Hoy, México es un país con estabilidad económica, confianza internacional, inflación controlada y un tipo de cambio con ajustes graduales, entre otros aspectos. Pero también es cierto que no hemos logrado superar rezagos y construir los consensos necesarios. Los mexicanos debemos contar con la imaginación suficiente para tener claro cuál es nuestro horizonte de largo plazo y, así, modernizar el entorno legal y económico que facilite y dé congruencia a un Estado de derecho impulsor de un desarrollo social equilibrado, con un gobierno eficiente, un sector privado productivo, una educación de calidad y una incorporación tecnológica a la altura, en términos de competencia, con el mundo. Nuestro país vive un momento histórico que representa una buena oportunidad para distinguir en qué estamos de acuerdo todos los mexicanos y construir un proyecto de nación a largo plazo, a partir de un consenso democrático, responsable y a la altura de las circunstancias. El reto inmediato parece simple, pero, en el fondo, es muy complicado, porque hay que saber construir nuevas formas de gobierno, sin destruir lo ya alcanzado. Por eso, tratar de convencer a la gente de que todo lo que hemos hecho por tantos años los mexicanos no vale nada está fuera de la realidad; al contrario, si comparamos nuestra posición frente a otros países, debemos estar muy orgullosos de lo alcanzado y, sobre esa plataforma de éxito, comenzar a construir nuevos estadios de desarrollo. Resulta imperativo contar con un proyecto claro de nación, pero es indispensable alcanzar los acuerdos fundamentales que incor­poren democráticamente el sentir y la vocación de los mexicanos. Una señal muy positiva por parte del nuevo gobierno sería que incluyera en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024 las necesi­dades del país de manera realista, económicamente hablando, y factibles en términos financieros, pero, sobre todo, que lo plasmado en el documento sea inclusivo en los aspectos políticos. El Plan Nacional de Desarrollo debe trazar las líneas centrales estratégicas que seguirá el país en los próximos años; es decir, representar el marco de referencia que señala qué se quiere, cómo se quiere, cómo se puede y cuándo se quiere, a un horizonte de corto, mediano y largo plazos. Ofrecer ilusiones que el país no puede cumplir es injusto para una población ávida de progreso, así que el documento de la administración de Andrés Manuel López Obrador debe estar respaldado por el esfuer­zo cotidiano de cada ciudadano. Un gobierno paternalista que no incorpore deberes y obligaciones, ni ponga en primer lugar que el tra­bajo responsable se construye con esfuerzo, voluntad y patriotismo, se convierte en un proceso regresivo en el cual la sociedad se deterio­ra, porque no todos producen y contribuyen al desarrollo nacional, y esto puede crear una generación deformada, que atrase seriamente el destino del país. En un proyecto de largo plazo, nadie está exento de su responsa­bilidad. México ha tenido, hasta ahora, las señales de cuáles son sus vocaciones naturales, a las que debemos apostarle todo nuestro esfuerzo para alcanzar un éxito y un liderazgo que nos beneficie socialmente a los ciudadanos. Al mencionar el concepto de “pueblo”, que parece que no tiene identidad, ni cara, ni nombre, se pierde la responsabilidad individual que los habitantes de un país, en su calidad de ciudadanos, deben tener con sus familias, su comunidad, su estado y el país. Las vocaciones de México, como lo son alimentación, turismo, ener­gía y tecnología, son fundamentales para lograr un equilibrio social que garantice que contemos con los tres pilares del desarrollo económico: el abasto, la energía y la salud. Más allá de cuestiones parti­distas, lo importante para todos es ponernos de acuerdo y trabajar en beneficio de México. Hoy en día, no sólo está en juego el éxito o el fracaso de la gestión de un partido político: está en juego el futuro de más de 130 millones de personas. Los mexicanos, estando unidos, vamos a construir un país que merecemos.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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