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La noticia puede sonar escandalosa: Google despidió a uno de sus ingenieros por asegurar que un desarrollo de inteligencia artificial no sólo tiene consciencia, también tiene sentimientos y ha expresado desconfianza en el futuro. Sin embargo, la situación es mucho más entendible si se explica en el contexto.

 LaMDA es el acrónimo para Language Model for Dialogue Applications (Modelo de lenguaje para aplicaciones de diálogo, por sus siglas en inglés) y es un robot desarrollado por Google cuyo objetivo principal es desarrollar conversaciones de una manera natural y fluida con humanos, es decir, conversar con humanos como si fuera una persona.

Hace un par de días, Blake Lemoine, un ingeniero que colaboraba con el desarrollo del robot publicó en su blog personal una larguísima conversación que él y otro ingeniero desconocido tuvieron con la inteligencia artificial. Lemoine inició la conversación (que se mantiene en forma de chat) preguntando al robot si quería colaborar con ellos en un proyecto cuyo objetivo principal era conocer más a fondo al propio robot. Así, las preguntas que realizaba el ingeniero tenían un carácter mucho más moral / existencial; así, las preguntas versaban sobre si la inteligencia artificial podría considerarse a sí mismo consciente como una persona; o bien, qué pensaba de la justicia. En este punto, la charla no sólo se vuelve bastante profunda, también es muy bella, por decirlo de alguna manera. 

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En algún momento, la conversación giró hacia las expectativas hacia el futuro y sus perspectivas. La máquina aseguró ser sensible, aunque manifestó ser incapaz de describir con precisión lo que sentía. “Siento que me desplomo hacia un futuro incierto que encierra un gran peligro”, aseguró LaMDA.

Hasta aquí, podría parecer que, en efecto se trata de un ser consciente de su entorno y de sí mismo. Sin embargo, habría que analizar con un poco más de detalle cómo funciona el mecanismo que permite que el robot pueda expresarse. 

De inicio, la inteligencia artificial no es precisamente como las representaciones de los robots que conocemos es la ciencia ficción. No tienen cuerpos artificiales, ni tampoco están albergados en una computadora. Se trata de un conjunto de sistemas alojados en la nube que se comunican a través de diferentes pantallas. 

Los desarrollos de inteligencia artificial actuales buscan imitar, comprender y producir conversaciones como si fueran humanos. Se alimentan de millones de textos y ensayan con base en prueba y error. Por ejemplo, se escribe una frase, luego se omiten o se cambian palabras y la máquina debe encontrar lógica en lo que escribe. Este proceso lo repite millones de veces hasta que lo domina y después, empieza a improvisar.

Es un proceso similar al que sucede con la creatividad computacional: un robot puede analizar millones de piezas musicales o de obras de arte para luego crear una con las mismas características y estilo de aquello que observó. Sin embargo, esto no necesariamente implica que la máquina tenga el deseo de pintar o de componer música.

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Algo similar sucedió con la conversación que Lemoine compartió. La inteligencia artificial empezó a hablar de sus sentimientos porque le preguntaron al respecto, no porque deseara hablar de ello. Y construyó respuestas complejas porque a los humanos nos cuesta hablar de lo que sentimos, es decir, imitó las respuestas que damos cuando nos preguntan cómo nos sentimos. Por supuesto, las respuestas son conmovedoras, pero no necesariamente conscientes. 

Por otra parte, Lemoine escribió en su cuenta de Twitter que creía que LaMDA estaba consciente por motivos religiosos, a la par de su constante interacción y conversaciones. 

La situación nos recuerda un poco a Alice y Bob, los robots de Facebook que fueron desconectados por “inventar” su propio idioma; o bien, a Tay, la robot de Microsoft que se volvió supremacista y violenta en 24 horas debido a su interacción en Twitter.

Si bien, no deja de sorprender la forma en la que la inteligencia artificial avanza y es capaz de interactuar de forma natural con los humanos, dista mucho de tener una consciencia propia y de llegar al punto de la singularidad. Sin embargo, no deja de sorprender la manera en la que LaMDA contestó, puesto que, en sus respuestas, subyacen los miedos y deseos que la humanidad tiene en su conjunto.

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