Por Yvette Mucharraz y Cano* y Karla Cuilty Esquivel**

El 8 de marzo conmemoramos una vez más la lucha de las mujeres por contar con los derechos que conduzcan a un mundo equitativo. Aun cuando se han dado múltiples progresos, todavía existen asignaciones pendientes para lograr la equidad, las cuales requieren de un esfuerzo continuo y sostenible en el tiempo.

Para empezar, la brecha en el mercado laboral es una de las cuestiones a analizar. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) existe una diferencia de 15 puntos porcentuales entre el país con menor participación masculina y la media de la femenina. De acuerdo con Badel y Goyal (2023) se requieren esfuerzos políticos para cerrarla. Además, resolver el gap se podría traducir en un incremento promedio de 23% del Producto Interno Bruto (PIB) en aquellos países que lo hagan (FMI, 2024).

La brecha en el mercado laboral también conlleva la carencia de mujeres en puestos de liderazgo empresariales. De manera lenta, como lo muestra la investigación más reciente de Grant Thorton (2024), ha habido un crecimiento en la presencia de las mujeres en la Alta Dirección a nivel internacional. Actualmente, 33.5% de estos puestos los ocupan mujeres. Estos resultados conducen a mejores niveles de productividad y competitividad, tanto en las empresas como en los países.

La brecha salarial de género es otro tema pendiente. La ONU la estima en 20% a nivel mundial. Esta brecha tiene diferentes razones, entre las que destacan:

  • Las mujeres se integran en la informalidad con mayor frecuencia que los hombres;
  • La elección de carrera femenina basada en estereotipos que suelen alejarlas de las carreras mejor pagadas que incluyen las de ciencias, tecnología, ingenierías o matemáticas (STEM);
  • Las mujeres con hijos suelen recibir menores ingresos que los padres porque se presume que reducen sus jornadas laborales en favor de la atención de sus hijos o se emplean en puestos de menor ingreso pero que facilitan la conciliación familia-trabajo;
  • Baja negociación salarial es decir, las mujeres solicitan aumentos de sueldos con menor frecuencia y montos que los varones;

Otro tema relevante es conseguir la paridad en el liderazgo político. La razón es que, siendo femenina más de mitad de la población, cerca de la mitad de las decisiones deberían ser tomadas con la misma relación proporcional por sus representantes para garantizar la democracia. En México, la paridad entre hombres y mujeres en los espacios de decisión pública se ha conseguido, no obstante, fue indispensable generar adecuaciones legales para ello.

En la Constitución se instauraron la obligatoriedad de un límite de 70% de legisladores y un mínimo de 40% de las candidaturas para un mismo sexo, garantizando así una representación igualitaria. De 2019 al 2023, México estuvo en el cuarto lugar en el número de mujeres en los parlamentos o equivalentes. Igualmente, América Latina tiene un buen resultado, debido a cambios en la legislación, lo que ha conducido a que 12 de los 21 países (57%) hayan tenido una mujer en la presidencia.

A nivel internacional, la ONU establece que solo 26.5% de los asientos parlamentarios son ocupados por mujeres, y únicamente seis países tienen 50% o más de representación femenina, 23 han alcanzado 40% o superior, mientras que 22 estados tienen participación de mujeres inferiores al 10%. Destaca que, en 2023, el país con mayor representación femenina en los puestos parlamentarios sea Ruanda, seguido por Cuba, Nicaragua y México.  

Después de analizar algunas de las asignaturas pendientes, vale la reflexión sobre ¿qué podemos hacer para progresar con mayor rapidez? Primero, es necesario fomentar el trabajo decente, el cual implica reducir la informalidad, los sueldos desiguales, mediante la integración de las personas a la protección de salud, jurídica, entre otras. Asimismo, facilitar esquemas flexibles a todos los niveles organizacionales para promover la conciliación familia-trabajo, compaginar el rol de cuidado con el empleo y conservar el talento femenino hasta la Alta Dirección.

También es indispensable continuar con la educación incluyente que eliminaría estereotipos y sesgos de género que limitan la inclusión de mujeres en carreras STEM. Asimismo, para garantizar que las siguientes generaciones también tengan una mayor participación femenina tanto a nivel económico como político y social, es fundamental promover la formación académica y profesional, lo cual además se podría traducir en una mejora en los índices de bienestar tanto de las mujeres como de sus dependientes económicos.

Finalmente, los cambios a nivel estructural tendrían que ir acompañados de un cambio de mentalidad en las familias y en la sociedad, a fin de lograr una mayor participación masculina en el hogar y en las labores de cuidado, lo cual podría tener beneficios importantes para ellos y para sus familias. En otras palabras, la inclusión de mujeres en el área productiva y de los hombres en las labores familiares son factores que apoyarán el desarrollo económico y social para crear sociedades más justas, equitativas y respetuosas. Fomentarlos es una labor que no puede esperar.

Contacto:

*Directora del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección de IPADE Business School.

**Investigador Senior del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección de IPADE Busines School

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