Una de las grandes problemáticas que vivimos hoy en día es tratar de entender a que se refieren políticos y oposicionistas cuando hablan de que ‘fue el Estado’, y nos avientan una serie de definiciones, tanto conservadores como liberales, sobre lo que piensan que es el derecho y su consecuencia directa: el Estado de Derecho. Entendidos como una serie de preceptos diseñados para establecer las condiciones de una vida social productiva, segura, ‘feliz’, el Estado de Derecho es, para todos sus integrantes, y con el fin de garantizar la segura continuidad y existencia concreta de esas condiciones, la aplicación de aquellas fuerzas que por lo general se presentan como imaginariamente reales, y que son la coerción, la violencia, la represión, como formas de control, únicamente sobre las acciones de aquellos personajes que violentan las posibilidades de convivencia armónica y atentan con nuestra búsqueda de la ‘felicidad’, ideal que perseguimos todos los integrantes de una sociedad. En este sentido, el porcentaje importante de razón que tiene el reclamo de que ‘fue el Estado’ el responsable de la violencia que tantas vidas ha cobrado en nuestro país, lo tiene, ese mismo reclamo, al reconocerlo también como una forma de autocrítica que significa que efectivamente, al ser el Estado el culpable de la violencia, la muerte que hoy en día es la constante en México, somos todos culpables de esas muertes -más de 180,000, y más de 25,000 desaparecidos entre 2006 y 2016- porque todos somos el Estado. El otorgamiento de quienes lo administran en su turno, y que son elegidos en forma de concurso preferencial, sólo otorga, a los gobernantes y responsables de mantener el Estado en condiciones de gobernabilidad que nos dé la posibilidad de vivir en armonía, disfrutando la aportación que hacemos cada uno de nosotros a la permanencia de ese estado, una potestad temporal en la que debería ser un privilegio la posibilidad de contribuir a la normatividad de instrucciones para una convivencia funcional. Sin embargo, la recurrente exhibición de los abusos de poder y económicos que hemos visto de parte de funcionarios, exfuncionarios, políticos y burócratas, que crean cada sexenio, cada año, una nueva generación de ‘adinerados’, ha metamorfoseado el objetivo de esa digna función que debería ser el servicio público, en una oportunidad de negocios fáciles, al extremo de ya no importar la calidad del trabajo, sino solo la lealtad al líder del grupo, actuando entonces como autentica pandilla que, en el reparto de los bienes obtenidos en el transcurso del ‘puesto’ obtenido -prebendas, cuotas, dádivas- garantizan la posibilidad de seguir lucrando en el laberinto de la administración pública, extendiendo sus controles financieros a la cobertura de los medios de comunicación, asegurando la discreción de la misión con una red ampliada de cómplices. Este actuar pandillero ha provocado en nuestra sociedad que todos los que no están en la jugada, solo buscan maneras de entrar y beneficiarse de las posiciones que den la oportunidad de ‘adinerarse’, por lo que entonces, desde la imitación cotidiana de las acciones de los enfermos ‘modelos sociales’ a seguir -los famosos lores y ladies de las redes-, hasta la esperanza de poder estar en la pandilla ganadora -el famoso ‘diosito no te pido que me des, sino que me pongas donde hay’-, efectivamente, el ‘Estado’, que somos todos, es, somos, el responsable de la decadencia de nuestra sociedad en este momento histórico. Todos responsables de haber permitido que personajes grises ascendieran al poder y pudieran generar el estado de caos, desorden y violencia que vive hoy México. La violencia y falta de estructura social es responsabilidad de todos, y la denuncia permanente sin convicción demostrada en el actuar cotidiano -acción que facilitan las redes, creando falsos profetas de la revolución digital-, es parte de esta mecánica de corrupción. Cada pueblo tiene el gobierno que se le parece. Sin ética, sin educación ni decencia, esta mecánica sólo tendera a descomponerse aún más, como ha ocurrido específicamente en los últimos diez años en donde la corrupción desbordada que ha llegado a afectar la propia credibilidad de nuestros ‘lideres’ -la corrupción no solo manifestada en el abuso personal de las finanzas, sino también en la complicidad silenciosa, en la incompetencia- y por lo tanto generando una tolerancia y permisividad en la sociedad que, enfocada solo a ese beneficio financiero que le dará ‘razón’ de vida, acepta como valor cualquier pretexto que limpie un poco la poca conciencia colectiva. La nueva dinámica de interrelación que posibilitan las redes libres de comunicación y que están generando diálogos más abiertos, exposiciones más reales del acontecer cotidiano, exhibiendo comportamientos que la sociedad de la nueva era digital ya encuentra como censurables, por un lado, y encomiables, por otros, está dando la posibilidad de definir una nueva sociedad que, en la conciencia permanente del ‘ojo público’ comience cambiar sus principios, su conciencia, la definición de un nuevo Estado de Derecho. Así, será el ‘estado’ el que posibilite el cambio y nos abra la posibilidad de un futuro estable que estudie y juzgue estos tremendamente violentos años en su triste dimensión real.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @lgsrock101 Facebook: Rock101 Página web: Rock101online.mx   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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