Un nuevo gobierno siempre quiere cambiar todo lo que se hizo en el pasado y lo difícil no es planearlo, ni decirlo, lo verdaderamente difícil son dos cosas, la primera es implementarlo, contra toda una corriente y sinergia burocrática y cultura de siglos; la segunda es tratar de controlar los ánimos de los brillantes, los inteligentes, los operadores, los arrimados, los arribistas y los que interpretan las cosas a su modo además de a sus familiares, sus amigos, sus colaboradores, y anexas, personajes que siempre se quieren colgar de cada nuevo gobierno. Otra cosa que hay que controlar son las interpretaciones: el líder puede decir lo que quiera, supuestamente mide sus palabras, sus dichos y sus actos, pero es muy difícil hacer que todo el resto de la banda entienda hasta donde debe de llegar. Además de todo lo antes descrito, en México tenemos una barrera aún más grande que la natural corrupción de nuestros actos relacionada con la política, los puestos y el poder en sí, y qué es lo que se entiende por hacer política. Parte de la profesionalización de los cuadros burocráticos que se había logrado en las administraciones pasadas a través de profesionalizar los puestos, pidiendo mejores competencias y pagando mejores sueldo, abriendo entidades independientes y autorreguladas, estaban orientadas a quitar a los políticos tradicionales de los puestos clave, ya que “no saben más que hacer política, entiéndase, hacer grilla y complicar las cosas y tomar decisiones incorrectas, bajo la regla del sí señor presidente y por la falta de preparación”. Desafortunadamente ya empezamos a oír con demasiada frecuencia esta frase. Renunció Germán Martínez del IMSS, un funcionario panista que abandonó su causa política por supuestamente seguir a la Cuarta Transformación y por desavenencias con la Secretaría de Hacienda, que supuestamente son los vigilantes de la política de austeridad republicana, que al parecer no le importa que asfixien a las instituciones, dejen sin servicios a la población o despidan a los bomberos que apagaban los incendios que hoy hacen que el país arda sin control y que nos estemos ahogando en la Ciudad de México. Eso es lo malo de una visión de austeridad, la que, aunada ante una supuesta lucha anticorrupción, la guerra contra el neoliberalismo y la posibilidad de hacer política para un grupo de gente que hacía años no había tenido oportunidad de tener poder, se ha convertido en una bomba de tiempo que presenta retos muy importantes y graves como son descontrol en las autoridades, pleitos palaciegos, desaceleración económica e incertidumbre generalizada. En todos los sectores y empresas de servicios privados (lo que se suma a las entidades de gobierno) hay despidos, se detienen los planes y se miden las inversiones. Desafortunadamente esta película ya la vivimos, y no le fue bien a México. Los pleitos palaciegos sólo son una muestra de la falta de cohesión en el equipo gubernamental. Y apenas acabamos de empezar.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Marcovherrera YouTube: El Marco del Poder Blog: El Marco del Poder Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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