Mientras México, junto con Brasil, Estados Unidos y Reino Unido, es uno de los países más afectados por el esparcimiento global del nuevo coronavirus que causa Covid-19, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido ridiculizado alrededor del mundo por la lenta respuesta para reconocer la severidad de la crisis y su obstinado rechazo a utilizar mascarilla. El 24 de julio de 2020, mientras visitaba uno de los estados más pobres del país, López Obrador dudó públicamente de los beneficios que supuestamente ofrecen los cubrebocas.

El vocero de la Secretaría de Salud, el subsecretario Hugo López-Gatell también enfrenta un aumento en críticas por su disposición a tergiversar sus declaraciones para satisfacer los caprichos de su jefe. La imagen del Dr. Anthony Fauci, con mascarilla, lanzando la primera bola de un partido de béisbol profesional en un estadio semivacío de Washington D.C. se contrapone con la imagen ampliamente difundida del Dr. López-Gatell corriendo hacia una abarrotada conferencia de prensa, pasando frente a un grupo de reporteros con una gran sonrisa dibujada en su rostro sin mascarilla.

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Mientras el Dr. Fauci se ha molestado por la incompetencia de Donald Trump, y ha trabajado para construir un mensaje que ayude a educar al público para minimizar el daño causado por los contagios de Covid-19, el Dr. López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, ha priorizado propaganda partidista y su lealtad al presidente López Obrador sobre su obligación a educar al público mexicano sobre los riesgos presentados por el Covid-19. Tanto López Obrador como López-Gatell continúan culpando a la deficiente salud de los mexicanos por el duro golpe que el virus ha dado al país. 

El 23 de julio de 2020, López-Gatell advirtió al público que, además de la pandemia, México está lidiando con otras “emergencias nacionales de salud”, relacionadas con la diabetes y la obesidad. El tuit, fijado al principio del perfil de Twitter de López-Gatell, que cuenta con más 1 un millón de seguidores, no es una advertencia sobre los beneficios del distanciamiento social y el uso de mascarillas. Más bien, es un manifiesto sobre la necesidad del país de prevenir enfermedades crónicas mediante el mejoramiento de las conductas individuales, promoviendo el ejercicio, el no consumo de tabaco y el mejoramiento de los hábitos alimenticios. Durante sus largas conferencias de prensa de todos los días, López Obrador y López-Gatell repiten el mensaje de que el sistema de hospitales de México no ha colapsado y aún tiene capacidad para recibir pacientes, y que los mexicanos tienen parte de la culpa de la letalidad del virus, porque las personas que padecen diabetes, obesidad y otros problemas de salud subyacentes son más propensas a fallecer por Covid-19. 

No obstante, la información pública que ofrece la base de datos del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica (SINAVE) de México parece contradecir el mensaje de que los hospitales en la ciudad de México proveen tratamiento adecuado y debilitar la idea de que las personas están falleciendo por la prevalencia de condiciones de salud subyacentes. Al revisar los datos del SINAVE hasta la fecha del 22 de julio de 2020 encontré que, mientras las personas mayores de 61 años conforman la mayoría de las muertes confirmadas por Covid-19 en la Ciudad de México (53%), las personas relativamente jóvenes, entre 41 y 60 años, conforman el 39% del total. Además, 2,450 personas de entre 35 y 55 años de edad han fallecido por Covid-19 en la Ciudad de México, equivalente casi a un tercio del registro oficial de fallecimientos. 

Hay poca evidencia para sustentar la narrativa de que estos pacientes relativamente jóvenes han fallecido por no estar sanos. Casi la mitad de los pacientes entre 35 y 55 años de edad que han fallecido por Covid-19 en la Ciudad de México (1,171 de 2,450) NO PADECÍAN asma, diabetes ni obesidad. Entre estos pacientes relativamente sanos que no tienen diabetes, obesidad o asma, hay una característica que sobresale: tres cuartas partes fallecieron antes de ser conectados a un ventilador

En total, en la Ciudad de México, dos tercios de los pacientes que fallecieron por Covid-19 nunca fueron intubados antes de morir. Además, de los 2,782 pacientes que sí fueron conectados, 2,018 fallecieron, el índice es de más del 72%. Mientras algunos hospitales de Estados Unidos logran salvar a la mayoría de sus pacientes críticos mediante el tratamientos con ventiladores, en la Ciudad de México la mayoría de los pacientes nunca recibe la oportunidad de averiguar cómo responderían a la intubación. En total, sólo hay dos pacientes en la base de datos registrados como “curados” después de recibir tratamiento con ventiladores en los hospitales de la Ciudad de México. 

