Devoción artística con Gabriela Cartol

Costa Rica en esencia

Es un día de verano y los paisajes son propios de una fábula: montañas, árboles frondosos, mantos verdes, cielo azul y un sol radiante bajo el cual pastan grupos de vacas; cabañas encantadoras y pueblos apacibles. Aquellas vistas prevalecen a lo largo del trayecto en auto desde Ginebra hasta la Manufactura Breguet, situada en L’Orient, en el corazón del Valle de Joux: “la cuna de la alta relojería”.

La luz natural ilumina la recepción de la edificación donde yace una de las antiguas máquinas para guilloché, como testimonio de una tradición artesanal centenaria que la firma se ha esmerado en perpetuar. Esa minuciosa práctica es parte del legado de su fundador, Abraham-Louis (A.L) Breguet, y un elemento vertebral de los códigos estéticos que distinguen a sus piezas.

BREGUET
Foto: Vallée de Joux Tourisme.

Alisa Glauser, International Customer Care Manager de Breguet, guía nuestros pasos por la zona donde las máquinas con motor de rosas adquieren vida por medio de las manos de artesanos que, con movimientos exactos, crean patrones simétricos en diales delicados. Intentar esa proeza en primera persona nos permite entender su complejidad y admirar, aun más, el valor artístico de esta labor que también amerita una habilidad visual largamente desarrollada.

Territorio de Haute Horlogerie

El Valle de Joux tiene un vínculo de larga data con la historia de Breguet. Se remonta a mediados del siglo XIX, cuando A.L. utilizó piezas de movimiento hechas por habitantes de este territorio. Pasaron más de dos centurias antes de que los talleres de la firma fueran reubicados en esta región. La apertura de la Manufactura en L’Orient ocurrió en 2004 y tuvo dos grandes expansiones, la última en 2013.

Dentro de la propia Manufactura se han restaurado tornos de antaño y reconstruido máquinas, dotándolas de equipos avanzados en materia de ergonomía, iluminación, óptica y precisión. Además del taller destinado a este trabajo, Breguet ha creado una oficina dedicada a la investigación del guilloché y al desarrollo de nuevas sucesiones decorativas.

El anglage, igualmente, alcanza en Breguet el grado de oficio artístico. Este acabado consiste en eliminar con una lima las aristas de los distintos componentes, formando un bisel de 45 grados, cuyo ancho debe ser constante y con ángulos perfectamente paralelos. Asimismo, el pulido debe brindar un reflejo uniforme. Y, nuevamente, constatamos que este proceso, en su conjunto, requiere de una destreza por
demás extraordinaria.

Otro de los elementos de identidad de la firma es el grabado. La excepcional capacidad que tienen los artesanos de respetar la gramática estética propia de la maison, sin abandonar su expresión artística personal, es un aspecto que destaca Glauser. Entre las técnicas especializadas que dominan, se cuenta el grabado a mano de las letras y los números que figuran en el fondo de los relojes; éste, un detalle muy poco habitual en la industria.

Breguet
Foto: Breguet

El lanzamiento de la nueva generación del histórico cronógrafo TYPE XX nos lleva a conocer, desde adentro, cómo se gesta una pieza de alta relojería en la manufactura Breguet

Mecánica de una pasión

El afecto que el equipo siente por su trabajo es evidente cuando comparte sus conocimientos, así sea por breves instantes, antes de regresar al estado de concentración honda que requiere su oficio. Esa entrega permea la zona donde tienen lugar algunos de los procesos de ensamble de movimientos. Aquí, el espíritu inventivo de A.L. y el ánimo de progreso de la firma se manifiestan en conversaciones altamente técnicas y en componentes milimétricos.

Un concepto vital en el vocabulario de la alta relojería es, indudablemente, el tourbillon. El acercamiento con diversas versiones del mecanismo ensancha el entendimiento del porqué esta complicación ha causado, y sigue causando, tanta fascinación desde que A.L. la registró hace más de 220 años.

Admirar el Breguet Classique Double Tourbillon Quai de L’Horloge es asombrarse con la genialidad y el lenguaje del arte. Se trata de una pieza inusual en la que ambas jaulas del tourbillon están propuestas en la platina giratoria que rota a una revolución cada 12 horas, logrando que el puente que sostiene ambos mecanismos rote en consecuencia, fungiendo como manecilla de las horas.

El grabado en el fondo representa la fachada del edificio que el maestro Breguet ocupó, a partir de 1775, en el número 39 del Quai de l’Horloge de París. Esta obra, realizada en oro, es escrupulosa al punto de que los cristales de las ventanas permiten entrever los rodajes del calibre.

El recorrido continúa hasta llegar a las cabinas, donde la melodía de los timbres para relojes con repetición deleita sutilmente al oído. Esto, como preámbulo del retorno al pasado a través de piezas de colección.

Compilación invaluable

El simpático de sobremesa con reloj de pulsera dependiente, creado según los principios establecidos por A.L. Breguet en 1793, adorna de forma espléndida el taller dedicado a la reparación de montres antiguos.

El pequeño espacio resguarda, además, una joya particular: la reproducción del reloj N° 160, llamado “Marie-Antoinette”, basado en imágenes y descripciones de la pieza que tardó 44 años en desarrollarse, después del misterioso pedido realizado para la esposa del rey de Francia, Luis XVI.

Foto. Breguet

El guilloché era una técnica que se utilizaba para ornamentar una gran variedad de objetos, incluyendo piezas de madera y botones. No obstante, Abraham-Louis Breguet fue el primero en trasponerlo en el rostro de un reloj.

El patrimonio histórico de la Manufactura Breguet y la capacidad de innovación implícita en la gestación de cada una de sus piezas hablan con naturalidad del quehacer horológico distintivo de la casa: la excelencia más allá del cumplimiento de la función.

Es el savoire-faire único de la alta relojería, donde el respeto al legado de sus fundadores, la investigación y el arte son tan vitales como la visionaria forma de contar el tiempo.

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