Estamos entrando en una crisis económica de gran magnitud, que en nuestro país se anticipa particularmente grave y larga.

Se ha propuesto distintas acciones para enfrentar la crisis, desde las políticas fiscal, laboral, hacendaria, las inversiones públicas, etc. Actuar en todos estos ejes es fundamental, pero hay un tema que se ha tocado poco y resultará esencial para poder salir de la crisis económica: la competencia.

¿Por qué se vuelve estratégico impulsar la competencia en los mercados en estos momentos? Hay distintas razones.

Tenemos por una parte que, debido a la caída generalizada en la demanda, las alteraciones en los servicios de transporte y las acciones para favorecer los mercados internos, se está experimentando un descenso significativo en el comercio internacional de bienes y servicios. Eso significa que una fuente importante de competencia va a debilitarse o incluso desaparecer en ciertos mercados.

Por otra parte, algunas empresas lamentablemente quebrarán, otras se retirarán de ciertas regiones, reducirán su oferta o abandonarán las líneas de negocio que han enfrentado complicaciones mayores.

Esta situación traerá una ola de adquisiciones y fusiones entre empresas que requerirán la autorización de las autoridades de competencia. Surge así la tentación de relajar los estándares de la revisión ante una situación financiera difícil generalizada. 

De allí que se discuta sobre la conveniencia de que los procesos de revisión se agilicen, así como que se dé mayor peso a las posibles eficiencias económicas generadas por las concentraciones y al argumento de las empresas en situación precaria (failing firm defense), donde a pesar de sus efectos anticompetitivos se pueda autorizar una operación que evite la desaparición de activos productivos en un mercado.

Pero en estos debates hay que mantener muy presentes los efectos de largo plazo de las concentraciones entre empresas, definitorias de las condiciones estructurales de competencia.

Un caso muy ilustrativo y sensible durante la crisis de salud que estamos pasando, la autorización que se dio en los EEUU en el año 2012 a la adquisición del productor de respiradores Newport Medical Instruments, por parte de Covidien, un gran proveedor de artículos médicos.

Newport era un fabricante de respiradores relativamente pequeño, que obtuvo un contrato para proveerlos al gobierno a un tercio del precio prevaleciente entonces.

La operación fue aprobada por la Comisión Federal de Comercio sin mayor obstáculo. Covidien compró a Newport, poco después canceló el contrato con el gobierno y terminó por cerrar el negocio de respiradores de la empresa adquirida, con lo que desapareció esa posible fuente de respiradores económicos que hubiera podido mover al mercado hacia productos más asequibles.

A ocho años de esa operación y en medio de una pandemia, han surgido voces relevantes que cuestionan la decisión y llaman a fortalecer el análisis de las concentraciones para prevenir casos como el relatado. 

Aprendiendo de la experiencia, hay que cuidar que cualquier facilidad administrativa que en este momento brinden las autoridades de competencia no sea en menoscabo del rigor con que deben analizarse las concentraciones. Más aún, habría que fortalecer el estudio de los efectos de largo plazo atendiendo al debilitamiento de las presiones competitivas que se espera en la economía en lo general.

Una preocupación similar está relacionada con el enorme crecimiento en el desempleo que ya estamos presenciando, vulnerándose en consecuencia la posición de las trabajadoras (1) frente a la de las patronas en el mercado de la fuerza de trabajo. Apenas recientemente las autoridades de competencia en el mundo comenzaban a voltear hacia los mercados laborales después de décadas de inatención. Es una pena ver que con la crisis actual se pueda perder este impulso para volver a abrir paso franco a las distorsiones competitivas que se habían normalizado, tales como los acuerdos entre empresas para no “robarse” empleadas (no-poaching) o para fijar los incrementos salariales. 

Habrá que asegurar condiciones mínimas de competencia en los mercados laborales para que no generen obstáculos a la movilidad de las trabajadoras, no se pauperice este grupo de la población, ni se vulnere la flexibilidad de las empresas que requerirán transformarse y adaptarse a las nuevas circunstancias.

Por otro lado, algunas prácticas que se han hecho comunes para enfrentar la crisis pudieran introducir distorsiones permanentes que afecten el desarrollo y eficiencia de algunos mercados. Este es el caso, por ejemplo, del impulso a la transparencia en los precios de los medicamentos y materiales de uso médico, que en este momento tiene el objetivo de combatir abusos y asegurar mejores condiciones para los hospitales y servicios de salud, pero que si se normaliza en el largo plazo podría servir como vehículo para la manipulación de precios, calidad y diversidad, llegando incluso desalentar la innovación en este sector fundamental. Será por tanto fundamentar revisar estas acciones bajo la óptica de la competencia, de manera que no impidan la sana recuperación de los mercados.

Finalmente, para contrarrestar la crisis se ha hecho esencial que el Estado apoye la actividad económica, lo que redundará en una participación gubernamental más amplia y directa. En México esta intención ya era visible, pero se fortaleció con la crisis de salud. 

Con ello, surge la preocupación por mantener condiciones de neutralidad a la competencia, que es la obligación del Estado de no generar distorsiones al mercado como consecuencia de la propiedad pública.  Esta requiere que el gobierno no use sus poderes legislativos, fiscales o administrativos para otorgar ventajas a los negocios en los que participa, en detrimento de las competidoras puramente privadas, ya que en ese caso se distorsionaría el proceso de competencia, afectando la eficiencia y desalentando a la inversión.

La neutralidad a la competencia es un principio esencial para el comercio y la libertad de empresa, por lo que se refleja en numerosos convenios y tratados internacionales de los que México es parte, como es el T-MEC en su capítulo 22.

Es por demás sabido que la competencia estimula la productividad, la creatividad y la innovación; mejora los precios, la calidad y la diversidad en beneficio de las consumidoras; y brinda oportunidades para que las personas emprendan proyectos generadores de empleos.  

Al contrario, las barreras a la entrada, los cuellos de botella y obstáculos para producir, vender y distribuir bienes y servicios desalientan las inversiones, obstaculizan el empleo y perjudican a las consumidoras.

Por eso, lejos de relajar la acción de las autoridades de competencia durante la pandemia, se vuelve esencial su trabajo para cuidar que las acciones privadas y públicas en reacción a la crisis económica tengan efectos netos positivos en el corto y largo plazos.

Existen criterios probados y mejores prácticas perfectamente aplicables para los retos que enfrentan las agencias de competencia al supervisar las operaciones y conductas de los agentes económicos: asegurar que no exista otra medida menos restrictiva con el mismo resultado; que el efecto neto en el bienestar sea positivo; que cualquier restricción transitoriamente necesaria sea reversible en el mediano plazo y se establezcan las condiciones para asegurarlo, lo que puede ser especialmente útil en la autorización de concentraciones riesgosas. 

No debemos ver a la competencia como un resultado de segundo orden de la actividad económica, sino como una condición necesaria para la recuperación. En la medida en que existan condiciones de competencia en los mercados, podremos iniciar un proceso de recuperación económica ágil e incluyente, sin restricciones a la innovación, que permitan la adaptación de las empresas de todo tamaño a la realidad cambiante, con acceso equitativo a insumos, redes y plataformas, físicas y virtuales, donde las primeras y principales beneficiadas serán las consumidoras.

(1)  Uso intencionalmente el plural femenino en contraste con el masculino, cuando nombro a personas, para hacer notar que el lenguaje no es neutro y que llama a incluir o excluir, además de reforzar estereotipos.

Contacto:

* Economista especialista en competencia, regulación, ecosistema digital y género. Socia directora de AEQUUM. Presidenta de la red de mujeres CONECTADAS y excomisionada del IFT.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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