Culpar a WhatsApp de los linchamientos en Puebla e Hidalgo a raíz de mensajes falsos alertando de la presencia de “robachicos” sería como culpar a Nissan de los accidentes de tráfico.

En esto coincidieron los expertos a los que Forbes México preguntó cómo esta aplicación podría prevenir episodios de violencia colectiva, como los de los asesinatos cometidos por comunidades de ciudadanos de esas localidades la semana pasada, al recibir información falsa en sus smartphones acerca de niños secuestrados.

La diferencia entre vehículos y aplicaciones de mensajería instantánea es que los primeros tienen el uso limitado por la normativa vial. Pero en el caso de las aplicaciones, una regulación similar podría violar el derecho fundamental a la libertad de expresión y el derecho a la privacidad.

“Whatsapp es una aplicación de mensajería instantánea que se supone que debe tener aún más confidencialidad que Facebook y Twitter. Esto es un problema. Nos hemos centrado mucho en las redes sociales, pero desconocemos las cláusulas de privacidad de la aplicación y los filtros que impone para este tipo de mensajes”, afirma la periodista Juliana Fregoso, autora de un estudio sobre fake news para el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford.

 

Cara y cruz de la privacidad

El director ejecutivo de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3R), Luis Fernando García, también apunta a las normas de privacidad como parte del problema. 

Se supone que aplicaciones de mensajería instantánea, como WhatsApp o Messenger, deben garantizar el secreto de las conversaciones a sus usuarios. Pero esto “hace más difícil combatir la difusión de fake news y conocer el origen de la información”, afirma el experto de R3R.

Y esto afecta a los analistas de la comunicación en línea y a la propia empresa. Porque la privacidad que define la naturaleza de WhatsApp se garantiza mediante la encriptación de los mensajes y contenidos. Esto hace que la compañía no pueda saber qué información que se difunde.

Hasta el momento, WhatsApp no tiene intención de alterar su compromiso con la privacidad de las conversaciones que tienen lugar en su plataforma. Por este motivo, las soluciones que la tecnológica ha adoptado para evitar que estos contenidos se viralicen han sido indirectas.

Por ejemplo, a raíz de los linchamientos que tuvieron lugar en la India este año, donde también corrieron falsos rumores sobre secuestradores de niños que se saldaron con 24 muertos desde abril, WhatsApp limitó la función de reenvío de mensajes.

A nivel global, los usuarios ahora sólo pueden compartir información con veinte chats. Pero en la India, se limitó a un máximo de cinco y se eliminó el botón de reenviado rápido que aparece al lado de los mensajes con archivos multimedia.

Una dosis de restricción extra o más medidas de seguridad no se esperan en México en el corto plazo. Lo que justificaron estas acciones preventivas únicas en la India fue, primero, la presión de las autoridades públicas y, segundo, que es “el país en donde los usuarios reenvían más mensajes, fotos y videos” en el mundo, según la compañía.

Con esta medida, WhatsApp ha conseguido reducir la velocidad a la que la información se difunde.

Otra solución fue la introducción de la etiqueta “Reenviado” a los mensajes compartidos con otros usuarios o grupos de usuarios. El objetivo es que el receptor sea consciente de que el contenido que acababa de recibir no lo había creado el remitente.

 

Aprender a usar el WhatsApp

Pero la principal arma con al que WhatsApp quiere ganar la guerra de la desinformación es a través de la educación. Los entendidos en el tema son unánimes en esto, pues aseguran que las soluciones a este fenómeno no son ni rápidas ni sencillas.

“Cuando una persona comete un delito no es por la red o por lo que lee, sino que hay otros elementos: contexto político y social, y educación”, afirma el experto en comunicación política Gerson H. Mecalco.

El contexto es un país en el que en 2017 se ahorcaron, estrangularon y dispararon, entre otros, a uno de cada cuatro ciudadanos, cifra récord según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi); con un nivel de pobreza del 50.6% en Hidalgo y del 59.4% en Puebla, según la organización ¿México Cómo Vamos?, y en el que casi cinco millones de mexicanos no saben leer ni escribir.

Por esto, los analistas de la comunicación en línea insisten en la necesidad de que gobiernos, escuelas, padres y medios de comunicación se comprometan en concienciar a los ciudadanos sobre los riegos de difundir información no verificada a través de las plataformas digitales.

“En México se gasta mucho dinero en campañas de información sin interés público. El tiempo que el gobierno dispone en radio y televisión deberían dedicarlo a resolver estos problemas”, afirma Luis Fernando García.

Además de limitar funcionalidades, WhatsApp está tomando acciones para mejorar la educación en la comunicación digital.

Otro factor que apunta el experto de R3R es la caída de la confianza de la ciudadanía en los medios de comunicación tradicionales.

Según una encuesta de Parametría de 2017, un 17% de los encuestados afirmó tener mucha o algo de confianza en periódicos, el 18% en noticieros de radio y el 17% en los de televisión. Es decir, ocho de cada diez mexicanos no se fían de lo que leen, oyen o ven en los medios tradicionales, cifras inauditas.

Este vacío de fuentes informativas lo han llenado en parte las redes sociales, pues según el mismo reporte, un 37% afirmó tener mucha o algo de confianza en ellas.

Por esto, Luis Fernando García urge a los medios de comunicación a que se comprometan en proporcionar información veraz, transparente y contrastada, y que hagan públicas sus fuentes de información y líneas editoriales.

 

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