Diciembre es un mes especial, tiene sus velocidades y ritmos particulares. Todos andamos corriendo de aquí para allá cumpliendo compromisos personales, familiares y laborales. Y de pronto, toda la prisa y las presiones decembrinas llegaron a su punto más álgido y estallan como una burbuja jabonosa. Los compromisos se acaban, llega un momento de recogimiento. Muchas veces, estos momentos son los que propician rupturas: muchas parejas se separan, hay relaciones que terminan, la gente pierde su trabajo. Diciembre es un mes de cierres y recomienzos.

En el último mes del año, las relaciones, ya sean personales o empresariales, a menudo experimentan desafíos y conflictos que pueden llevar a rupturas. La variedad de situaciones resulta diversa: tal vez los cierres de presupuestos nos lleven a tomar decisiones sobre plazas que se deben cerrar o en torno a unidades de negocio que ya consumieron su tiempo para ser rentables; puede ser que el periodo de prueba de alguna persona llegue a su fin o que la etapa de entrenamiento de un grupo haya concluido sin los resultados deseados. Es posible que decidamos cambiar de proveedor porque las condiciones ya no son favorables. En fin,  tal vez, sea un desencanto objetivo o bien un golpe de realidad lo que nos lleve a entender que hay relaciones que se ponen en crisis. Así como sucede en en terreno profesional, pasa en el ámbito personal.

En tales momentos, la capacidad para navegar la ruptura o, incluso mejor aún, para reparar la relación antes de que la ruptura ocurra, es fundamental. Estos momentos son críticos y requieren habilidades específicas que ayuden a restaurar aquello que se rompió: la confianza, la comunicación efectiva y la comprensión mutua. Para reparar relaciones en crisis, necesitamos de un conjunto diverso de cualidades tanto emocionales como pragmáticas que son esenciales para enfrentar estos desafíos.

La habilidad fundamental para navegar una ruptura en una relación, sea esta personal o empresarial, radica en la inteligencia emocional. Esta capacidad comprende el autocontrol, la empatía y la conciencia emocional. A través del autocontrol, uno puede gestionar sus propias emociones en momentos tensos, evitando respuestas impulsivas que podrían exacerbar la situación.

Por otro lado, la empatía permite entender los sentimientos y perspectivas del otro, facilitando la comunicación efectiva y la búsqueda de soluciones. La conciencia emocional, por su parte, implica estar en sintonía con las propias emociones y las de los demás, lo que permite identificar las señales de tensión y abordarlas adecuadamente antes de que se conviertan en un problema mayor.

Por supuesto, la comunicación efectiva se destaca como una habilidad clave para navegar la ruptura en las relaciones. Esto implica la capacidad de expresar ideas claramente, escuchar activamente y resolver conflictos de manera constructiva. La escucha activa, una actividad tan rara, es particularmente crucial, ya que permite comprender plenamente las preocupaciones y puntos de vista del otro, fomentando así un diálogo respetuoso y abierto. No es fácil, pero es posible. Para ello es necesario hacer esfuerzos por tender puentes de comunicación que ya se rompieron.

Es evidente que la capacidad de resolver conflictos de manera constructiva implica encontrar soluciones que sean mutuamente beneficiosas, superando las diferencias y trabajando hacia un objetivo común. Queda claro que vale más anticipares y de ser necesario, arreglar las cosas antes de que se rompan. Para reparar una relación, personal, familar o laboral,  antes de que se produzca una ruptura, se requieren benignidad y comprensión. Esto implica la disposición para perdonar errores pasados y tener una visión comprensiva de las motivaciones y circunstancias que pueden haber llevado a la situación actual. El perdón no implica olvidar, pero sí permite liberar el resentimiento y abrir espacio para la reconciliación.

Antes de que se rompa una relación se necesita tener  compromiso y flexibilidad. Ser flexible y estar dispuesto a ceder en ciertos puntos puede ser esencial para encontrar un terreno común y avanzar juntos. El compromiso refleja la disposición para trabajar en conjunto y hacer ajustes para mejorar la relación. Además, hay que tener disposición para aprender de la experiencia y crecer a partir de ella es fundamental en la reparación de relaciones. Reconocer errores pasados, aprender de ellos y comprometerse a mejorar ayuda a construir una base más sólida para el futuro.

Claro que hay veces que el daño ha avanzado tanto que ya no se puede corregir la situación o bien, hay momentos en los que nosotros no somos las personas que tomamos la decisión y tenemos que transitar hacia la ruptura. Para ello, también es necesario salir en la forma más gloriosa posible.

Si hay un integrante de nuestro equipo de trabajo que ya no podrá seguir con nosotros, si la decisión de cambiar de proveedor es irrenunciable, si seguir con las condiciones actuales es imposible y la ruptura se va a dar, también es preciso navegar con precaución en aguas turbulentas. Romper no significa desgarrar. Las separaciones pueden y deben ser lo más civilizadas posible para evitar daños colaterales.

Una ruptura que se plantea en forma adecuada deja puertas abiertas al futuro. No queremos bloquearnos posibilidades en el porvenir, por ello es tan importante que las crisis se manejen con precaución. Es muy importante tener claro que ocasionó la crisis y poder sustentarlo con claridad. Esta lucidez nos dará oportunidad de valorar si la situación nos llevará a un quebranto irremediablemente o si hay posibilidades de reparación. También será el primer escalón para iniciar platicas difíciles.

La habilidad para navegar y reparar relaciones en crisis implica una combinación de inteligencia emocional, comunicación efectiva, capacidad de perdón y comprensión, flexibilidad, compromiso y aprendizaje continuo. Estas habilidades no sólo son esenciales para resolver conflictos, sino que también promueven relaciones más sólidas y saludables en todos los ámbitos de la vida, ya sea en lo personal o en el entorno empresarial. Porque, por alguna extraña razón, en diciembre se presentan muchas situaciones en las que necesitaremos reflexionar sobre el tema.

Dice el dicho popular: “más vale pensar para hacer y no hacer para estar pensando”. Una ruptura se puede y se debe planear. La planeación ha de prever el menor daño posible para todas las partes. Para que la ejecución nos lleve a conseguir esta mete, debemos tener la precisión de un cirujano y poner todas nuestras habilidades blandas a prueba y en juego.

Contacto:
Correo[email protected]
Twitter: @CecyDuranMena

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

Sigue la información sobre los negocios y la actualidad en Forbes México

¿Te gusta informarte por Google News? Sigue nuestro Showcase para tener las mejores historias

 

Siguientes artículos

Cerveza
2023 estuvo lleno de sabor y solidez en el sector cervecero
Por

La agroindustria cervecera se ha mantenido como una de las actividades más importantes de la industria de la transformac...