El juicio al ex presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva es mucho más que el juicio político a quien es considerado uno de los personajes más populares del mundo (incluso más allá de su gestión). Le tomó cuatro intentos antes de llegar en 2002 a la presidencia de Brasil, y se convirtió en el primer presidente de izquierda en liderar Brasil. Su gobierno es un hito en la historia, no sólo por los cambios económicos prometidos, las reformas políticas y los programas sociales que a todas luces le dieron una amplia popularidad. La lucha contra la pobreza, el analfabetismo y el hambre fueron sus banderas y llevó a su país al escenario de las economías emergentes, convirtiéndolo en un país eje en la región. Al no poder reelegirse para un tercer mandato presidencial y después de ocho años en el poder, Dilma Rousseff aliada política que ofreció continuidad a su proyecto, asumió la presidencia de Brasil que esperaba ansioso coronarse por fin entre las economías más sólidas del mundo. Sin embargo, la recesión económica y los escándalos de corrupción enrarecieron el ambiente y la destitución de Rousseff llegó finalmente en 2016. Esta destitución vino después de haber sido confirmada una serie de transferencias financieras entre distintas partidas presupuestales. Aunque la defensa de la ex presidenta afirma que esta es una práctica común, es ilegal y contraria a las leyes brasileñas. El caso Petrobras, Odebrecht y la Operación Lavado de Autos han empañado la imagen de una leyenda política que, al estilo de Eva Perón, quien en su momento luchaba por sus descamisados; luchaba brazo a brazo con los más pobres de Brasil. Tres años después de iniciadas las investigaciones en su contra, Lula fue encontrado culpable con los primeros cinco cargos en su contra, entre los que está el haber aceptado un departamento en la playa a cambio de favorecer los contratos concedidos a Petrobras. Por su parte, la firma Odebrecht ha aceptado el pago de millones de dólares en sobornos, extorsiones y cuotas a políticos del más alto nivel a cambio de contratos de construcción. Las corruptelas y malversación de fondos que se han comprobado hasta el momento se han dado en torno a la permanencia del Partido de los Trabajadores entre 2002 y 2016. Lula Da Silva, llegó al poder con esa imagen que ya se han visto antes, un mesías político que aprendió a leer a los 10 años, que vivió su infancia vendiendo cacahuates y lustrando zapatos, hijo de padres analfabetas y sumamente pobres. La pobreza extrema, le llevó a buscar en São Paulo más oportunidades y ahí fue donde se convirtió en obrero metalúrgico, trabajo por el cual perdió el meñique de su mano izquierda. Su liderazgo natural le llevó a ser electo por más de 100mil trabajadores como líder sindical y posteriormente a la creación del Partido de los Trabajadores. Con una aparente plataforma social demócrata, Lula (como cariñosamente le llama su pueblo), creó un histórico programa la Bolsa Familia con el que benefició a 44 millones de personas. Hoy, alimentado nuevamente por esa hambre de poder, es el competidor puntero de las próximas elecciones, pero, además, es el presidente brasileño que enfrenta una sentencia de nueve años de prisión, sentencia a la que ha apelado no por el interés de limpiar su nombre y demostrar que es inocente, sino porque de no haberlo hecho estaría permanentemente fuera del escenario político. Por supuesto que Lula, al igual que otros mesías políticos de todos los niveles, prefiere contender a enfrentar las consecuencias de ese populismo que beneficia a pocos y empobrece a miles.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @ArleneRU Linkedin: Arlene Ramírez-Uresti Google+: Arlene Ramírez Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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