La crisis provocada por el Covid-19 ha actuado como un acelerador extremo de varias tendencias digitales que, si bien ya se habían comenzado a desarrollar de manera sostenida en años recientes, se han consolidado a pasos agigantados como consecuencia de la pandemia. 

Un claro ejemplo de esta dinámica es la Banca abierta (Open banking), una tendencia global que promueve que las instituciones financieras den acceso a los datos de sus usuarios de forma automática y segura por medio de “interfaces de programación de aplicaciones” (APIS, por sus siglas en inglés), siempre y cuando el usuario otorgue su consentimiento explícito a terceros autorizados para acceder a dichos datos.

No siempre queda claro el valor añadido que otorga la Banca abierta. Lo primero que se debe establecer es que el concepto no es nuevo, pues existe desde que la banca ofrece servicios alternos (pagos, compras, servicios) y se refiere a una “liberación” de información entre diversas plataformas digitales para facilitar una mayor interconectividad y aumentar el portafolio de servicios disponibles. Gracias a las APIs abiertas, el banco puede integrase o embeber sus servicios en canales de terceros o convertirse en un ecosistema o centro de control de operaciones financieras digitales.

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En su fase de mayor alcance, la Banca abiertaincluye compartir o consumir con terceros no solo datos de los usuarios, sino también servicios financieros. Un ejemplo claro se da con la iniciación de pagos, donde un tercero autorizado realiza el requerimiento en nombre del usuario a una entidad financiera para realizar de manera directa un pago, la apertura de una cuenta de ahorros o la solicitud de un crédito a través de canales externos.

El uso de APIs abiertas puede acelerar la colaboración en el sistema financiero, al tiempo que promueve la innovación, transparencia y competencia en el sector financiero. Todas estas sin duda características que muchos reguladores desean impulsar en sus propios mercados. Es por esto que en muchos países el tema de la Banca abierta sea impulsado directamente por el regulador, como es el caso del Reno Unido, la Unión Europea, o México y Brasil, en el caso de la región latinoamericana. 

En otras naciones, el propio mercado es el impulsor de esta tendencia, como son los casos de Estados Unidos y Colombia donde imperan esquemas voluntarios. 

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A más competencia e innovación, una mayor inclusión financiera, pues se otorga a los terceros autorizados y a otros bancos una mayor posibilidad de conocer a los clientes y poder satisfacer sus necesidades. Esta visión holística del comportamiento transaccional se traduce en una mayor inclusión de usuarios que sólo poseen una cuenta de ahorros y que muchas veces no son sujetos de crédito en una determinada institución, al tiempo que la competencia promueve el desarrollo de productos financieros más asequibles o la creación de infraestructuras que permitan iniciativas que apoyen la identidad digital y la documentación simplificada.

Los terceros autorizados a consumir los datos de los usuarios de las entidades financieras pueden ir desde Fintechs, empresas de retail, empresas de tecnología, plataformas, empresas de telecomunicaciones, etcétera. Bajo este contexto, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), miembro del Grupo Banco Mundial, impulsa IFC DigilabSandox, un programa diseñado para que las instituciones financieras latinoamericanas aceleren la adopción de las APIs abiertas. 

IFC DigiLab Sandbox es un programa diseñado para que las instituciones financieras latinoamericanas aceleren la adopción de las APIs abiertas. El objetivo es ayudar a crear una cultura de Banca abierta, desarrollar una ruta de implementación, experimentar en un sandbox (entorno de prueba) con soluciones innovadoras y ganar tiempo y margen de maniobra para su comercialización (time to market)Se busca crear capacidades internas tanto en áreas de negocio como tecnológicas sobre buenas prácticas y modelos de negocio exitosos a nivel global que puedan ser considerados para la estrategia de la institución financiera.

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Asimismo, IFC trabaja con algunos supervisores de la región para promover la concientización en el sector financiero sobre los beneficios que la Banca abierta generará en sus instituciones, pero también para hacer conciencia sobre los retos de su implementación. 

La Banca abierta es uno de los cimientos para fincar un futuro donde compartir datos será una práctica compartida por otros actores de la sociedad, tales como empresas del sector salud, la industria financiera, aseguradoras, gobierno, telecomunicaciones, etcétera. Toda una nueva Sociedad abierta, donde la eficiencia y la agilidad redefinirán el mundo como lo conocemos. 

*Lariza Galindo es Associate Operations Officer de IFC para América Latina.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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