La tragedia es amarga, pero de ella también se aprende. ¿Qué hemos aprendido los consultores y los empresarios familiares con el embate de la pandemia?

Creo que hay al menos cuatro lecciones clave.

Hace unos días llegó a mis manos una fábula breve pero muy linda, que al parecer es de origen árabe. Se llama “El rey y la peste” y va más o menos así:

Un rey atravesaba el desierto con toda su comitiva cuando se encontró con una extraña figura encapuchada:

– ¡Detente, forastero! ¿A dónde crees que vas? –dijo el rey.

– Soy la peste. Voy a Bagdad, y me llevaré conmigo la vida de 5 mil personas.

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Incapaz de detener a un ser tan poderoso, el rey la dejó pasar. A los pocos días, sin embargo, se volvieron a encontrar: 

– ¡Mentirosa!  –exclamó el rey–. Dijiste que te llevarías a 5 mil personas, ¡pero han muerto cincuenta mil!

– No fue mentira –dijo ella–. Yo me llevé a 5 mil, pero fue el miedo quien mató al resto.

¿Cuál es el significado de la fábula? En mi opinión, que cuando sucede una calamidad, esta puede tener un efecto aún más devastador si nos dejamos dominar por nuestras emociones y reaccionamos de manera visceral, sin pensar.

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Actualmente hemos sido víctimas de una peste moderna, la Covid-19. Combatimos una crisis económica, una gran cantidad de desinformación, la ansiedad de vivir encerrados por meses y el dolor de los contagios y los fallecimientos. Al mismo tiempo, hemos aprendido valiosas lecciones que han modificado nuestra vida, nuestra profesión y nuestra sociedad para los años venideros. En cuanto a las empresas familiares, que es el tema que me atañe, he visto cambios importantes, cuatro de ellos que resaltan sobre los demás:

  • La familia empresaria se acercó más a la empresa: Cuando la crisis del Covid puso en peligro la vida de la empresa familiar, la familia empresaria se involucró más en la estrategia y la operación, apoyando considerablemente más a su consejo de administración, al director general y al equipo directivo. Los familiares con influencia y contactos se acercaron a otras organizaciones para crear sinergias que mantuvieran el barco a flote.
  • Hay un renovado interés por el gobierno corporativo: Cuando para muchas empresas el tema de institucionalización no era prioridad, ya sea porque la empresa iba bien o porque lo urgente le quitaba tiempo a lo importante, la pandemia vino a cambiar ese punto de vista. Ahora el tema de la sostenibilidad es prioridad, y hemos visto un resurgimiento en el interés de establecer estructuras de gobierno corporativo que hagan más fuerte a la empresa para enfrentar las crisis del futuro.

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  • Hubo un mayor interés por reparar relaciones familiares: Bien dice el dicho que las crisis unen más a las familias. Por supuesto que hay casos donde sucede lo opuesto, y la discordia se multiplica, pero la necesidad de trabajar codo a codo para salvar el negocio familiar forzó a muchas empresas a aprender a trabajar en equipo, y no solo eso, a establecer procesos formales que les ayuden a tomar decisiones de manera más rápida y armoniosa, como el protocolo familiar y consejo de familia. 
  • La vieja guardia le abrió la puerta a la digitalización: El trabajo remoto y el híbrido se volvieron una realidad, y lo más sorprendente: también apareció el formato de consultoría híbrida, algo impensable antes de la pandemia (nosotros los consultores tuvimos que hacer ese salto también). Las viejas generaciones vieron los beneficios y apoyaron la transición digital de su empresa, cosa que no les había preocupado demasiado antes de la Covid.

Aunque decir que toda crisis es una oportunidad es un cliché, eso no le quita que sea verdad. Quienes hemos tenido la fortuna de sobrevivir a estos dos años tan complicados debemos ahora pensar en el futuro: ¿en qué podemos colaborar para que nuestra sociedad se recupere lo más pronto posible? En el caso de las empresas familiares, creo que aplica lo que dice ese viejo adagio: el buen juez por su casa empieza.

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