La historia del siglo XXI, aunque joven, se ha mostrado convulsa. En los primeros veintiún años del siglo el panorama ha cambiado radicalmente y las historias globales de conflicto y trasformación han sido constantes.

Pareciera que conforme avanza el tiempo la pérdida de contrapesos reales se vuelve una constante. El creciente número de gobiernos neopopulistas y la constante influencia de las redes sociales en la opinión pública hacen más complejo el escenario de subsistencia para la verdadera democracia.

Pero tanto la gobernanza como los contrapesos pasan por momentos complejos para su existencia y consolidación en tanto que la gobernanza debe lograr desarrollo económico, social y de las instituciones, y en el mismo sentido, los contrapesos pueden asegurar la existencia misma de la democracia.

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La tendencia absolutista a eliminar los contrapesos se finca, en la mayoría de los casos, en hacerle creer a la población que la corrupción y la cultura del fraude han minado a tal grado la estructura institucional que se requiere la total tutela del gobierno (no del Estado). Al- Assad, Trump, Bolsonaro, Maduro, López Obrador y muchos más, han fincado sus proyectos políticos en el intento (casi siempre fallido) de perpetuación en el poder bajo el argumento de que se requiere una mesiánica intervención (suya por supuesto) para acabar con el “desorden” institucional que evita la generación de “verdaderas prácticas democráticas”.

La realidad, por supuesto, es muy diferente. La eliminación o la inhabilitación de un sistema de pesos y contrapesos lleva inevitablemente a la destrucción de la democracia, a la instauración de un gobierno totalitario fuera del marco de la ley y el orden constitucional.

Pasar por alto los propios mecanismos que tienen las estructuras de poder genera un gobierno autoritario, que no establece canales de comunicación con sus gobernados y que no permite la conformación de estructuras dialécticas de participación social.

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Cuando un gobierno ignora y elimina las voces de los contrapesos, le abre la puerta a la tiranía, ignorando que la democracia del siglo XXI ya no es sólo el ejercicio de elección/sufragio, ni la aparente validación de la elección popular. Todas las formas de participación ciudadana representan hoy, el valor de los contrapesos en un ambiente democrático progresista, que no teme al escrutinio ni a la falta de absoluto consenso.

La eliminación de organismos autónomos es un grave síntoma que marca el inicio del totalitarismo y de la pérdida de valores democráticos, de gobernanza, de gobernabilidad y de pesos y contrapesos.

La reciente crisis política en los Estados Unidos ha podido ser estabilizada gracias a que el sistema de pesos y contrapesos (Check and Balance System), salvaguarda la existencia y estructura del Estado y controla a los actores políticos para anular cualquier intento de supremacía; sin embargo, en otros escenarios como el mexicano, la desaparición de los contrapesos ha fortalecido a los actores políticos quienes arremeten además, contra la existencia misma del Estado.

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