Una de las diferencias transversales que existe entre las diferentes generaciones que nos encontramos en el terreno profesional es la perspectiva que adoptamos frente al descanso. Más allá de las edades que nos adjudica el calendario, tomar vacaciones debe ser una iniciativa que venga apoyada por los niveles de alta dirección de todas las organizaciones, por el propio bien de los integrantes del equipo de trabajo y de la organización.

El tiempo avanza rápidamente, las manecillas del reloj toman velocidad y la Semana Santa llega en el momento propicio para hacer un alto, tomar un respiro y salir de vacaciones. Claro que a la luz de la situación política y económica —o de cualquier otro pretexto—, corremos el riesgo de caer en la tentación de postergar las vacaciones. Nos da miedo alejarnos y nos da miedo que nuestros elementos clave se vayan. Pero, la buena noticia es que las vacaciones tienen un efecto reparador que trae aires nuevos a nuestras mentes y eso es bueno para nuestra actividad profesional, por eso, postergar nuestro descanso o bloquear peticiones para que nuestra gente salga de vacaciones es un error.

Uno de los auditores más inteligentes con los que he trabajado, un hombre experimentado y astuto, me dijo que esos empleados que nunca quieren salir de vacaciones son una verdadera amenaza por dos razones: el cansancio trae cegueras de taller y quien no quiere dejar su puesto es que está ocultando algo. En ambos casos, los resultados son poco convenientes para la organización. Hace algunos años, los trabajadores que se postulaban para quedarse a hacer guardia y que nunca dejaban sus puestos eran vistos como heroicos y no necesariamente era así. 

Claro que, una costumbre muy popular es salir de vacaciones y querer seguir conectado a la oficina. Hubo un tiempo en que creí que ese mal hábito era compartido sólo por Baby Boomers y Generación X y que las nuevas camadas ya habían erradicado; sin embargo, he visto a muchos millennials infectarse con estas mañas. Aprovechan la conectividad y desperdician la posibilidad de apartarse de verdad y, por estar cerca de lo lejano se pierden la oportunidad de relajarse y disfrutar de sus vacaciones. En el caso de los generación Z, también caen en esa tentación.

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Incluso, he escuchado a muchos jóvenes decir que la pasión y el gusto por el trabajo y la vida no tienen fronteras, que un verdadero sibarita sabe que no hay distinción entre el goce y la obligación. No sé, es preferible tener cuidado: una cosa es disfrutar de la responsabilidad y otra es no poder escindirse de ella en ningún momento y lugar. No es sano confundirnos, la visión de llevar a la excelencia todo lo que hacemos y dejar que los demás determinen si estamos compitiendo, jugando o trabajando puede aumentar los niveles de estrés en forma nociva. Por otro lado, entender que hay momentos para descansar, olvidar y desconectarse activan al cerebro por caminos diferentes. ¿No es eso propiciar la innovación?

Por eso, mi mamá tiene un dicho que viene muy a cuento: “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”. Creer en la posibilidad de desdibujar las fronteras entre el ocio y el trabajo puede llevarnos a confusiones. Nuestro cerebro se cansa de estar en activo permanentemente y por eso, muchas veces, regresamos más cansados que cuando nos fuimos.

El profesor Claudio Fernández Araóz da cinco elementos para hacer de nuestras vacaciones un periodo renovador, que valga la pena, que nos ayude a descansar. Para alcanzar esas bondades que nos trae el irnos de vacaciones hay que:

Moverse y hacer ejercicio. La rutina diaria nos puede llevar a vivir una vida sedentria. Si al estar de vacaciones aprovechamos para activar el cuerpo estamos activando áreas del cerebro que están acostumbradas a estar en reposo. Estas áreas se convierten en tierra fértil para nuevas ideas.

Ir a lugares con vistas hermosas y entornos agradables. Disfrutar de la belleza de la naturaleza, paisajes distintos y arquitectura estética nos ayuda a conectarnos con nuestro ser interior. La inspiración llama a nuestra puerta cuando encuentra un medio ambiente propicio. Cuando se desaburre. Cuando se despereza.

Conocer gente distinta. En uno de los libros de notas del gran Leonardo Da Vinci, podemos leer que al sabio le gustaba platicar con gente nueva y tratar de entender sus visiones y sus puntos de vista. Mientras más diferente eran sus conceptos y pensamientos, más se interesaba pues encontraba maneras contrastantes de resolver sus dudas y problemas.

Invertir en unas buenas vacaciones. Es curioso como estamos dispuestos a gastar en lujos de la cotidianidad o en cosas caras que no necesitamos, pero nos volvemos codos al pensar en descansar. Buscamos vuelos baratos con asientos fatigosos, padecemos conexiones de horas, nos martirizamos en horas de espera interminables, desperdiciamos tiempo precioso para llegar al destino y al llegar, nos hospedamos en lugares incómodos, que nos hacen pasar penurias. Hay que estar dispuestos a pagar por nuestro descanso, para que nos consientan y nos traten bien. Salir a descansar no significa bajar los estándares de vida, en todo caso, al estar de vacaciones, una mejor experiencia es elevar las expectativas.

Planear. Al salir de casa, lo peor que podemos hacer es dejar las cosas al azar. Si jugamos con la casualidad, seguramente vamos a perder. Además, ¿por qué dejar todo a última hora si planear las vacaciones puede ser tan divertido?

En realidad, para que las vacaciones sean reparadoras de verdad y que podamos gozar de esas bondades de amplio espectro, tenemos que ponernos en modo de descanso. Cortarnos el cordón umbilical con la cotidianidad, con el trabajo, con la responsabilidad es difícil en más de un sentido. Si vamos a irnos de vacaciones, hay que hacerlo a todo nivel, no por pedacitos. Si vamos a dejar que nuestra gente se vaya, queda prohibido pedir un teléfono para comunicarnos. No hay nadie que sea indispensable y si lo es, ahí hay una gran oportunidad de desarrollo. Si se necesita la presencia de alguien en todo momento, algo anda mal, así que es momento de detectar ese error y solucionarlo.

Por eso, si esta Semana Santa está en los planes tener u otorgar un periodo vacacional, hagamos de esto un compromiso verdadero. Los frutos pueden ser maravillosos. La ligereza que nos da el descanso, bien vale unos días en los que podamos gozar de algo distinto y, en ello, descubrir nuevas capacidades o alumbrar otras que estaban dormidas, esperando a que las quisiéramos despertar.

Suscríbete a Forbes México

Contacto:

Correo[email protected]

Twitter: @CecyDuranMena

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Lo bueno y lo demasiado bueno
Por

La diferencia entre lo “bueno” de una oferta de inversión y lo “demasiado bueno” es muy sutil, pero ahí reside el riesgo...