Con la llegada a México de la pandemia que, hasta entonces, había estado sacudiendo a occidente, muchos fueron los ciudadanos en el país que se preguntaban sobre cómo sería la respuesta del país azteca ante un virus que había acabado con todo signo de actividad económica en el país, así como sobre cómo sería esa respuesta, teniendo como precedentes a unos países que, como Alemania, Países Bajos, así como otras economías que, presentando estructuras económicas más robustas, han realizado inyecciones de gran calado para su economía; dotándola con fuertes aportaciones, tal y como quedan reflejadas en su peso con el PIB.

En este sentido, ayudas que, yendo destinadas a empresas, autónomos, familias, entre otros, tratarán de paliar una difícil situación que ha sacudido drásticamente a determinadas economías europeas. Sin embargo, para México la situación es más complicada que para esta relación de países. La debilidad institucional que presenta México en este sentido, con instituciones menos capaces para hacer frente, monetaria y económicamente hablando, dicha pandemia, le deja en una situación en la que los efectos y las externalidades negativas derivadas de la pandemia quedan supeditadas únicamente a la gestión sanitaria y las medidas de distanciamiento social.

Y es que, pese a que la deuda de México, en relación al PIB, presente un nivel de endeudamiento realmente bajo, estamos hablando de que, como economía en desarrollo, economía emergente, el país no puede incrementar su deuda a niveles desorbitados para inyectar capital de forma masiva en el país. Pues estamos hablando de un país que, debido a su rating crediticio, presenta un mayor coste en su endeudamiento, dados los intereses. A la vez que, por otro lado, como bien refleja la historia, los niveles de deuda en economías emergentes no solo tienen un efecto negativo sobre el crecimiento, sino que, dada su naturaleza, presentan mayores niveles de vulnerabilidad con menores niveles de endeudamiento, contrastándolo con economías como las occidentales o la propia Estados Unidos; siendo este último un caso a parte.

Así, esto, junto al lastre que ha supuesto un ingreso petrolero que se ha visto puramente mermado por la situación que atravesaba el país y el fallido recorte de la OPEP, escaso para el contrapeso requerido por la insuficiente demanda contrastada y publicada por New York Times, han hecho que, en un escenario en el que, además, el comercio se ha visto ralentizado y con ello el 80% del PIB mexicano, ha provocado una situación en la que los ingresos en el país se encuentran en grave peligro. Y es que, si sumamos el peso del comercio, agregándole el lastre que suponen los ingresos del petróleo -alcanzando el 6,6% del PIB-, los ingresos de las remesas -en torno al 2,7% del PIB-, así como el resto de actividades que van a verse plenamente afectadas, los ingresos, tal y como estima el Fondo Monetario Internacional (FMI) tendrán un claro impacto en la economía; una economía que ya se prepara para la recesión económica.

Pero es que no solo debemos tener esto en cuenta, pues preocupa, y demasiado, la escasez de recaudación fiscal que presenta el país, sobre todo, en el contraste con el resto de países de la OCDE. En este sentido, mientras el promedio de la OCDE refleja una peso relativo de los ingresos fiscales en el PIB del 34%, para México, el ingreso se sitúa por encima del 16%. Así, un ingreso que sitúa a México como el país que menos ingresos recauda mediante su sistema tributario. Pero si a esto le añadimos el contraste en términos absolutos y no relativos, como bien refleja el indicador de dicha organización, dado que México presenta un PIB menor al de otros países que lideran dicho ranking, estamos hablando de una diferencia que, en este caso, sí sería muy notable.

Esto es un verdadero problema para un país que siempre debe estar dependiendo de unos ingresos provenientes de una explotación que, como ocurre en estos momentos, no se encuentra nada diversificada. Además, teniendo en cuenta lo citado en el párrafo anterior, la incapacidad de recaudar más ingresos con una carga fiscal tan debilitada, provoca que las finanzas en el país sean demasiado vulnerables a situaciones como la que nos acontece en estos momentos. Una situación a la que debemos agregar, ya no solo la escasa carga tributaria de México, sino la eficiencia recaudatoria en el país. Pues, en ambos sentidos, la economía informal provoca que, ni con tipos tan bajos, la economía mexicana no recaude todo lo que deba recaudar.

La reforma tributaria en México debe realizarse lo antes posible. No obstante, lo adecuado sería cuando la tormenta se disipe y la aplicación de un sistema tributario eficiente no pueda tener externalidades negativas en variables, muy importantes en este momento, como el consumo. México goza de un buen margen fiscal para aplicar subidas de impuestos que traten de mejorar la situación, pero el combate contra la economía informal y la evasión de impuestos debe ser un pilar fundamental en esa estrategia tributaria. Pues, de no realizarla, debemos recordar que quien mayor carga tributaria va a soportar es aquel que, a diferencia de personas adineradas que evaden impuestos, se encuentre pagando impuestos. Pues, además, una subida de impuestos sin dicho control y seguimiento, podría, incluso, seguir ensanchando una economía informal que se ha convertido en uno de los grandes problemas estructurales que presenta la economía mexicana.

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