Con el triunfo de la Revolución Francesa los principios de igualdad, fraternidad y libertad inundaban las nacientes repúblicas que, al deshacerse del yugo colonizador, aspiraban a alcanzar las ideas liberales y modernas de finales del siglo XVIII. Ya durante las décadas del siglo XIX, conforme se concretaban los proyectos independentistas la idea de la democracia animaba a los liderazgos políticos de la época a empoderar el desarrollo de la figura ciudadana, participativa y representada.

En pleno siglo XXI, con una historia compleja, la democracia necesita redefiniciones, nuevas propuestas y reinvenciones para evitar ser sustituida o descartada por espejismos lejanos a los valores democráticos.

Podríamos decir que globalmente la democracia pasa por una crisis como resultado de la crisis de las instituciones al interior de los países, porque no es coincidencia lo que pasa en Estados Unidos, China, Italia, Francia, Reino Unido, México, por nombrar solo algunos. Pero también podemos decir que la crisis de valores, la polarización, el fortalecimiento de las ideologías radicales están dando un golpe devastador a la democracia. 

La democracia como expresión de la organización del poder político, atraviesa hoy por una reconfiguración, una redefinición que podría considerarse “posdemocracia” y una necesidad de redefinir la democracia para crear una “nueva democracia”. Para esto se requiere buscar nuevas formas de conducir los procesos de gobierno, de toma de decisiones y de cambio de modalidades de ejercicio de poder. 

El estado actual de la democracia en diferentes países del mundo exhibe la debilidad de los mecanismos tradicionales de ejercicio de poder para garantizar el equilibrio de las estructuras de poder, por esta razón ha aumentado la ingobernabilidad, el poder oculto, el autoritarismo y la radicalización institucionalizada.

El surgimiento de liderazgos neopopulistas en el mundo no es resultado del fortalecimiento ideológico o partidista, es resultado de la incapacidad de las instituciones para resolver los problemas de las estructuras sociales. Es decir, la crisis inicia en las instituciones y debilita el ejercicio democrático, por eso es de vital importancia para la definición de una nueva democracia, comprender que la crisis es una invitación a revisar los diferentes sectores de la sociedad que abrazan a los gobiernos totalitarios como respuesta a la incapacidad de las instituciones para atender la problemática social.

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

En ese sentido, el agotamiento de la democracia es innegable cuando la sociedad toma distancia de los mecanismos de participación pues percibe que las instituciones hacen a un lado los intereses de los grupos sociales para favorecer los de la clase política, que paradójicamente hace uso de todos los mecanismos posibles para lograr la participación cívica incluso manipulando las leyes, extralimitando sus funciones o tratando de desaparecer las instituciones. 

Las sociedades del siglo XXI necesitan tomar acción en favor de la cultura democrática, de una nueva legitimidad, la equidad y la autonomía de las instituciones que hoy, cooptadas por los gobiernos populistas hablan de humanismo y de valores, pero representan como la antítesis del verdadero desarrollo humano.

Suscríbete a Forbes México

Contacto:

Correo: [email protected]

Twitter: @ArleneRU

LinkedIn: Arlene Ramírez-Uresti

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Lo que todo empresario familiar puede aprender sobre Bimbo
Por

Bimbo ha hecho de la gestión el pilar de su éxito. Conocer su modelo de trabajo puede ser inspirador para todo líder de...