, como decíamos en nuestra columna semana tras semana, siempre acaba saliendo a la luz.

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Pues perseguir indicadores no sirve para nada y esta es la evidencia.

Sin embargo, si hablamos del mal comportamiento de la economía mexicana y resaltamos estas cifras no es más que para sacar los colores a unos mandatarios que deben esforzarse para solventar esta situación. Aun teniendo instituciones poco robustas, el gobierno debe apostar por reformas muy necesarias, por impulsar la credibilidad y la inversión, además de por otra serie de cuestiones de gran relevancia en materia económica. Pues sin todo esto que comento no habrá crecimiento y sin crecimiento, querido amigo, la prosperidad y el desarrollo se estancan.

Y deben saber estos mandatarios que no están solos en esto, a la vez que deben saber que cuentan con herramientas que, en el caso de México, han funcionado realmente bien. La excelentísima relación con su vecino, Estados Unidos, ha permitido, incluso, que la economía mexicana haya tomado esa inercia en el rebote que vimos el pasado año. Las remesas, la inversión y las ayudas y, sobre todo, una relación comercial en la que México se posiciona como el principal socio comercial han permitido al país ingresar recursos por numerosas vías que han permitido amortiguar mejor el impacto del virus.

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El T-MEC ha sido, como en otros momentos de la historia desde que se firmó en 1994, un salvavidas para una economía que se encontraba en plena desaceleración, perdiendo credibilidad internacional y viendo como los flujos de inversión se iban hacia las emergentes asiáticas del este, y entrando en una situación en la que la convergencia con las desarrolladas, como muestran numerosos modelos de desarrollo, podría retrasarse un innumerable número de años. Por esta razón, creo que es hora de apostar más que nunca por el comercio.

Pues lo abordaremos en la próxima columna, pero he aquí un adelanto para que vayan tomando nota estos mandatarios: Los conflictos están reconfigurando relaciones que, en el pasado, dieron a México la posición de primer socio comercial. Estamos ante una oportunidad única para revertir esta situación. Ahora bien, todo esto no va a llegar solo, esos mandatarios deben estar a la altura y, sobre todo, tener altura de miras.

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