La mujer que rompió con el estereotipo del género
Confiada en que las mujeres no deben buscar asemejarse a los hombres, Maya Selva, la reina de los puros, ha logrado trascender en los mercados estadounidense, asiático y europeo. Su fórmula: no tenerle miedo a la aventura, al riesgo y a la libertad.
Por Mónica Cordero
“Yo no me siento ni hombre ni mujer. Me siento ser humano.” Con esta imagen de sí misma, la hondureña Maya Selva incursionó en un negocio con silueta masculina: la fabricación de puros.
La persona a quien le pidió un consejo de negocios (un amigo de su abuelo) le dijo que eso no era un campo para una niña. Pero ella siguió su instinto, investigó y aplicó su estilo de liderazgo y personalidad conciliadora en un ambiente dominado por hombres.
Maya salió de Honduras para cursar sus estudios universitarios y logró convertirse en ingeniera en sistemas e industrial en Estados Unidos y Francia. Comenzó su negocio hace 24 años como un proyecto donde buscaba acercarse a su país de origen.
En un inicio, omitió que una mujer estaba detrás de ese cigarro gigante, aromático y de buen sabor. Esperó a que el producto hablara por sí mismo para revelarse ante el mercado. Y fue entonces que el toque femenino convirtió a su puro en algo exótico.
Fue una jugada estratégica de alguien que conoce bien por dónde camina. “Si le dices a un hombre que un coche ha sido concebido por una mujer, lo primero que va a pensar es que no es un choche de verdad. Un coche es concebido por hombres y para hombres”, explica.
Según cuenta, algo que la ayudó a aventurarse sin miedo en su proyecto fue la libertad que tenía frente a la idiosincrasia y frente al sistema local por haber vivido fuera tantos años.
En la actualidad, la compañía Maya Selva Cigars se vende en los mercados europeos, asiáticos y estadounidense y su meta para este año es exportar dos millones de un producto que premia la calidad frente al volumen. La empresa tuvo un crecimiento de 24% en el último año, gracias a su incursión en Asia.
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Crear riqueza: su sueño
Maya Selva cuida su privacidad y prefiere no hablar de la familia. Valora la amistad y por eso dice tener pocos amigos.
La “parte pública” no le interesa. Confiesa que nunca pensó ser empresaria. Eso sí, siempre se ha considerado “muy centroamericana” y creyente de que se debe generar riqueza y distribuirla para asegurar el desarrollo.
“¿Quiénes son los mojados?. Los vivos que no ven futuro en su propio país y van a entregar su capacidad de trabajo, juventud, inteligencia y viveza a un país extranjero. Quienes se quedan son los que están muy bien y que olvidan que son parte de una comunidad. El deber de todo privilegiado es esa responsabilidad”, afirma.
Esa idea fue la que la llevó, viviendo en Francia, a idear un producto con valor añadido que fuera totalmente hondureño. Cuenta que en un evento cayó en la cuenta de que su país era uno los grandes exportadores de puros hechos a mano.
El puro es un producto agrícola que toma valor mediante un proceso de casi tres años. Se trata de cigarros enrolados con hojas enteras de tabaco usando varias técnicas y que se hacen en diferentes formas.
A Selva la describe como una receta en la que intervienen más de 100 pares de manos durante 300 etapas. “Es fascinante. Además, (la calidad del puro) depende del clima, de cómo estuvo la cosecha y que cada personas haga bien su trabajo en las diferentes etapas”, comenta.
Su negocio da trabajo a unas 160 personas. Su estilo es el liderazgo horizontal y basado en su ejemplo de disciplina. Ella es la primera en llegar y trabaja bajo la filosofía de que los problemas se solucionan antes del mediodía.
“Antes de exigir, se debe saber hacer. Uno no puede exigir cuando desconoce lo que está pidiendo, especialmente en una labor que requiere esfuerzo físico (como la fabricación de un puro)”, manifiesta.
En su empresa, la composición general de la platilla mantiene un equilibrio de género.
Debido a su experiencia, Maya Selva opina que las mujeres deben empoderarse sin asemejarse a los hombres. “Se debe ser tan exigente hacia los niños como hacia las niñas. Los límites deben darse al individuo, pero no por el género”, señala.
Para ella, la clave es percibirnos como seres humanos con talentos que deben ser desarrollados y valorados. “Yo no me sentía hombre o mujer. Sólo tenía mi proyecto”, expresa.