¿Alguna vez has tenido la encrucijada de tomar la decisión de abandonar algo, de desapegarte de alguien, a pesar de tener la sospecha de que tal decisión no es lo mejor para ti? Esa lucha interna entre seguir adelante o soltar puede sumirnos en laberintos de incertidumbre y preocupación, y envolvernos en una nebulosa de emociones contradictorias. Solemos aferramos a nuestras aspiraciones con las uñas y dientes, temerosos de rendirnos y mostrar debilidad. Sin embargo, en ocasiones esa perseverancia obstinada puede convertirse en nuestro peor enemigo, manteniéndonos atrapados o confundidos en situaciones que nos agotan y nos impiden avanzar hacia la vida que queremos. Cuando nos sentimos así, es natural que aparezca la inquietud de saber ¿por qué nos sentimos llamados a persistir con tal fuerza y tenacidad? 

Para comprender mejor lo que ocurre en nuestros adentros cuando estamos frente a disyuntivas ineludibles o situaciones que nos desafían a tomar decisiones trascendentales que moldearán nuestro rumbo y destino, es importante atender al magnetismo irresistible de la “trampa de la perseverancia”. Así como la trampa de algunos sesgos que nos mantienen en barcos que a todas luces se hunden ante nuestros ojos, para poder identificar cuándo afectan nuestra toma de decisiones.

LA TRAMPA DE LA PERSEVERANCIA OBSTINADA

Abandonar un proyecto, trabajo, relación personal o trayectoria profesional se asocia generalmente con darse por vencido, tener debilidad o falta de compromiso. Decimos que quien lo hace “tira la toalla”, o “deja las cosas a medias”. Se percibe como errático, cobarde, gallina, desertor o poco confiable. Históricamente se nos ha enseñado que el éxito radica en perseverar a través de la adversidad y aplaudimos a los que se distinguen por ser audaces, tenaces, echados para adelante, resueltos o determinados. Como sociedad, poco hablamos de la importancia de “saber soltar, dominar el desapego y dejar ir”. Esto, nos guste o no, es algo que debemos hacer en ciertos momentos.

La historia de Muhammad Ali ilustra el destino de un titán que no logró ver el momento oportuno para retirarse. Como figura colosal del boxeo, enfrentó el desafío crucial de reconocer cuándo era tiempo de ceder el paso y despedirse en grande. Con el juicio nublado, Ali continuó en el cuadrilátero aunque su salud se hacía pedazos. Los estragos de las lesiones cerebrales que sufrió a lo largo de su carrera deterioraron su capacidad motora y le provocaron problemas neurológicos y, aun así, durante años Ali se rehusó a dejar el boxeo a pesar de que los médicos le imploraron hacerlo. Esta historia revela la trágica “paradoja de la perseverancia”: la misma determinación que puede llevarnos a la cima, puede también convertirse en la hoguera que consuma nuestros días dorados.

PARADOJA DE LA PERSEVERANCIA

La perseverancia puede ser una fuerza alentadora pero también una trampa insidiosa. Por un lado, nos impulsa a seguir adelante cuando enfrentamos desafíos, brindándonos la determinación y la resistencia necesarias para superar obstáculos. Nos anima a no rendirnos fácilmente y a persistir en la búsqueda de nuestros objetivos, incluso frente a la adversidad. Sin embargo, esta misma perseverancia puede encandilarnos. Tal ceguera nos aferra tercamente a un camino que ya no nos sirve, no es útil, idóneo ni pertinente, y hace que ignoremos señales de cambio o de evidencia de que una situación no está dando los resultados deseados. En nuestra insistencia por mantenernos firmes, perdemos de vista la necesidad de adaptarnos, evolucionar y considerar nuevas oportunidades o posibilidades. Pero ¿por qué lo hacemos?

La cultura o presión social, familiar o profesional para perseverar se alza como fuerza dominante. Sin embargo, no podemos atribuirle toda la responsabilidad por nuestras decisiones. Existe un cúmulo de sesgos, bloqueos internos y errores de pensamiento que se suman al deseo de perseverar y se tejen a éste para boicotearnos, confundir nuestras percepciones, hacernos fantasear y confinarnos a una telaraña de decisiones mal arraigadas. 

