Por Santiago F. Arroyo Seguedo*

En días pasados, en el marco del IPTC (International Petroleum Technology Conference) el Ministro de Energía del Reino de Arabia Saudita, el príncipe Abdulaziz bin Salman, destacó la integración del Reino a modelos de transición energética y sustentabilidad, por ende, la empresa Aramco pasaría de ser una petrolera hacia una empresa energética, sumándose a la tendencia en dónde encontramos a la empresa francesa Total Energies y la noruega Equinor, siendo ésta última, la pionera en el cambio de giro petrolero a ser una integradora de tecnologías transicionales e I+D.

¿Esto qué significa?

Que, básicamente abandonan la visión de petrolera tradicional en la producción de combustibles, para migrar a modelos de negocio que aprovechen estas materias primas (principalmente el gas natural), para invertir en petroquímica, así como en investigación y desarrollo en materiales compuestos y generación de energía sustentable, mediante mecanismos con alta reducción de emisiones contaminantes.

Estos modelos implican un giro dramático en sus políticas corporativas y objetos de negocio, al grado que, los casos más extremos llevan a procesos de “desinversión”, es decir, venta de infraestructura altamente costosa y contaminante, como es el caso de las refinerías destinadas a combustibles; para así capitalizarse y dirigir recursos a la inversión en centros de desarrollo y plantas de procesamiento químico.

Sin embargo, pareciera que esto es más una moda que una tendencia de negocios, pero no se puede estar más equivocado. No sólo se trata de una “moda” impuesta por agendas políticas, sino es una política en sí misma, destinada a la recuperación del valor mediante la venta de energía, tecnología y materiales compuestos, para mercados e industrias cada día más demandantes, como es el caso de la industria farmacéutica, informática y aeroespacial.

Una muestra clara es el corazón de la industria petrolera tradicional, los combustibles; productos que en los últimos años han perdido un enorme valor de venta y aumentado el costo de producción, como ejemplo, el margen de refinación que en 2022 pasó de los 25 dólares por barril promedio, a no superar los 10 dólares por barril promedio en el último trimestre de 2023; según datos de la IEA (Agencia Internacional de Energía). Haciendo de la refinación un proceso sumamente costoso y con un retorno bajo, puesto que los combustibles han mantenido una tendencia de caída en los precios dentro del comercio exterior. Sin pasar por alto el hecho de que las emisiones contaminantes y cantidad de residuos no valorizables, como el combustóleo, son una constante en aumento.

Ahora, en el caso mexicano, lamentablemente no existen propuestas o alternativas cercanas al análisis de negocios como el ejemplo puesto al inicio con Aramco y Equinor. Sino todo lo contrario, persiste una idea de mantener a Petróleos Mexicanos como un tótem ideológico a costa de las finanzas públicas y la salud de millones de personas.

Sin embargo, las soluciones están frente a nosotros. Se podría intentar en un proceso de divestment de todos los activos del Sistema Nacional de Refinación (incluyendo la Refinería Olmeca) así como de Pemex Transformación Industrial, en un mecanismo de rondas de subastas internacionales que den un “derecho de tanto” al Sindicato Petrolero, o en todo caso, se puede apostar a una liquidación de la organización gremial usando el SNR y PTRI como indemnización, evitando el tan temido “costo político”.

Al tiempo que, Pemex se le direcciona a ser una empresa energética y que, el Gobierno de México por fin se decida a asumir la deuda de Pemex como soberana; quizás represente un duro golpe reputacional al Estado que nos lleve a un “downgrade” de la calificación crediticia del país, pero daría la libertad para “fortalecer” a Pemex con el nuevo enfoque energético y, por ende, comenzar el largo camino cuesta arriba de la recuperación económica.

Al final, no deja de ser una propuesta y opinión que nos recuerda la célebre frase del comediante Cantinflas, usada para señalar las razones clave en medio de alguna situación embarazosa o complicada: “¡Ahí está el detalle, chato!”.

Contacto:

*Santiago F. Arroyo Seguedo, director en desarrollo de negocios en EGSA México y especialista en regulación y proyectos en el sector energético latinoamericano.

X (antes Twitter): @SarroyoSi
Mail: [email protected]

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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