Por Italo Pizzolante Si alguien está ansioso por obtener algo que necesita y no lo logra satisfacer por sí mismo, esto lo convierte en una persona abierta y dispuesta a escuchar propuestas que solucionen rápidamente su ansiedad. Así que la decisión final de aceptar o no las propuestas de solución y asumir sus consecuencias dependerá de sus niveles de necesidad en equilibrio con sus valores. Esta simple lógica llevada a la economía de mercado y el binomio oferta-demanda, asegura que las demandas insatisfechas son siempre “satisfechas” por algún oferente dentro del propio mercado. Esta oferta puede ser tan engañosa como el tamaño de la “oportunidad” que le dan al oferente para lograr sus objetivos. Mientras más grande es la necesidad de aquel que demanda, es más abierto a escuchar ofertas ilusionantes de aquello que va a satisfacer. A pesar de los claros avances en la lucha contra la pobreza a nivel global, las asimetrías sociales son todavía profundas y crecientes frente a un Estado que ha probado su ineficiencia fortalecida por la corrupción. Las expectativas del ciudadano, convertidas en claras demandas sociales no cubiertas, hoy son escuchadas por intereses frecuentemente muy alejados de soluciones reales para la sociedad. Es así como desafortunadamente es común que la demanda social desatendida sea resuelta con propuestas engañosas y populistas que buscan alimentar la necesidad y convertirla en apoyos que facilitan posiciones de poder, realidad presente no sólo en países en vías de desarrollo, sino también en países desarrollados cuya conflictividad mueve liderazgos. Pero, esta actuación no es monopolio de las organizaciones políticas. En el mundo de la empresa y las ONGs también hay quienes actúan de la misma manera pensando equivocadamente que su reputación y credibilidad aumenta respondiendo de cualquier forma a la demanda insatisfecha. Esto es una suerte de “populismo corporativo” vestido de filantropía o responsabilidad social, orientado más a programas que a procesos que transformen la sociedad, que no consideran su sostenibilidad y el impacto del modelaje cultural en el mediano y largo plazo. No todas aquellas ofertas a la demanda social insatisfecha son bien intencionadas o inconscientes de sus implicaciones, debido a que hay quienes subestiman la inteligencia colectiva y alimentan la necesidad y la aprovechan. Puedes leer:  Los escenarios divergentes en Latam y el Caribe El buen amigo Moisés Naím lo decía en su artículo 2018: el año de los charlatanes, publicado a finales de año en El País. Él me comentó que será parte del nuevo libro que lanzará este primer semestre. En esta publicación escribió: “el mercado de la charlatanería, especialmente en la política, ha tenido un gran apogeo. Ha aumentado tanto la demanda como la oferta de soluciones simples a problemas complejos. La demanda la impulsan las crisis y a la oferta la potencian las redes sociales”. En otro orden han surgido nuevas tecnologías que hacen más retador el momento y que nos han sometido al peligroso yugo de la “Dictadura de los algoritmos”, artículo que publiqué en esta revista a finales del 2017.  Estos instrumentos encienden las alarmas frente a los procesos electorales que están en marcha en Latinoamérica. En nuestro continente, los destinos preferidos para hacer negocios en el nuevo año, de acuerdo con la revista Forbes, son Chile, Costa Rica, México, Uruguay, Perú, Colombia, Brasil, Argentina, República Dominicana, Guatemala, Ecuador y Paraguay. De estas 12 naciones la mayoría ha vivido o vivirán un mercado de “ofertas electorales”, frente a la demanda ciudadana de soluciones y un liderazgo empresarial no siempre consciente de lo estratégico de contar con un mapa de riesgo y la necesaria brújula que permite orientar sus actuaciones gerenciando los impactos en la credibilidad. La reputación es un activo intangible y, de acuerdo con la consultora Brand Finance, representa 52% del valor empresarial mundial y casi 80% está totalmente oculto. Gracias a los cambios tecnológicos y a los nuevos medios, también se ha reinterpretado la palabra “transparencia” para facilitar que el líder activista, consciente de los impactos de sus actuaciones se comunique responsablemente con la sociedad; sin embargo, las redes también han probado su eficacia para dar a conocer aquello que haces y no cuentas, pero que otros lo cuentan por ti con intereses muy alejados a los tuyos. Estas realidades reflejan un nuevo activismo ciudadano que requiere nuevas formas de gestionar la empresa y sus actuaciones, además de facilitar nuevos estados de conciencia en la forma de asumir nuestro liderazgo y nuestra capacidad para modelar a nuestros equipos y al propio mercado. MIT Sloan Management Review cuantifica la expectativa social: 87% de sus encuestados sostienen que las empresas deben ir más allá de lo meramente lucrativo. Foresight Factory, en su reciente congreso anual Trending 2019: Real Data to Predict the Future,  se centró en el cambio y la evolución del mercado ciudadano. Así, producto de los cambios sociales y culturales están surgiendo nuevas audiencias y frente a ellas nuevas oportunidades para el liderazgo que deben mapear nuevas audiencias. Ejemplo de ello es el número de mujeres childfree (sin hijos), la cantidad de empleados que trabajan desde casa, pero también grupos bien articulados con posturas extremistas. Otro cambio profundo es la falta de atención generalizada, producto de nuestros cambios de hábitos, como las consecuencias de estar continuamente conectados a los móviles, lo que supone un desafío importante para comprender, por nosotros mismos, un mundo que otros quieren hacernos creer que es el nuestro. Las tendencias identificadas en las diferentes investigaciones consultadas se centran en el cambio de exigencias de los stakeholders, el manejo emocional de los nuevos públicos que se han agrupado y sus expectativas frente a la capacidad de influencia de las redes y las fakenews. De allí lo fundamental de “…reconstruir la capacidad de la sociedad para diferenciar entre la verdad y la mentira, entre los hechos confirmados por evidencias incontrovertibles y las propuestas que nos hacen sentir bien, pero que ofrecen soluciones que no lo son o que agravan el problema… Hay que informarse mejor, tener la mente abierta a ideas que no nos son cómodas y desarrollar el sentido crítico que nos alerta cuando nos manipulan…, hay que recuperar la capacidad de diferenciar entre líderes decentes y los charlatanes que nos mienten impunemente”, afirma Moisés Naím. Tenemos que pensar racionalmente antes de pulsar un “like”, reenviar un “tuit” o hacer comentarios en las redes. Mis amigos de Corporate Excellence, prestigioso think tank del que formo parte en España, publicaron este nuevo año aspectos fundamentales de la empresa sobre los que impacta al ceo frente a las realidades compartidas: reputación y posicionamiento de la empresa; capacidad de influir en los que influyen; cultura empresarial (como es percibida hacia adentro y hacia afuera) y aval de confianza en momentos de crisis o cambio. Frente a ello, MIT Sloan Management Review sostiene que 86% de sus encuestados afirman que la Junta Directiva debe jugar un rol protagónico de supervisión frente al ceo.

 

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