El capitán hace un alto en la marcha del zodiac para pedir a los tripulantes que observen con atención el entorno. A simple vista, un manto blanco cubre la superficie de algo que parece ser una isla de hielo; en tanto, el vaivén del mar, sereno, revela una faceta calma del Océano Antártico.

De pronto, comienza a nevar, y el hombre al mando del bote guía la marcha en dirección al manto que, ya visto de cerca, parece romperse en cientos (tal vez miles) de pequeños bloques de hielo. El zodiac se abre paso y avanza, lento pero con firmeza, a través de esos trozos helados que dibujan un rompecabezas que se antoja infinito al ser visto en la cercanía.

Antártida
Foto: David Merron/QuarkExpeditions

Después, un nuevo alto cerca de una isla revela una casa de madera con una bandera argentina ondeando en el techo. Afuera de la construcción, un centenar de pingüinos permanece inerte, como si fueran estatuas; y el rigor de su postura permite imaginar una vocación marcial asumida por ellos con gran profesionalismo.

El lugar, explica el capitán, aloja a un grupo de científicos cuya presencia es vital para abonar al entendimiento y conservación de una región cuya presencia es fundamental para garantizar la vida en la Tierra. En eso, un lobo marino interrumpe al capitán al asomar la cabeza del agua y empujar algunos bloques de aquel rompecabezas de hielo. Pareciera que, travieso, mirase con curiosidad directamente a la cámara de un afortunado que logra capturar el momento. Aquella presencia inesperada habrá de marcar el inicio de una serie de encuentros majestuosos de frente a la cara más salvaje de la Antártida.

Quark Expeditions es miembro de la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO), por lo cual sigue las pautas establecidas para propiciar un turismo polar responsable

Hacia el fin del mundo

La aventura, sin embargo, comienza en los límites continentales que traza Punta Arenas, en Chile. Aquí, los futuros tripulantes del World Explorer (embarcación de Quark Expeditions, que ofrece rutas para explorar la Antártida) arriban para enfrentarse a los preparativos que exige la travesía.

Es por ello que viven una inmersión anticipada al viaje a través de distintos módulos informativos, donde habrán de recoger la parka y las botas que les arroparán (literalmente) en sus experiencias fuera del barco; y también obtienen una tarjeta de identificación (que incluye información esencial de cada viajero), la cual cumple, además, con múltiples funciones: es llave de camarote y pase de entrada y salida al barco (portarla es un requisito indispensable para realizar expediciones o practicar kayac y stand-up paddleboar-ding). Hay que agregar que, a la postre, la tarjeta se convierte en el souvenir ideal, pues da constancia del paso oficial por esta región.

Expedición a la Antártida
World Explorer Exterior. Foto: Guillaume Marion/Quark Expeditions

El arribo a King George Island, que es la primera parada en la Antártida, ocurre a la mañana siguiente, tras un vuelo de dos horas procedente de Punta Arenas. Y el viaje no puede ser más especial, pues implica abordar un avión-pingüino, atendiendo al dibujo que ostenta el aeroplano en su exterior.

El primer paso al descender del avión se da sobre un tapete desinfectante que asegura la asepsia del arribo a tierra firme. Al cabo de unos minutos, el esperado ascenso al World Explorer se realiza a través de un zodiac que surca por primera vez el océano austral, aquel donde el Pacífico se funde con el Atlántico y el Índico para dar forma a un archipiélago con alma de hielo.

Al día siguiente, la voz del capitán, en punto de las 7:15 am, marca el inicio de las actividades. El desayuno, en formato buffet, transcurre entre vistas magníficas y el descubrimiento de icebergs que reclaman atención y obligan a levantarse para verlos de cerca.

Poco antes del inicio de las exploraciones a bordo del zodiac, muchos tripulantes suben al piso siete del barco para disfrutar un confortable espacio de observación que abarca el horizonte completo, ya sea a resguardo de la intemperie o a cielo abierto. En eso, una multitud abandona el observatorio para dirigirse al pasillo externo: “a las 3 horas en punto”, según se oye decir al capitán a través del altavoz, reafirmando el descubrimiento de los viajeros. Es ahí donde un par de orcas nada a la par de la embarcación y, muy cerca de ellas, otras tres se acercan al gigante de acero.

Llegado el momento, las excursiones ofrecen una inmersión total en la Antártida. Todas se realizan en grupos de 10 personas, idealmente dos veces al día; sin embargo, esto depende en mucho de las condiciones del tiempo, las cuales permanecen monitoreadas en forma constante por la tripulación. Los grupos de exploración se clasifican en colores, que son asignados desde que se aborda el crucero.

