Playas de arena blanca, aguas azul turquesa, jungla tropical y la cultura maya. El Mar Caribe atesora uno de los destinos más idolatrados por viajeros internacionales.   Los paraísos terrenales son un arma de doble filo. Son sumamente atractivos para negocios turísticos, pero precisamente convertirlos en negocio es lo que puede condenar a un paraíso a ser el lugar más común de la faz de la Tierra. Hace seis años una inversión de 115 millones de dólares (mdd) amenazaba con poner esta tesis en práctica en Mayakoba, Riviera Maya. Manglares, selva, playa y fauna local tenían un futuro incierto. Rosewood Hotels & Resorts —fundado en 1979 y con oficinas centrales en Dallas, Texas— podía haber tomado la decisión errónea. Sin embargo, y al igual que en sus otras 18 propiedades, pusieron en marcha la filosofía Sense of Place reflejando la historia naturaleza, arquitectura y sensibilidad del destino en su apuesta hotelera. El resultado: 650 hectáreas con 130 suites (con piscinas privadas), un campo de golf diseñado por Greg Norman, llamado El Camaleón, y la Certificación Rainforest Alliance como carta de presentación. La teoría también la extienden a Sense Spa a través de tratamientos que reflejan la cultura y la naturaleza de la región. Damos fe de haber puesto nuestros pies en un oasis enclavado en un escenario auténticamente natural. En mayo de 2014 la compañía operadora de hoteles premium dio a conocer los planes para la marca. La inauguración de Casa Laguna —villa privada de más de 3.5 millones de dólares que ha atraído a celebridades como Jessica Alba— enlaza empresarialmente con el proyecto Rosewood Residences, 33 villas situadas en torno a la laguna con una inversión superior a los 90 mdd. El reto está en mantener la filosofía que aprecia el valor del lugar. Los patrones del lujo están migrando hacia la exclusividad de lo ecológico, más que de lo ostentoso. Las suites son buen ejemplo de ello. El espacio antes era sinónimo de lujo. Hoy, también. Pero ahora lo revisten de materiales autóctonos, como maderas locales o piedra caliza. Y la privacidad sigue siendo fundamental. Lograr que en un hotel parezca que eres el único huésped no es sólo un despliegue de cortesías. Es pensar, desde que se traza la primera línea de la primera suite en el plano del proyecto, que la perspectiva desde el diván mire hacia el punto donde el horizonte azul se encuentra con la verdosa e inmóvil laguna. Y hacerlo realidad no una vez, sino 130. Ruinas mayas y naturaleza Visitamos las ruinas de la ciudad ancestral de Cobá, un sitio arqueológico escondido en lo profundo de la selva tropical. Recorrimos en bicicleta un camino entre exuberante vegetación antes de llegar a los templos de este centro ceremonial maya. Después, se puede elegir entre visitar el cenote sagrado o nadar entre formaciones submarinas naturales de estalactitas y estalagmitas en aguas cristalinas de las cuevas sagradas. Es posible conocer la flora y la fauna de la zona. Solamente hay que embarcarse en un eco-tour en uno de los botes que hay en la laguna de Rosewood. Raquel, la bióloga residente nos explicó por qué es el hogar de más de 270 especies, de las cuales aproximadamente el 20% están protegidas, y relató la peregrinación de 25 especies de aves migratorias. Aunque, llegado el momento de partir, alguna prefiere quedarse en vez de poner rumbo hacia el frío polar. Sense, a Rosewood Spa Caminamos por la selva tropical y descubrimos, al final del sendero de madera húmeda tras la lluvia, una cabaña camuflada entre la vegetación. Hay varias dispersas a lo largo de los kilómetros cuadrados de la isla donde se sitúa el Spa de Rosewood Mayakoba. Un regalo para los sentidos. Fue diseñado como un retiro dentro del resort con 12 salas de tratamiento y ocho Island Suites. Es el lugar donde agua y tierra se reencarnan en terapias holísticas que incorporan ingredientes autóctonos elaborados a partir de plantas locales como el aloe y el agave. Descubrimos cómo la cultura maya empleaba los elementos naturales para lograr bienestar y equilibrio. Forbes recomienda Sólo tres ingredientes: yogur, miel y avena y 90 minutos cambian visiblemente el estado de la piel. El primer ingrediente la sana, mejorando su textura e hidratándola. El segundo la exfolia y, posteriormente, una infusión de yogur y miel —rica en antioxidantes— asegura un manto constante de humedad. La piel recupera su lozanía, se siente más tersa y jugosa, y los sentidos se relajan gracias al aroma de los eficaces activos naturales. paraisos_terrenales1

 

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