Por Luis Javier Álvarez Alfeirán*

Las festividades de Navidad van quedando atrás y con ello el año que comienza nos atropella con su vorágine y estrepitosa velocidad. Se termina enero y comienza con ello febrero que comercialmente se nos ha vendido como el “mes del amor”.

Las personas no terminan de superar la cuesta de enero cuando son alcanzados por el día de San Valentín (casi el 50% de los mexicanos lo celebra) que sólo en México representa un gasto que va entre los 700 y los 1,500 pesos por persona.

Para estas fechas, Concanaco Servytur México reportó en 2022 una derrama superior a los 22 mil millones de pesos por las festividades del 14 de febrero. Los hoteles de estancia corta establecen sus tarifas entre los 600 y los 5,000 pesos dependiendo de la zona y las amenidades.

Pero febrero no se trata sólo del componente comercial que tiene, el propio consumo tiene además un significado especial para la cultura y la tradición mexicana que nos debe llenar de orgullo. El chocolate, cuyo origen latinoamericano encuentra en nuestra tierra un centro neurálgico vital para su desarrollo histórico, es uno de los productos más vendidos en el mundo, con una venta global superior a los 100 mil millones de dólares anuales; el chocolate traspasó las fronteras y revolucionó el mundo de la confitería a nivel mundial.

Durante las fiestas de San Valentín, tan sólo en los Estados Unidos, más del 45% de las personas prefieren recibir chocolates en estos días, en Japón, la venta de chocolates en el día del 14 febrero representa el 20% del consumo anual siendo este el principal regalo para este país asiático.

México por lo tanto es uno de los protagonistas mundiales del día del amor y la amistad. El mundo conoció el chocolate gracias a nuestros ancestros prehispánicos.

El chocolate tiene un efecto probado en el ánimo de las personas. México y su cultura jovial tienen, para todo aquel que nos visita, el mismo efecto que el chocolate. Quien conoce México se empapa de su cultura festiva y sus tradiciones ancestrales.

El chocolate, considerado un regalo de los dioses (se dice que el cacao fue dado por Quetzalcóatl a los aztecas), ha sido tanto moneda de cambio como el regalo más apreciado en los momentos especiales, comenzando por los primeros españoles que llegaron a nuestras costas. La riqueza del cacao engrandece no sólo lo dulce sino también lo salado, lo encontramos en los más finos chocolates y en nuestro tradicional mole en sus variadas y ricas versiones entre otros platillos mexicanos.

Para el ser humano, el orgullo de lo propio lo enriquece como persona. Para México, el chocolate no significa solamente una producción agrícola de cacao cercana a las 30 mil toneladas anuales, no tiene que ver con la posición mundial como exportador (13), ni siquiera tiene que ver si el debate de origen lo lleva a nuestro territorio o al que comprende la Amazonia. Para México es identitario y motivo de orgullo, es tradición y raíces culturales, es la dulzura de México llevada al mundo, el corazón de nuestras raíces traídas a la modernidad del siglo 21.

Contacto:
*Luis Javier Álvarez Alfeirán, MA, es director de Le Cordon Bleu-Anáhuac.
Correo: [email protected]
Twitter: @DirectorLCBMx

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