SESGOS Y TRAMPAS QUE AFECTAN NUESTRAS DECISIONES

En primer lugar, estála falacia del “costo irrecuperable”. Es decir, el miedo a desperdiciar lo invertido. Esta sutil trampa hace que nos aferremos desesperadamente a las inversiones pasadas, sean de tiempo, dinero, esfuerzo o algo más; incluso cuando el horizonte se desvanece ante nosotros. 

Imagina tener un concierto esta noche, a pocas horas de éste, empieza a granizar y el evento es al aire libre. Por si fuera poco, tienes una junta importante mañana temprano, y no puedes darte el lujo de enfermar a causa de la lluvia. La decisión de no ir parce un“no brainer”¿cierto? Pero ¿apoco no se complicaría un poco si sumamos a la ecuación que fue muy complejo conseguir el boleto, que costó carísimo menguando tus ahorros y que el artista nunca regresará a México? Te preguntarás ¿qué tendría eso que ver con mi decisión? Acaso ¿el clima no sigue siendo el mismo y la junta de mañana no sigue en pie? Lo que nos pone en aprietos no es la decisión en sí misma, sino “la sensación de tirar a la basura lo invertido”. Desperdiciar lo valioso no está padre.

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Por si no fuera poco, a medida que invertimos más tiempo, esfuerzo y recursos se vuelve cada vez más difícil separarnos de algo o despagarnos de alguien. Y caemos en la segunda trampa: “Creemos que es necesario duplicar esfuerzos”. Ilusos, pensamos que si luchamos más recuperaremos lo que una vez fue. Nos enganchamos una vez más, ahora con más recursos, lo que exacerba nuestra resistencia a renunciar.

El tercer sesgo ocurre por nuestro “miedo a perder algo o a alguien”. Temerosos de sucumbir ante la sensación de derrota nos enfocamos y sobrevaloramos lo que podríamos perder si renunciamos o abandonamos algo, en lugar de ver las oportunidades o ganancias que podrían surgir si exploramos otros caminos. Dejamos de ver que, a veces, al quedarnos, perdemos más.

Otra barrera psicológica que suele impedirnos renunciar es el “deseo de mostrarnos siempre como alguien constante o comprometido”.Nos esforzamos tanto por mantener una identidad consistente para nosotros mismos y para otros, que creemos que, de no hacerlo, nos juzgarán de indecisos o poco confiables. Para algunos, nuestras identidades están tan entrelazadas a lo que hacemos que nuestro instinto es proteger esa imagen: lo que hace que nos apeguemos a las cosas o a las personas aún más. No es coincidencia que este deseo esté ligado al hambre de pertenencia, reconocimiento y aprobación que tenemos todos.

Shakespeare decía que la vida es un escenario y nosotros meros actores. Estemos o no de acuerdo con el dramaturgo, lo cierto es que, en el telar de la vida, cada uno de nosotros se convierte en actor en su propio escenario. Se nos otorga el poder de tomar decisiones, de tejer nuestras propias historias. Y en ese complejo entramado de elecciones, la valentía de soltar se revela como una afirmación poderosa de nuestro libre albedrío, voluntad o autodeterminación y capacidad de evolucionar. En un mundo que reverencia siempre a quienes persisten incansablemente, es esencial recordar que no siempre la perseverancia es la ruta más apropiada. A veces incluso puede convertirse en nuestro peor “faux pas”. En la vida, la sabiduría reside en saber cuándo retirarse y abrirse a las infinitas posibilidades que aguardan más allá del telón o un mismo escenario.

Sin importar nuestra situación actual, emana la necesidad de preguntarnos de vez en cuando: ¿Cuánta afinidad y complicidad siento con lo que hago? Y, quizás lo más trascendente: ¿me encuentro aquí, por temor a sentirme perdido si renuncio a este camino? O ¿por evitar sentir que he malgastado el tiempo o que he errado en mis decisiones? Solo a través de ese profundo cuestionamiento y autocrítica se alzará la posibilidad de trascender nuestras decisiones pasadas y abrirnos a una renovada plenitud. Bienvenida la decisión de la armonía para lograr la armonía de nuestra decisión.

Suscríbete a Forbes México

Contacto:

Twitter: @requena_cr

Facebook: Carlos Requena

Página personal: Carlos Requena

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Google-imágenes-IA
Inteligencia artificial y derechos de autor
Por

El uso masivo de tecnologías de inteligencia artificial en las industrias creativas nos lleva a redefinir quién es un au...