Aunque el presidente López Obrador quiera minimizarla, la renuncia de Carlos Urzúa como Secretario de Hacienda y Crédito Público es un duro golpe a su gobierno. Llega, además, a unos días de haber celebrado el triunfo electoral en el zócalo.  Si bien esta se suma a una lista de renuncias (de distintos niveles) en el gabinete o en órganos reguladores, es preciso decir que no todas las renuncias son malas por sí mismas. No obstante, la de Urzúa es muy significativa por dos razones:
  • Porque es quien se había encargado de llevar el mensaje de serenidad a los mercados y actores financieros internacionales, pero su salida y su carta de renuncia generan dudas sobre la calidad de la política fiscal y económica del gobierno de AMLO.
  • Porque las razones que esgrime en su renuncia pegan en el corazón de la narrativa del presidente: conflictos de interés que equivalen a corrupción.
Para analizar más a fondo esta renuncia, es fundamental entender el contexto de la SHCP; una dependencia que ha tenido un papel relevante en la estabilidad macroeconómica del país, pero también en la mediocridad del crecimiento económico de los últimos sexenios, en que México fuera el país más afectado por la crisis financiera del 2008-2009, en el despilfarro de los excedentes petroleros, en el crecimiento desmedido del aparato burocrático, entre otras cosas. Se trata de una Secretaría que adquirió con el paso del tiempo una autonomía inusual que, en buena medida, imposibilitaba la transformación de las políticas públicas por el enquistamiento de un grupo de economistas y financieros (amigos entre sí) que acapararon las definiciones económicas del país con un pensamiento único. En este sentido, no es de sorprender que algunas de las luchas políticas más intensas se estén desarrollando precisamente en Hacienda o a raíz de Hacienda. Tal fue el caso de la otra renuncia importante en lo que va del gobierno: la de Germán Martínez (eso sin mencionar la fallida llegada de Gerardo Esquivel como subsecretario). Al mismo tiempo, es importante decir que probablemente la continuidad de Carlos Urzúa en SHCP ya era insostenible frente a la ineficacia del gasto público que, al mantener subejercicios presupuestales, impacta negativamente en el crecimiento de la economía; el flanco más débil en lo que va del sexenio. En una entrevista otorgada al diario La Jornada el pasado 1 de julio, el presidente López Obrador expresó que algunas molestias por la austeridad se derivaban de falta de criterio en la aplicación. Este tema es el que más dolores de cabeza ha generado en todas las áreas y niveles, sin que se hayan podido resolver, probablemente, por las tensiones al interior de la propia secretaría. No creo exagerar al decir que el éxito o fracaso de la #4T pasa por lo que suceda en Hacienda; no solo por lo obvio, sino porque transformar esa Secretaría de fondo exige personas con mucha capacidad técnica pero una visión renovada de la economía. Probablemente lo que estamos viendo es resultado de esa lucha entre los intereses por mantener una línea económica cercana a lo que habíamos visto hasta ahora (impulsadas por los empresarios cercanos al presidente) y otras corrientes de pensamiento que han llegado producto del cambio político. Parecería que la salida de Urzúa, contrario a lo que algunos piensan, es un triunfo para quienes quieren mantener una ruta más conservadora que garantice estabilidad macroeconómica pero no necesariamente el crecimiento redistributivo que prometió la llegada de López Obrador a la presidencia. De ser así, esta renuncia puede estar marcando uno de los mayores errores del sexenio; no porque vaya a implicar inestabilidad (Herrera es apreciado por el círculo financiero) sino porque el pragmatismo y la terquedad del presidente parecen estarle llevando a seguir sacrificando el crecimiento que México tanto necesita.   Contacto: Twitter: @fer_salazarm Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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