Mucho de lo que percibimos en la realidad está dramáticamente determinado por los estereotipos que nos llevan a creer en conceptos ampliamente aceptados sobre una persona o sobre un grupo, sobre una teoría, una tradición o prácticamente sobre lo que sea y que suele ser una simplificación excesiva y que no siempre es precisa. Dicho con otras palabras, los estereotipos nos ayudan a ver ciertos aspectos e ignorar otros y lo que para una persona es claro para otras es totalmente opaco. Los estereotipos son filtros que le agregamos a nuestra visión y el problema es que cuando tenemos muchas capas para destilar la información podemos obnubilarnos y caer en una ceguera estereotipada que nos impida ver oportunidades, generar fortalezas o nos haga construir sobre nuestras debilidades y nos precipite sobre riesgos innecesarios. Los estereotipos separan, desgarran, desunen.

Sucede más a menudo de lo que creemos. De hecho, en la actualidad hay muchos liderazgos basados en estereotipos que se han constituido en muros sólidos que impiden la comunicación, entorpecen el trabajo en equipo y abonan al crecimiento del efecto silo que es uno de los problemas más graves que se enfrentan en la vida de negocios y corporativa de la actualidad. Una visión estereotipada es una visión pobre y la podemos detectar cuando no somos capaces de interpretar objetivamente la información y la queremos torcer para que cuadre con nuestros cánones. Pareciera que quienes ejercen estos liderazgos de desunión han tenido éxito, pero generan muchos problemas a largo plazo.

La ceguera que causan los estereotipos es muy peligrosa. Se da cuando elevamos el dedo juzgón para apuntar a realidades que tan vez no lo sean, con la certeza de ser poseedores de la verdad, cuando sabemos que tenemos que hacernos cargo de la incertidumbre y del riesgo que cualquier postura tiene. Al son de divide y vencerás, avanzan o eso creen. Se trata de una conducta que reduce la realidad a parámetros tan precarios que son débiles. Por ejemplo: las mujeres no entienden de números, los viejos no saben de tecnología, hay una generación de cristal que no aguanta nada, hay una generación de concreto que no comprende a nadie. Hay peores: el racismo, la misoginia, el abuso, entre otros.

Cuando se está en una posición de liderazgo, lo mejor es decir adiós a los estereotipos por los grandes riesgos que acarrean consigo y las nulas ventajas que tienen. De acuerdo con Norma Carr-Ruffino profesora de la Universidad Estatal de San Francisco hay tres ejes que nos pueden ayudar a despedirnos de los estereotipos:

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Poder y empoderamiento: El liderazgo del carisma por encima de la imposición con límites bien colocados para darle estructura a la organización. Permitir que la gente trabaje en libertad y con felicidad dando seguimiento para alcanzar los objetivos planteados.

Participación y equidad: Los líderes que entienden la importancia de comunicarse efectivamente, de compartir la información y de tratar a las personas con dignidad. Es muy distinto tratar a un empleado que la forma de interactuar con un colaborador.

Trabajo en equipo e involucramiento: El líder que invita a participar, que deja actuar y que ayuda en la co-creación de los resultados es aquel que en vez de competir con sus trabajadores, invita a sus colaboradores a cruzar la meta al mismo tiempo. 

Por supuesto, cuando alguien tiene un punto ciego que le dan los estereotipos no es que uno no quiera ver, es que no puede verlo. La forma de arrojar luz a ese espacio oscuro no es fácil, siempre nos aferramos a nuestras maneras de interpretar la realidad porque eso nos da seguridad.

 Nos damos cuenta de que el estereotipo nos daña cuando:

 En vez de acercarnos a la meta, nos la aleja. En este caso, el estereotipo es viejo, perdió vigencia porque dejó de ser efectivo.

 En vez de ayudarnos a crecer, nos empequeñece. Es la situación en la que se empieza a perder credibilidad, la gente ya no confía en nuestro juicio porque su aplicabilidad ya no está generando mejoras ni innovación.

 En vez de expandir nuestras fronteras nos limita. Es cuando las crisis se convierten en turbulencias y no tenemos respuestas, por lo que las soluciones fallan y los problemas crecen.

Al aferrarnos a nuestros estereotipos, empezamos a ver como nuestro entorno se marchita. Corremos el riesgo de que gente con una visión más amplia empiece a avanzar más rápido y que sus soluciones sean más aceptadas y tomadas en cuenta que las de nosotros. Asimismo, los problemas que son obvios para los demás, a nosotros no encontramos la forma de identificarlos y los pasos del equipo empiezan a ser más titubeantes y los planteamientos menos certeros.

¿Cómo podemos salir de la ceguera que nos causan los estereotipos? Poniendo atención. Parece obvio, pero en un mundo tan distraído y alejado del aquí y ahora, no lo es tanto. Se estamos atentos a las señales que nos están gritando que ese no es el camino, lo lograremos. Se trata de tres palabras que son poderosas y tienen efectos gloriosos: Escucha, pregunta y aprende.

Se trata de hacernos a la idea de ser aprendices, de tener una actitud de aprendizaje. Hanuman, el señor de los monos, es uno de los pocos dioses del hinduismo al que se adora en todas las castas y todas las sectas. Se le admira por su fuerza, su erudición, su sabiduría, su humildad. Simboliza la devoción a lo sagrado, la incorruptibilidad y la rectitud. Hanuman es el eterno aprendiz que da pasos largos para seguir a su maestro Surya, el sol.  Lo escucha, le pregunta y aprende.

Decir adiós a los estereotipos significa dar un paso adelante, tener ese espíritu emprendedor que nos lleva adelante; se trata de quitarnos las conchas que filtran nuestra realidad y la vuelven más pesada cuando debiera ser fácil y ligera. Se trata de poner atención a la complejidad para crear un mejor porvenir. Al final, sea que estemos contratados en un gran corporativo o tengamos nuestro propio negocio, para eso nos desempeñamos: para encontrar soluciones y no para plantear problemas o generar pretextos. Decir adiós a nuestros estereotipos nos lleva a tomar el timón de nuestras responsabilidades y tomar decisiones correctas.

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