Desde hace varios años se puso de manifiesto la necesidad de pasar de lo local a lo global, sobre todo en lo que respecta a la creación de un orden que favorezca el desarrollo de las relaciones internacionales.

Particularmente en temas de la agenda para el desarrollo, los países han encontrado en el entramado de organismos internacionales una serie de mecanismos para generar respuestas globales y en algunos casos transnacionales a preocupaciones compartidas y problemas de alto impacto.

A falta de un Estado o de un gobierno global y ante la necesidad de reestablecer la paz y el equilibrio mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, los países aliados crearon un entramado de organismos internacionales a través de tratados internacional que siguen vigentes el día de hoy, pero que ya no responden a las necesidades y desafíos que enfrenta la comunidad internacional en el siglo XXI.

A pesar de los intentos por generar una estrategia de gobernanza global que permita resolver conflictos, frenar el calentamiento global o evitar tragedias humanitarias, el constante cuestionamiento es la incapacidad de los organismos internacionales gubernamentales y no gubernamentales para llevar a los Estados a la aceptación de acuerdos vinculantes.

La realidad es que hay una serie de dilemas éticos que han limitado el pleno ejercicio de la gobernanza global.

Los actores que configuran los organismos de gobernanza global son Estados o individuos, sujetos a estrictas limitaciones éticas debido a que desempeñan dicho papel de actores en dos prácticas globales clave: la sociedad de Estados soberanos y la sociedad civil global. Los valores que les restringen son la libertad y la diversidad, que entran en conflicto pues de estos actores se espera que promuevan ambos valores desde su área de influencia.

Actualmente, existen 194 Estados soberanos que coexisten en el marco de la globalización, en un contexto con un sinfín de interacciones transnacionales que con el tiempo han conllevado la creación de diversas organizaciones e instituciones, desde empresas multinacionales, organizaciones científicas internacionales, movimientos sindicales, organismos deportivos internacionales, hasta los organismos financieros y los de la familia de Naciones Unidas.

En el marco de la creciente complejidad del mundo actual, ha surgido la necesidad de reglas de conducta transnacionales que guíen a los actores de la comunidad internacional. Es evidente que se requieren reglas transnacionales para la coordinación, la prevención de conflictos, la resolución de litigios, la contención de las amenazas globales, la coordinación para la atención de emergencias sanitarias y por supuesto para la procuración de la justicia y el desarrollo equitativo de las sociedades actuales.

Vivimos en un mundo tan integrado que lo que antes eran desafíos locales hoy son globales. Los problemas más importantes de la actualidad, como el cambio climático, el crecimiento sostenible, la pobreza o los flujos migratorios no entienden de nacionalidades ni fronteras, sino que han adquirido un carácter supranacional.

En ese sentido, esos desafíos no pueden abordarse desde ópticas locales. Hoy se requieren respuestas globales, acciones globales. El problema es que el entramado de instituciones multilaterales actuales no es adecuado para gestionar esos desafíos. Para afrontarlos con éxito se necesita un nuevo sistema de gobernanza global.

El desafío más grande de la gobernanza global reside en el hecho de que los políticos son responsables ante sus electores locales, mientras que la mayor parte de las amenazas trascienden las fronteras e, incluso, son globales, con lo que no siempre los líderes políticos toman las decisiones más adecuadas a largo plazo.

Para fortalecer la arquitectura mundial para la paz, la seguridad y las finanzas globales, es importante comenzar por ofrecer transiciones justas para el clima y la digitalización, así como garantizar más equidad en la toma de decisiones a nivel mundial.

En este contexto, es fundamental reconstruir la confianza en el multilateralismo (y en las instituciones en general), a través de una verdadera inclusión y del fortalecimiento de la cultura de rendición de cuentas.

Contacto:
Correo: [email protected]
Twitter: @ArleneRU
LinkedIn: Arlene Ramírez-Uresti

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

Sigue la información sobre los negocios y la actualidad en Forbes México

 

Siguientes artículos

Enero, el propósito y el bienestar
Por

En verdad, no se necesita que llegue otro año para fijarnos un nuevo propósito, metas y objetivos; pero la parte positiv...