“Una sociedad no es un contrato legal entre iguales; es una alianza emocional entre dos personas comprometidas con el éxito del otro”. Warren Buffet

Hace unos días leí una entrevista que le hicieron a los fundadores de Cooltra, una empresa europea de alquiler de motos. Uno de los consejos más importantes que los fundadores compartieron tenía que ver con los socios: “Seleccionen socios que coincidan en los valores. Las empresas fracasan básicamente por dos cosas: porque los socios no se llevan bien y por la caja. Esto cubre el 90% de los casos”.

Ya sea un socio fundador (aquel con el que inicias la empresa y se reparte las responsabilidades del negocio contigo), un socio capitalista (el que generalmente no está involucrado en el día a día, pero que aporta dinero u otros recursos para el crecimiento de la organización), o un socio experto (que llega a la empresa y paga su derecho de piso con experiencia, conocimientos y habilidades en una industria específica), todo socio influye enormemente en el destino de la empresa. Es como un segundo matrimonio, y así como hay que conocer a la pareja antes de lanzarse a una vida juntos, así debemos reflexionar acerca de qué debo buscar en un buen socio antes de escoger uno.

¿Cómo es el socio ideal?

Primero que nada, honestidad. Simplemente no es negociable. Otra cuestión fundamental que se desprende de la honestidad es la comunicación: discusiones habrá, problemas habrá, pero para que una sociedad sobreviva a ellos depende de que los socios sepan discutir sin pelear, estar en desacuerdo sin enemistarse y enfrentarse a los problemas como un equipo y no como rivales. Suena obvio, pero no lo es. Así como hay matrimonios donde ambos cónyuges se tratan como competidores, así también sucede en las empresas familiares.

Complementariedad: Esta característica podemos verla en Steve Jobs, el gran mercadólogo, y Steve Wozniak, el genio computacional. Tu socio debe ser fuerte donde tú eres débil, y viceversa.

Equilibrio: La carga de trabajo, el nivel de responsabilidad y la paga deben repartirse de manera justa y equitativa. Si un socio hace demasiado y otro hace muy poco, eventualmente alguien saldrá enojado, sin mencionar que el negocio también se verá afectado por un socio demasiado cansado y otro que apenas se presenta a trabajar.

Menos ambición y más responsabilidad: Ambos socios deben coincidir en valores, por supuesto, pero también en el amor y la pasión que tienen por la empresa. Cuando un socio solo está por el dinero, es muy probable que no aguante las temporadas de vacas flacas y termine desesperándose. La ambición desmedida también es un problema si un socio ve a la empresa como su cajero automático o como su plataforma de estatus social, y no como un proyecto que sostiene la economía de cientos de familias.

Una ventaja competitiva: Puede ser que el socio llegue con recursos para invertir, con experiencia probada o con una reputación que le dé credibilidad a la empresa. O quizá domina una tecnología muy específica, o tiene contactos importantes. ¿Cuál es la mejor ventaja competitiva? Hay dos que son esenciales en toda empresa: uno de los socios debe ser muy bueno para conseguir dinero. Tal vez es un gran vendedor, o quizá es muy hábil para conseguir inversionistas, pero pase lo que pase se las ingenia para conseguir capital.

“Uno de los socios debe ser muy bueno para conseguir dinero. Tal vez es un gran vendedor, o quizá es muy hábil para conseguir inversionistas, pero pase lo que pase se las ingenia para encontrar más capital”.

Como podemos ver, escoger el socio ideal es similar a escoger la pareja ideal: ésta puede impulsarte o sabotearte, y lo que van a crear juntos es un proyecto a largo plazo, si no es que para toda la vida. Por eso, al momento de escoger un socio, hay que sentarse y discutir estas características, franca y directamente. Este esfuerzo, lo garantizo, aunque un poco incómodo al principio, dará frutos toda la vida. También es aplicable en las empresas familiares, aunque en estas no tenemos muchas veces la oportunidad de escoger a los socios, pero se deben tomar en cuanta parámetros similares y principalmente compartir una visión y los mismos valores y aceptar nuestras limitaciones para estar dirigiendo la empresa y en ocasiones limitar nuestra participación a ser solamente socios en la propiedad y aportar valor desde la asamblea de accionistas. Si todos avanzamos juntos, el éxito se cuida solo”. Henry Ford

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