Casi la mitad de los empleos en México fueron puestos en riesgo por la pandemia, situación que motivó la creación de planes emergentes en condiciones laborales y que impactó salarios, horarios y hábitos. ¿Representan estos cambios un giro evolutivo en la cultura laboral?

El capital humano vive un cisma en el que las empresas cuentan con poco tiempo para reflexionar, pues su transformación representa, ya no un atributo diferenciador, sino un factor de permanencia.

Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo estima que el total de empleos en riesgo por la pandemia rebasó la cifra de 24 millones en el país, lo que representa el 44% del empleo total en México. Con cifras así de elevadas, la agilidad es indispensable. 

La nueva integración de roles y la creación de ambientes laborales emergentes no son, sino la incipiente cara de una nueva forma de trabajo pero como en cualquier implementación, algunas tendrán que ser experimentadas y otras, simplemente descartadas. 

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Trabajo a distancia, ¿cómo acercarse?

El confinamiento abrió las puertas a una flexibilidad laboral que se había mantenido reacia, probablemente debido a sesgos generacionales o incluso por falta de un periodo de prueba. Pero los hallazgos —a pesar de estar aún en fase de adaptación— han sido sorprendentes. 

Se han agilizado los procesos y la eficiencia: lejos de haberse visto comprometidos, se nutrieron. El primer gran insight al respecto es que la fuerza de trabajo está preparada para dar continuidad a las tareas laborales con una importante carga de flexibilidad y responsabilidad. Pero eso no es todo.

El manejo del tiempo es un factor primario. Una persona que ha sido constantemente entrenada para adoptar hábitos y nutrirlos con prácticas personales y sociales, tendrá una propensión más sensible a balancear los tiempos personales y profesionales.

El trabajo no dejará de existir. Los futurólogos más estridentes piensan que los gobiernos tendrían que estar preparando una importante tajada presupuestal para sostener a las personas que no logren adaptarse ni actualizar sus habilidades.

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El futuro del trabajo en el continente y el mundo es incierto, pero hay pistas y premisas para ir comprendiéndolo, pero el ejercicio será estéril si no se parte de una introspección de la situación actual para robustecer los cimientos, diagnosticar con precisión los rubros de atención y priorizar las necesidades.

Perspectivas en México

Los cambios previstos por los esfuerzos de transformación, sin embargo, se perfilan hacia un largo plazo, especialmente en países con economías emergentes o en desarrollo. 

La cantidad de puestos de trabajo formal mantiene una tendencia de crecimiento. En noviembre de 2021 se ubicó en 20.9 millones de empleos formales, el registro más alto en términos históricos, de acuerdo con el padrón de afiliados del IMSS.

Sin embargo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo puso sobre la mesa en 2019 los siguientes elementos a considerar en cualquier plan de Capital Humano:

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  • Los crecientes desequilibrios en el mercado laboral son graves en México. La polarización deriva en empleos de baja calificación.
  • La automatización demandará procesos detallados de preparación y capacitación, ya que el sector manufacturero representa 17% del empleo, por encima del promedio de la OCDE (14%).
  • En México hay formas de trabajo atípico. La tasa de trabajo por cuenta propia es del 26.8%, casi el doble del promedio de la OCDE (14.2%). Estos empleos cuentan con mínima protección y seguridad social, escasas oportunidades de capacitación y limitada representación colectiva. 
  • Una importante proporción del trabajo por cuenta propia es informal (78% en 2017), situación que obliga a desarrollar una estrategia de largo plazo en previsión laboral.
  • La proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan, “los Ninis”, fue de un 21% en 2017, más alta que la media de la OCDE (13.2%).
  • Para los jóvenes mexicanos (20-30 años) que salen del sistema educativo, la probabilidad de encontrarse desocupados ha crecido de 35% a 38% en la última década. Alza menor que la media de la OCDE (4 puntos porcentuales).
  • La proporción de empleados sindicalizados cayó, de un 28.5% en 1984 a un 12% en 2018, mientras que la proporción de empleados cubiertos por acuerdos colectivos bajó de 13.2% en 1994 a 12.5% en 2016.

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México tiene los elementos para sacar provecho de la experiencia de otros países de la OCDE que han extendido la legislación para proteger ciertas categorías, como los trabajadores por cuenta propia cuyos ingresos dependen de muy pocos clientes.

De esta manera, el futuro del trabajo en México tiene complejidades y oportunidades que perfilan el escenario como uno de particular interés.

Resulta imprescindible, entonces, la discusión en torno a las limitaciones de los modelos laborales actuales y vincularlas a las estrategias de innovación y atención de los paradigmas de mediano y largo plazo.

De no llevar a cabo este ejercicio, tendrá que hacerse de forma reactiva, intempestiva y muy probablemente improvisada.

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Contacto: 

Eduardo Navarrete es periodista, fotógrafo y experto en Content Marketing y User Experience

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