Patrón, uno de los líderes en exportación de tequila, ha basado su éxito en la lealtad del mercado extranjero, pero poco a poco se ha ganado también el interés del público mexicano, sobre todo en el mercado premium. Ello lo ha logrado a través de un plan de reinstauración de las tradiciones tequileras desde el proceso de elaboración, hasta su filosofía, como prueba de ello la Hacienda Patrón construida en Atotonilco.
Aunque siempre han tenido su destilería en Jalisco, en sus inicios este tequila era creado únicamente para mandar al mercado extranjero (120 países), especialmente a Estados Unidos. En 2009 llegó a México con el objetivo de conquistar el segundo mercado más importante en términos de consumo y desde entonces ha ido ampliando su gama de productos, a la par de que ha incrementado el gusto de los mexicanos. Actualmente presenta un crecimiento a doble dígito, está entre el top 5 de las destilerías más grandes en términos de producción y la más grande en empleos. Uno de sus esfuerzos para regresar a las tradiciones mexicanas – además del uso de tahona en su proceso – es la Hacienda Patrón. A pesar de tratarse de un recinto con la arquitectura tradicional, se trata de una edificación realizada desde cero en las instalaciones de la destilaría por la marca fundada por los estadounidenses John Paul DeJoria y Martin Crowley. Así, en Los Altos de Jalisco vive este gran terreno con edificios de destilado, una fábrica para los licores, zonas dedicadas a la sostenibilidad – a donde llegan los residuos de la planta de agave que no fueron utilizados – jardines y la hacienda que ahora tiene 20 habitaciones, y a las cuales se accede sólo por invitación. Con un estilo colonial español, al interior se vive el lujo de este destilado; una cocina en donde el chef se especializa en alta gastronomía; un largo comedor de madera; un bar con inspiración inglesa y barra en madera de caoba; y un auditorio. Algo que no podía faltar era una capilla, y ésta se encuentra dedicada a la Virgen de Guadalupe. La firma indica que el detalle que le dedican a la creación de sus botellas es el mismo que le dedicaron a esta construcción, por lo que 16 artesanos tallaron a mano los arcos de la recepción y los pasillos, realizados en Cantera, y las paredes se construyeron a la usanza antigua, con 1.5 millones de ladrillos sólidos. Esto, con el objetivo de crear la ilusión de una hacienda de 1,700. Otros de los detalles incluyen un alto domo de ladrillo en el salón principal, un candelero de hierro en la entrada – creado en exclusiva por artesanos de Tlaquepaque – y mobiliario con estilo clásico francés, italiano, indio, inglés y mexicano. Esta combinación de muebles sigue una tradición de los antiguos dueños de haciendas, quienes coleccionaban piezas para sus casas en cada uno de sus viajes.

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