Para alguien que lleva más de 20 años dedicado a la educación, con dos hijos y permanentemente preocupado por hacer llegar la enseñanza a la mayor parte del país, la respuesta es contundente: entre más preparada esté una sociedad es más probable que llegue a ser una sociedad feliz.

La educación, y su digitalización, tiende a desarrollar sociedades críticas, innovadoras, creativas y tomadoras de sus propias decisiones, las cuales son capaces de enfrentar múltiples retos, como los que la globalización pone todos los días. La formación nos prepara para resolver, mediante un desarrollo sostenible eficiente, problemas severos como el deterioro del medio ambiente, lo cual redunda en sociedades seguras, preparadas y felices.

Ejemplos de este tipo de comunidades resaltan más en momentos como los actuales, en los que una pandemia colapsó economías, sistemas de salud y, sobre todo, los educativos, los cuales no encuentran el rumbo correcto para dar continuidad a los procesos de instrucción de los alumnos de todos los niveles de enseñanza, derivado principalmente de deficientes políticas educativas enfocadas en asuntos sindicales y descuidadas respecto de los métodos de aprendizaje, la currícula y la digitalización.

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En cambio, países que sobresalen son Estonia, Finlandia, Corea del Sur y Uruguay; este último rompe con el pensamiento de que la revolución educativa y los avances en este sentido solo se dan de modo exclusivo en Asia y Europa.

Pero ¿qué están haciendo diferente estas naciones? Empecemos por un viejo conocido, Finlandia, que tiene varias décadas siendo un referente en este tópico de acuerdo con los resultados de las distintas pruebas como PISA, mediante la cual se evalúan conocimientos y habilidades lectoras o de matemáticas. Y bien, ¿cuál es su secreto para ser tan exitoso en este rubro? Una de las claves es el alto valor que el Gobierno y la sociedad le dan a la pedagogía pero, sobre todo, a la de alta calidad e innovación, sin importar brechas sociales y mediante políticas eficientes que no se quedan en el discurso dado que se llevan 100% a la práctica de manera creativa, inclusiva e innovadora.

Para Finlandia la educación pública de calidad es clave para garantizar la movilidad social, el desarrollo personal, así como el bienestar de sus ciudadanos y al contemplarla como un elemento eje de prosperidad, han resistido los embates de la educación occidental y ha prevalecido tanto su ideología como modelo desde los años de 1970. Otras diferencias significativas a destacar son:

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  • El énfasis que dan al crecimiento holístico y al bienestar de los niños tiene la finalidad de fomentar una sociedad feliz, pero siempre bien preparada en todos los rubros de la vida y desarrollando la “educación comprensiva”, la cual implicó unificar la educación media y la vocacional para el despliegue de competencias más allá de lo meramente académico y con esto disminuir las brechas socioeconómicas.
  • El valor que se les da a los profesores dentro de la sociedad, la retribución a su trabajo, la formación docente de manera permanente y la preparación requerida para ser maestro. En el nivel mínimo se exige al menos licenciatura, y en los niveles intermedios y medio superior por lo menos se pide maestría; por obvias razones no hay venta de plazas y todos ellos están en constante evaluación de sus conocimientos y habilidades con el propósito de garantizar que se encuentran capacitados para atender a un grupo de estudiantes digitalmente habilitados para cuestionar la forma y el fondo de sus procesos de aprendizaje.
  • La estructura política en temas educativos está dividida en dos y no es una sola institución la que administra, coordina y promulga la política educativa, la cual, de este modo, no queda supeditada a compromisos o caprichos políticos sino más bien permanece centrada en objetivos a largo plazo. Otra de las varias diferencias y características que propician que Finlandia sea punta de lanza y referente en este tema es, por ejemplo, que en el año 2015 consiguió que el 100% de los niños de entre 7 y 15 años recibieran educación de calidad.

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Además de los pocos aspectos enumerados aquí en relación con todas las políticas y lineamientos que implementa Finlandia, ellos llevan casi 30 años desarrollando habilidades digitales tanto en educandos como profesores, siendo pionero y líder en la puesta en marcha de las conocidas aulas inteligentes, que para este país no son meros espacios llenos de dispositivos tecnológicos, sino sitios integrales con una línea de acción clara y con docentes que poseen una formación adecuada.

Se podría escribir todo un ensayo referente a la educación finlandesa y también se podrían escuchar opiniones contrarias respecto de las diferencias que hay entre las sociedades europeas o nórdicas y las latinas, y por qué en México o Latinoamérica esto no es posible de implementar.  En tal sentido, precisamente vale hacer mención de una nación de nuestro continente: Uruguay, quienes fueron capaces de integrar de manera eficiente las TIC en la educación y con ello hacer frente a los retos que la pandemia nos puso durante este último año y medio.

Desde el 2007, con su programa CEIBAL (Proyecto Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea) promovió, como objetivo principal, la equidad social y el acceso a las TIC en las escuelas públicas dentro de los programas de enseñanza aprendizaje e incrementó la infraestructura. Impulsó, también, el acceso a dispositivos digitales y aumentó la conectividad dentro del país; además desarrolló e implementó políticas públicas en temas digitales y de uso adecuado de la información y el conocimiento, y se convirtió en actor permanente en diversos foros nacionales e internacionales en materia de tecnología educativa y digitalización.

El éxito uruguayo y de su programa CEIBAL se cimentó en tres pilares:

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  1. Acceso a la conectividad y a dispositivos digitales desde la educación básica
  2. Desarrollo profesional de los docentes
  3. Actualización de la currícula con planes y programas innovadores y diferenciadores

Desde luego, no es algo que surja de la noche a la mañana pues requiere de un proceso largo y fundamentado en una política socioeconómica sostenida, que posea un verdadero sentido de igualdad social, lo cual, basado en un objetivo claro de entregar educación de calidad, ha conseguido resultados evidentes.

Estos dos ejemplos de sociedades educadas y prósperas, con sistemas educativos correctamente fincados, con una visión a largo plazo y con procesos de inclusión reales y objetivos, nos hacen reflexionar sobre lo que estamos haciendo en México, en donde las políticas públicas se centran en temas sindicales, mientras el principal objetivo, la educación, se deja de lado. Donde los planes y programas de estudio son obsoletos, sin contar estos con los procesos de actualización; además, la democratización de la instrucción es nula y la brecha socioeconómica se ha hecho aún más grande este último año y medio. La sociedad, por ende, está cada vez menos preparada para enfrentar un futuro tan incierto como el que se avecina y en donde muchos dirán: somos una sociedad o pueblo feliz, y no, somos alegres pero ¿somos felices?

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Jesús Deloya, Director de Innovación Educativa de Aliat Universidades*

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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