Por: Mauricio Brizuela Arce

Mucho se ha escrito sobre las cualidades que cualquier persona debería tener si considera ocupar la posición de CEO. Y quizá es más sencillo identificarlas y señalarlas cuando se trata de alguien ajeno, pero si es momento de considerarlo para uno mismo, entonces aparecen más dudas que certezas.

El perfil de CEO no es necesariamente uno rígido, ya que cada empresa necesitará distintas fortalezas y las mejores cualidades de la gente no siempre pueden caber en una misma caja. Dicho esto, es importante reconocer que ciertas habilidades tienen que desarrollarse e implementarse cuando se toma la dirección de una empresa, y no necesariamente aquellas que se consideran universales. Por ejemplo, no es obligatorio que la persona que aspira a CEO provenga de entornos ejecutivos —como muestra un estudio de The Conference Board de 2020— ni que sean menores de 40 años —la experiencia es un atributo que cada vez se aprecia más, o eso demuestra en países como Estados Unidos, donde la media actual de CEOs está por los 50 años—.

Si se toma en cuenta que la dirección de cualquier organización tiene, en general, las mismas responsabilidades (trabajar con el Consejo de Administración, relacionarse con los inversionistas, plantear estrategias, crear la cultura de trabajo de la empresa), entonces es más sencillo distinguir lo que hay que considerar para responder si se tiene o no madera de CEO. Mi consejo es plantearse las siguientes preguntas.

¿Qué tan bien conozco la empresa que quiero dirigir?

Aunque no es necesario que se tenga experiencia en otros puestos ejecutivos para convertirse en CEO, sí es importante que haya familiaridad con el tipo de negocios, la operación, los aciertos, los errores y las oportunidades que tiene la organización que se desea dirigir. Por eso es una ventaja ser parte de sus filas, en cualquier departamento, porque la persona posee familiaridad con la cultura de trabajo, los procesos y el potencial que existe para llegar a nuevos objetivos.

Si no es el caso, entonces hay que hacer trabajo de investigación para comprender el funcionamiento de la organización, su industria, su entorno, nuevas tendencias de mercado y la competencia.

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¿Cuál es mi método para tomar decisiones?

La intención de esta pregunta es analizar de cerca el proceso por el que una persona llega a una posible solución o nueva estrategia: el tipo de información que toma en cuenta, si suele apoyarse en otras personas, si escucha otros puntos de vista, porque no siempre esas decisiones serán sencillas, populares o libres de riesgos. Y por eso de eso se encarga el puesto de CEO, porque se confía en su visión y valentía.

Sin embargo, quienes mejor dirigen una empresa no lo hacen ignorando las opiniones expertas o haciendo oídos sordos a otros puntos de vista. No deciden de la nada, sino que se apoyan en datos reales, confiables y valiosos; mantienen diálogos con gente con la que no siempre coinciden, pero sí respetan las aportaciones que vienen desde su experiencia. Quienes piensan que las mejores estrategias surgen únicamente de su propia cabeza, no van a llegar muy lejos.

¿Cuánta importancia le doy al aspecto humano?

Todo lo relacionado con lo operacional y técnico dentro de la empresa no puede funcionar correctamente si se deja de lado lo “blando”, o lo humano. De ahí se afina la cultura laboral, los valores con los que la gente se identifica y los objetivos que se convierten en metas conjuntas, los pilares que luego influyen para que los cambios ocurran con más fluidez, que las crisis se resuelvan más rápido y que el propósito de la organización motive a la gente que se dirige. 

Suele ser el aspecto más difícil de gestionar y en el que se encuentran más retos. Pero no es imposible, el secreto es darle la misma prioridad a encontrar inversionistas, cumplir con las regulaciones de la industria o superar la competencia.

¿Tengo curiosidad para seguir aprendiendo?

Llegar a la silla de CEO no quiere decir que no exista nada más por lograr. Más bien, significa que es momento de enfocar el aprendizaje en otras cosas y que es primordial hacer las preguntas adecuadas, sin miedo. Gracias a esa curiosidad es posible detectar posibilidades en el futuro próximo o lejano, desde maneras más eficientes de trabajar, hasta mercados que no se habían considerado. No se trata de que la dirección sea omnisciente, sino que pueda ver un mapa ya trazado y, aún así, plantee la posibilidad de construir un puente para acortar distancias a un ingeniero con la capacidad de hacerlo.

Claro está, la dirección debe estar al tanto de innovaciones y vanguardias, que ayudan a adelantarse a situaciones que generan disrupciones que obligan adoptar tecnologías o modificar el modo en que se hacen negocios.

La cualidad que más se busca en la dirección es, precisamente, dirigir. Eso implica inspirar respeto y motivar a todo el equipo humano de la empresa para que entregue su mejor esfuerzo. Y al igual que con cualquier puesto, bien vale la pena recordar que un buen CEO no nace, sino que se va construyendo de manera continua, aunque ya esté en la dirección, haciéndose estas y otras preguntas para reflexionar sobre lo que puede mejorarse, porque siempre hay algo que puede ser mejor.

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Contacto:

Mauricio Brizuela Arce, presidente del Consejo de Administración y Socio Director de Salles Sainz Grant Thornton

Twitter: @SallesSainz

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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