Reuters.- La renuencia del presidente de Colombia, Iván Duque, a negociar con legisladores podría poner en aprietos su agenda de reformas, que incluye una fiscal y una de pensiones, aún contando con una mayoría en el Senado y la minoría más grande en la cámara baja. El derechista Duque prometió no otorgar cargos burocráticos ni partidas presupuestarias a los congresistas -una práctica conocida localmente como “mermelada”- a cambio de apoyo para la aprobación de leyes, algo que se hacía en administraciones anteriores para facilitar la gobernabilidad. “Las relaciones entre poderes no pueden ser transaccionales”, dijo el mandatario en un reciente acto de gobierno, asegurando que esta dinámica política, habitual también en varios países de Latinoamérica, es un foco de corrupción que hay que acabar. Colombia hizo una consulta popular a finales de agosto sobre la implementación de medidas anticorrupción, y aunque millones de electores votaron a favor, no se logró el nivel mínimo de sufragios para que fueran aprobadas. La intransigencia de Duque lo dejó con una mayoría muy ajustada en el Congreso cuando tiene una agenda ambiciosa pero impopular, que además de la fiscal y la de pensiones contempla una reforma para modernizar el sistema judicial y otra política que limitaría la permanencia de los legisladores. Como si fuera poco, ha prometido ajustar un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC para que sus excomandantes respondan a la justicia por crímenes de guerra antes de ocupar cargos políticos, lo que implica una reforma constitucional que requiere dos terceras partes de los votos en una segunda vuelta. Al carecer de un respaldo holgado, cualquier cambio de alineación ideológica de un legislador aliado, abstención o incluso ausencia por cuestiones médicas o viajes durante una votación podría hacer naufragar los proyectos oficialistas. Puedes leer:  Corte de Guatemala absuelve de genocidio a exfuncionario de Ríos Montt Duque, del derechista Centro Democrático, ganó la presidencia con el apoyo de otros partidos, algunos de los cuales decidieron convertirse en independientes a comienzos de septiembre en virtud de una reforma política que entró en vigencia y que los obliga a tomar una posición. Además de su propia agrupación, La U y otros cuatro movimientos se declararon partidos de gobierno. El Liberal y Cambio Radical optaron por la independencia, y las agrupaciones de izquierda y progresistas reunidas en Polo Democrático, Alianza Verde, los Decentes y la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común forman el arco opositor. “Tiene una mayoría débil y el desafío es grande porque Duque está tratando de hacer política sin repartir puestos ni contratos entre los congresistas”, dijo la analista política independiente Marcela Prieto. “Y cambiar esa cultura política no va a ser fácil, le va a costar mucho para sacar la agenda legislativa, para la gobernabilidad”. Números engañosos  Con esas alianzas, Duque cuenta con la mayoría de los senadores: 54 de un total de 106. En la Cámara de Representantes no llega a una mayoría pero lo apoyan 83 de los 170 congresistas. Pero los números son engañosos. De los 137 parlamentarios de los partidos declarados de gobierno, unos 16 de los 39 de la U podrían darle la espalda al presidente. A contramano de su partido, ese grupo de congresistas dijo en una votación interna que no respaldará todas las iniciativas de Duque porque no tienen miembros ocupando puestos en el nuevo gobierno. “No es tema de ‘mermelada’, es una tema de representación política en el gobierno, y en el Partido de la U no la tenemos. ¿Yo cómo le voy a explicar a mis electores que soy parte del gobierno cuando no soy gobierno?”, dijo uno de esos 16 congresistas bajo condición de anonimato. Para complicar las cosas, en varias comisiones parlamentarias en las que comienzan los trámites de las leyes, el gobierno tampoco tiene mayorías, por lo que podría tener dificultades incluso para dar el impulso inicial. En el complicado panorama, los independientes serán los que inclinen la balanza a favor o en contra de Duque en el Congreso. “En lo que estemos en desacuerdo votaremos en contra y en lo que estemos de acuerdo acompañaremos al gobierno”, dijo a Reuters el senador Germán Varón del partido Cambio Radical que tiene 46 legisladores en las dos cámaras. “Cuando no lo apoyemos, pues tendrán dificultades”. Pero el senador del izquierdista Polo Democrático Jorge Robledo no se confía del discurso del mandatario y cree que los independientes atraídos por el clientelismo serán el comodín para Duque en el Congreso. “Por la vía de la independencia y a punta de mermelada (clientelismo) van a cuadrar las mayorías. Eso no quiere decir que el presidente no tenga sobresaltos, problemas, que se le pueda armar una crisis”, afirmó Robledo. Sin embargo, los aliados de Duque en el Congreso, como la senadora del Centro Democrático Paloma Valencia, aseguran que el presidente no hará transacciones para lograr la aprobación de las iniciativas y que la opinión pública presionará a su favor. “La aprobación de las grandes reformas que necesita el país tampoco está sujeta a los intereses clientelares de los partidos sino a que la opinión pública nos ayude a presionar a los políticos para que aprueben lo que Colombia necesita”, afirmó. La coyuntura genera preocupación en las agencias calificadoras por el posible naufragio de las reformas, que consideran necesarias para la economía colombiana. El país tiene el grado de inversión con perspectiva estable de Fitch y Standard & Poor’s. “Reconocemos que la fragmentación política o la confrontación pueden complicar la tarea de aprobar esas reformas, está ahí y eso es parte de la perspectiva negativa que tenemos sobre la calificación”, dijo Samara Mazad, vicepresidenta de Moody’s, que mantiene a Colombia en grado de inversión con panorama negativo.

 

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