Por Luis Javier Álvarez Alfeirán

México se encuentra en la encrucijada más importante de su historia dentro de este siglo. La reforma electoral planteada por el Ejecutivo propone un panorama que puede cambiar el rumbo de nuestro país dada la madurez democrática [o falta de ella] de nuestro sistema político. El debate social se percibe vivo, rudo y constante en el ámbito público y privado; pareciera que es el tema de conversación inevitable en cada reunión. Las posturas se confrontan unas con otras con más pasión que argumentos en muchos casos, en especial por aquellos que comulgan con el partido en el poder, fuente de dicha propuesta. El tema de fondo sin embargo parecería claro: un México con libertades que, en manos de sus ciudadanos –y sólo de ellos–, son capaces de elegir su destino.

El Instituto Nacional Electoral (INE) es el resultado de la libertad dada precisamente a la sociedad civil para elegir libremente su futuro como país a través de sus gobernantes. Es el logro después de años de encuentros y desencuentros para quitarle al gobierno en turno su papel de juez y parte en el conteo de los resultados electorales. Es la libertad que genera libertades.

En el ámbito de la hospitalidad, la libertad es una característica ontológica fundamental. Solemos ver al mundo del turismo, la gastronomía, los viajes, etcétera, como una mera actividad productiva, pero no siempre nos detenemos a pensar en su sentido ético. La importancia de la hospitalidad, gracias la experiencia de compartir (la mesa, nuestra casa, nuestro tiempo…) provoca un encuentro donde dichas experiencias se estimulan y se reavivan haciendo que, dentro del contexto de las relaciones humanas, ya sea de carácter político, social o personal, se convierta en algo fundamental para la vida de las personas en su sentido comunitario, social. Sin embargo, la hospitalidad debe nacer, para ser auténtica, desde la libertad.

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

La hospitalidad es un acto de la voluntad, la persona necesita la fuerza de la acción para ser hospitalario; se trata de una decisión consciente de cada uno que busca abrirse a los demás, se trata incluso de ir en contra de nuestra propia naturaleza que buscará, instintivamente, proteger su intimidad. Sin libertades no puede haber verdadera hospitalidad.

Un México, por tanto, que se precia de ser un país hospitalario en su esencia más profunda, puede perder esas condiciones si se limitan sus libertades. Si se vive en una sociedad marcada por el destino dirigido por quienes ejercen el poder, negando con espejismos la posibilidad de la autodeterminación, perderá razones y oportunidades dentro del sector de la hospitalidad, no sólo desde económico, es decir; de las inversiones, el desarrollo y el empleo, sino desde la alegría de su gente, desde la propia dignidad humana que verá aniquilada cualquier posibilidad de encuentro y relación auténtica, como diría el filósofo Martin Buber: “la relación es ser elegido y elegir, pasión y acción a la vez”.

El México hospitalario que hoy deslumbra al mundo junto con sus riquezas naturales y sus atractivos turísticos busca ser cooptado. Sólo la sociedad que viva en absoluta libertad podrá ser auténticamente hospitalaria y, en consecuencia, disfrutar de los beneficios sociales, culturales, gastronómicos, económicos, políticos, que ello conlleva.

Suscríbete a Forbes México

Contacto:

Luis Javier Álvarez Alfeirán, MA. Director de Le Cordon Bleu Anáhuac*

[email protected]

twitter: @DirectorLCBMx

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Tácticas de negociación (III)
Por

La tercera y final entrega del método de negociación que puedes utilizar en la empresa, tu carrera y tu vida personal.