Antes de cada excursión, la voz del capitán sale del alatavoz para dar instrucciones precisas. Es común ver a los convocados acudir con entusiasmo al vestidor para ponerse la parka y las botas encima de las múltiples capas de ropa necesarias para asegurar una temperatura corporal adecuada; esto representa un ritual fundamental al visitar una región que rompe la frontera del bajo cero.

En la primera de las dos salidas diarias, el equipo azul se alista (en el vestidor) para recorrer la Antártida. Al mando de la expedición, un capitán australiano augura encuentros con pingüinos y lobos marinos, mientras avanza, veloz, hacia unas colinas nevadas. El bote amarillo a su mando da pequeños saltos que empapan a algunos en las orillas.

Quark Expeditions
Foto: David Merron/Quark Expeditions

Convertidos en auténticos fotógrafos de naturaleza, los viajeros buscan capturarlo todo con sus cámaras y smartphones. Y es así como graban la marcha de un grupo de pingüinos que nada y da saltos en el agua, a sólo unos metros de distancia: primero lo hacen de izquierda a derecha, y después en dirección inversa. Esos pingüinos nadan y dan saltos que lucen sincronizados, y su contemplación ilumina los rostros de todos a bordo del zodiac. El momento es inolvidable.

Después de aquella danza acuática, la cercanía con algunos bloques de hielo gigantes revela una singular gama de azules en la superficie helada de sus formaciones fantásticas. El clima, siempre imprevisible (como se advirtiera desde inicio de la aventura), cambia de golpe en el momento exacto en que un remolino de viento se levanta sobre las aguas por unos segundos y, de nueva cuenta, las cámaras de todos salen de los bolsillos. Entonces, el australiano al mando recibe, a través de su radio, la orden de regresar al World Explorer. En el camino, la cola de una ballena emerge sorpresivamente.

El regreso al barco, sin embargo, es inapelable, y los viajeros se conforman con mirar de lejos y en movimiento aquella silueta parcial que sugiere una talla monumental. Al arribar al barco, un mesero acerca una taza de té a los recién llegados y nace un brindis espontáneo.

LATAM traza la ruta para vivir una aventura en la Antártida de dos vuelos: el primero parte de la Ciudad de México hacia Santiago de Chile, y el segundo tiene como destino final Punta Arenas.

Conquista cumplida

Los tiempos entre una excursión y otra se viven en medio de charlas científicas y clases magistrales en torno a las especies que habitan el reino antártico, así como su geografía y características. Es así como geólogos, biólogos y glaciólogos, entre otros especialistas a bordo, toman el escenario de un confortable auditorio cada tanto para enriquecer la experiencia.

Los vínculos entre los viajeros y la tripulación se estrechan en forma proporcional a los días que transcurren del crucero. La suma de vivencias compartidas, dudas resueltas y acompañamiento abona al surgimiento de una camaradería franca.

Las excursiones a bordo del zodiac en los días subsecuentes habrán de ser extraordinarias: primero, con una parada en una isla habitada por miles de pingüinos que no se inmutan ante la cercanía humana. El camino a través de la nieve al visitarlos se encuentra bordeado sutilmente por banderas que propician el guardar distancia y la contemplación de aquel habitat se documenta con fidelidad.

Quark Expeditions
Foto: David Merron/Quark Expeditions

En otro momento, el descenso a una zona montañosa deriva en un senderismo que culmina con nuevas vistas majestuosas del entorno. A lo lejos, una postal del barco reposando en un jardín de hielo reta la capacidad de asombro. Pero no queda duda de la veracidad del instante vivido aunque la danza de un nuevo grupo de pingüinos llene de gracia el regreso al crucero. Más tarde, la ventana abierta en el balcón del camarote permite el paso de frío antártico. Entonces comienza a nevar y el recuerdo de un rompecabezas de hielo que se antoja infinito aterriza en la memoria. A medida que cae la noche, el vaivén del mar aviva la conciencia planetaria e induce al descanso supremo en los confines del mundo.

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Explorador inalcansable

Las comodidades que ofrece el World Explorer, barco de Quark Expeditions, permiten vivir con gran confort el descubrimiento de la Antártida. Las cabinas cuentan con vistas a un manto acuático conocido como Océano Austral, en el extremo sur del Pacífico, mientras los espacios comunes invitan a la contemplación absoluta, sin prisas, tanto en las múltiples salas dispuestas a lo largo del barco como en el observatorio del piso siete, desde donde la vista del horizonte se vive a cielo abierto. Muy cerca, una alberca y un área de jacuzzi reciben a quienes desean vivir la sensación inusual de reposar en aguas cálidas bajo la nieve con el barco en movimiento. 

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