“En lugar de culpar a la población y sus estilos de vida poco saludables por los fallecimientos de Covid-19, el Presidente López Obrador y sus asesores deberían construir un mensaje más claro para ayudar a reducir el impacto de la pandemia”. 

Parte del problema es que el presidente de México, López Obrador, ha alentado al público a cuidar de sus familiares con síntomas de Covid-19 en casa, para evitar que colapsen los hospitales. En marzo, al principio de la pandemia, dijo que las familias podrían depender de la ayuda de sus hijas en casa. “Tenemos millones de enfermeras, porque esta crisis, esta pandemia, no la vamos a resolver en los hospitales, la tenemos que resolver en los hogares”, explicó. 

“La tradición en México es que las hijas cuidan a los padres”, repitió a finales de junio. 

Pero, ya que López-Gatell no le ha recomendado a los pacientes con síntomas conseguir oxímetros baratos para monitorear sus niveles de oxígeno en casa, la mayoría de las personas no acuden a los hospitales hasta que están en condiciones críticas. En promedio, los pacientes que oficialmente fallecieron por Covid-19 en la Ciudad de México, murieron después de sólo nueve días en el hospital, y el 27.1% falleció después de estar menos de tres días en el hospital.

Aunque es cierto que los mexicanos en general padecen niveles altos de enfermedades crónicas, es engañoso culpar tales condiciones de salud por las muertes de personas por un virus en específico, especialmente cuando muchos de los jóvenes que han fallecido por Covid-19 eran relativamente sanos. Mientras el 30% de los pacientes de entre 35 y 55 años de edad que murieron padecían diabetes, el 70% no padecía. Mientras el 29% tenía asma, el 71% no tenía. Mientras el 31% fueron catalogados como obesos, el 69% no lo fue. (Más aún, sólo el 10% eran fumadores y el 27% padecía hipertensión).

El desplazamiento de  la culpa de las instituciones públicas a los individuos es un componente clave del modelo “neoliberal” que López Obrador ha criticado durante toda su carrera política. En la Ciudad de México, sin embargo, hay miles de pacientes por Covid-19 en estado crítico que no padecen asma, diabetes u obesidad, y la mayoría de ellos nunca recibe tratamiento con ventiladores

Mientras Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, advierte que las hospitalizaciones han aumentado con la reapertura económica, en general el recuento oficial de muertes confirmadas se ha estabilizado. Aún hay cientos de pacientes falleciendo cada semana en la Ciudad de México y una cifra desconocida de portadores asintomáticos y pacientes no críticos circulando en la población general. La pandemia está muy lejos del final. Todavía existe la oportunidad de reducir el impacto de la enfermedad si se alienta el distanciamiento social y el uso de mascarillas según los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.  

La mayoría de los pacientes de 35 a 55 años de edad que fallecen por Covid-19 se concentra en las delegaciones de clases trabajadores como Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Álvaro Obregón. Muchos de los pacientes fallecidos de este rango de edad trabajaban como conductores (158 o 6.4% del total), como comerciantes en mercados (294 o 12% del total) o como jornaleros (495 o 20.2% del total). Los habitantes de las zonas marginadas de la Ciudad de México fallecen desproporcionadamente por Covid-19. En lugar de culpar a la población y sus estilos de vida poco saludables por los fallecimientos de Covid-19, el Presidente López Obrador y sus asesores deberían construir un mensaje más claro para ayudar a reducir el impacto de la pandemia. 

Hablé con el Dr. Óscar San Román, un médico mexicano que actualmente cursa una maestría en salud pública en la New York University. Él asegura que, al observar los problemas de la Ciudad de México, no se trata de culpar a los hospitales con equipo insuficiente o a los doctores sobrecargados con trabajo, sino de mejorar la estrategia de comunicación del gobierno, y educar al público sobre los riesgos de partículas aerotransportadas y de pasar mucho tiempo en espacios confinados, y de promover la importancia del uso de mascarillas y del distanciamiento social. 

Me dijo: “En México no hay un mensaje coherente. Si el presidente hiciera algo tan sencillo como ponerse un cubrebocas, impactaría a millones de sus seguidores. Pequeños mensajes y acciones simples pueden servir para tratar y resolver la pandemia”. 

El autor es un analista político especialista en temas de América Latina. Su libro Searching for Modern Mexico se publicó en 2019. Además de Forbes, ha colaborado con artículos y editoriales sobre negocios, crimen organizado y política en The Atlantic, Foreign Affairs, Americas Quartertly, Fortune, entre otras.

Contacto: @NathanielParish

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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