Por María Noel Vaeza y Gema Sacristán

A mediados del año pasado celebramos en París el Foro Generación Igualdad, con presencia de gobiernos, organismos internacionales, sector privado y la sociedad civil.  La conclusión que extrajimos los participantes en este evento, una de las conferencias sobre género más grandes del mundo, es que hay que pisar el acelerador.

Es así como podríamos resumir los muchos compromisos alcanzados en distintas áreas: avanzar más rápido hacia el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible No 5, que establece como meta “lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”.  Esto requiere, naturalmente, del combustible apropiado. En este caso, financiamiento público y privado, suficiente y adecuado – y, sobre todo, innovador – para atender las muchas y urgentes necesidades que enfrentamos. 

El escenario que nos deja la pandemia en América Latina y el Caribe no es alentador: un retroceso sustancial en derechos y conquistas de las mujeres; y economías a las que tomará mucho tiempo recuperarse. 

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La participación de las mujeres en el mercado de trabajo cayó al 46% en 2020 y el desempleo subió al 12%. A pesar de la brecha salarial, más del 73% de quienes hicieron frente a la pandemia en los hospitales y centros de salud fueron mujeres, según la CEPAL.

Las mujeres también asumieron durante estos dos años una desproporcionada carga de cuidados: a cargo de las tareas del hogar, muchas veces al cuidado de familiares enfermos y supervisando las actividades escolares de los hijos. 

Esta situación hace evidente, por una parte, la necesidad de profundos cambios sociales para que haya una distribución equitativa del trabajo de cuidados. Y por la otra, que es urgente que las mujeres vuelvan a la actividad productiva. 

La redistribución de la carga de cuidados liberaría el tiempo y las habilidades de millones de mujeres en toda la región. El impacto de ese aporte sobre la economía nos permitiría avanzar mucho más rápido hacia la recuperación post-COVID. 

Con el avance exponencial de las herramientas tecnológicas durante la pandemia, tenemos ahora más que antes la posibilidad de aprovecharlas para generar empleos decentes y emprendimientos relacionados con el uso de esas herramientas. 

Se trata, también, de cumplir los compromisos adquiridos por prácticamente todos los países de la región a dedicar recursos y orientar la inversión para evitar retrocesos, disminuir las desigualdades de género y preservar y mejorar lo logrado en los últimos años. 

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La buena noticia es que cada vez ganan más terreno en el mundo y en la región la sensibilidad y las oportunidades para el financiamiento enfocadas en las necesidades diferenciadas de las mujeres. Y las cifras lo demuestran: a escala global, las inversiones en activos y productos con enfoque de género crecieron un 300% desde 2015 a US$3.400 millones, según estimaciones de la Global Impact Investment Network en 2019.

Además, hay ya 138 fondos de capital privado y de riesgo, con una cartera total de US$4.800 millones, con enfoque de género, como muestran los cálculos de Project Sage 3.0 en 2020. Las inversiones para el sector de mujeres en tecnología pasaron de US$100 millones en 2013 a US$592 millones en 2019. Y, a escala regional, la banca privada ha emitido bonos sociales de género o sostenibles por US$25.000 millones.

Sin embargo, la brecha persiste a nivel global, según estos datos de la ONG Value for Women. Valga resaltar que las empresas lideradas por mujeres reciben US$5.000 millones menos en financiamiento que las lideradas por hombres. En las PYMEs, esa brecha se amplía a US$93.000 millones; y, para los pequeños emprendimientos innovadores con capacidad de expansión (fundados por mujeres de menos recursos) ni siquiera existen instrumentos de inversión en capital, ni mecanismos de deuda.

Hay más cifras que llaman la atención: solo el 6% de las inversiones en capital de riesgo o capital privado van a compañías de mujeres; solo el 22% de las inversiones de impacto llegan a empresas con una al menos una mujer fundadora; y las mujeres no están adecuadamente representadas en los comités, equipos y procesos de inversión, la creación de instrumentos financieros o la selección de inversiones en empresas lideradas por mujeres.

Por eso, este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, queremos estimular una conversación regional sobre las acciones que podemos impulsar desde los mercados financieros y las bolsas de valores para avanzar hacia la igualdad de género. Asimismo, evaluar las diferentes experiencias e iniciativas para promover y emitir bonos sociales de género o sostenibles, así como el rol de la inversión sostenible y de impacto en la reducción de las brechas y el empoderamiento de las mujeres. 

Vivimos en una región con 330 millones de mujeres. Cada una de ellas es una oportunidad para invertir, para impulsar la justicia social, la sostenibilidad y la igualdad de género. Son 330 millones de oportunidades para invertir. Las tenemos que aprovechar. 

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Contacto:

María Noel Vaeza es directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe

Gema Sacristán es Directora General de Negocio de BID Invest

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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