El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es una herramienta vital para medir la calidad y equidad de los sistemas educativos en todo el mundo. Este examen, aplicado cada tres años a estudiantes de 15 años, evalúa competencias en lectura, matemáticas y ciencias. En el caso de México, los resultados de PISA ofrecen una visión crítica de su sistema educativo, subrayando la urgencia de implementar políticas públicas efectivas para abordar el rezago educativo y promover el desarrollo sostenible.

PISA no solo mide conocimientos específicos, sino también la capacidad de los estudiantes para aplicar habilidades en situaciones de la vida real. Esto es particularmente relevante en un mundo en constante cambio, donde la capacidad de adaptación y resolución de problemas son esenciales. Además, la evaluación proporciona un análisis comparativo entre países, permitiendo a las naciones evaluar su progreso en relación con otros sistemas educativos globales y en contraste con el set de habilidades y competencias que se requieren en un marco común para el desarrollo personal y profesional de los jóvenes.

Es innegable que la educación es un motor clave para el desarrollo socioeconómico de los países, y que las políticas educativas bien fundamentadas pueden mejorar significativamente la calidad de vida, promover la igualdad y estimular el crecimiento económico. Los resultados de PISA, al identificar fortalezas y debilidades, sirven como una guía para los formuladores de políticas públicas en la toma de decisiones estratégicas y la asignación de recursos. No es difícil saber quién le apuesta a la educación y quién desdeña la educación.

A lo largo de los años, México ha enfrentado desafíos considerables en su sistema educativo, y lamentablemente esto se ha visto reflejado de forma consistente en los resultados de las evaluaciones internacionales.

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En la última evaluación, el precario desempeño de México en la evaluación no sólo alarma por estar muy por debajo del promedio de la OCDE en las tres áreas evaluadas sino porque los efectos de las carencias educativas son equiparables a una década de atraso con respecto al desarrollo educativo de los países con las mejores evaluaciones. 

En este contexto, los resultados que arroja PISA ponen de manifiesto problemas estructurales como la inequidad en el acceso a la educación de calidad, la falta de recursos, la necesidad de mejorar la formación y desarrollo profesional de los docentes y de replantear los planes y programas de estudio. 

El rezago educativo en México tiene implicaciones profundas que van más allá del yugo del analfabetismo y de la deuda social. Las carencias educativas limitan las oportunidades de los jóvenes para competir en una economía globalizada y disminuyen la capacidad del país para innovar y crecer. La baja calidad educativa perpetúa la desigualdad social y económica, obstaculizando el progreso hacia un desarrollo sostenible, es la antítesis del primero los pobres.

Comparando los datos de México con los promedios de la OCDE, se observa una brecha significativa en áreas clave para el avance y el crecimiento. El rendimiento promedio en matemáticas y ciencias fue notablemente inferior al promedio de la OCDE, áreas clave que impulsan la innovación y el desarrollo económico.

Los resultados de PISA para México subrayan la necesidad crítica de reformas educativas profundas y bien orientadas. Es esencial que las políticas públicas en educación se centren en mejorar la calidad y equidad del sistema educativo. Esto incluye invertir en la formación de docentes, asegurar una distribución equitativa de los recursos, replantear los presupuestos federales a fin de que prioricen la educación y propicien métodos de enseñanza que preparen a los estudiantes para los desafíos del siglo XXI. Al hacerlo, el país no solo mejorará sus resultados en PISA, sino que también sentará las bases para un desarrollo nacional sostenible e inclusivo dando a los jóvenes lo que por derecho les corresponde: los saberes, habilidades y competencias para mostrar su talento en los escenarios laborales y profesionales de un mundo interconectado y altamente competido. Un país tan atractivo para la inversión y en el que el nearshoring representa una ventaja competitiva, no puede, no debe estar en la antepenúltima posición de los 37 países de la OCDE que participaron en esta última edición de la prueba. 

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