Los inversionistas extranjeros emocionados por el arranque del nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), tienen que comprender los riesgos potenciales al iniciar algún nuevo proyecto en México en estos momentos.

Analistas políticos y asesores en inversiones consideran, abiertamente, que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un demagogo incompetente, interesado más en elaborar discursos y consolidar el poder político que en diseñar e implementar políticas públicas con un impacto significativo en los añejos problemas del país.

A lo largo de 2019, su primer año como presidente, López Obrador dio prioridad a sus actuaciones en el teatro político y prometió a su público que construiría sus multimillonarios proyectos personales. AMLO se promueve a sí mismo como un líder transformador, pero hasta el momento, sus iniciativas prioritarias más relevantes son la construcción de una nueva refinería en su estado natal, así como un polémico tren a diésel que llevaría turistas a través de algunos de los ecosistemas más prístinos y frágiles del país.

Y ¿mejorar la seguridad? ¿Poner orden en los monopolios? ¿Impulsar una reforma fiscal progresiva? ¿Trabajar para revertir la evolución de la enorme economía informal? Todas estas son tareas difíciles pero esenciales que López Obrador ha eludido. En lugar de liderar a México, él simplemente sigue en campaña.

Con su costumbre de hacer comentarios antagónicos y satanizar a sus rivales políticos y a sus críticos en los medios, López Obrador más bien se presenta como un hombre sin un plan; un charlatán titubeante que destaca al identificar los peores problemas de México, pero que ha fracasado por completo en ensamblar a un equipo de asesores capaces de diseñar e implementar reformas significativas.

A pesar de que muchos de sus aliados más cercanos y fervientes apologistas han sido sorprendidos en escándalos de corrupción, AMLO reitera que la actividad criminal es un problema moral que se puede abordar con la promoción de rectitud personal más que con el intento de elaborar complicadas reformas institucionales.

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El presidente insiste en criticar a sus predecesores por sus fracasos en contener el crimen a pesar de que en su primer año en el poder se impuso un récord de personas asesinadas con 35,558. Y mientras el crimen continúa rampante en 2020, él afirma ciegamente que sus programas de creación de empleos llevarán a los pistoleros de los cárteles a renunciar a sus horribles hábitos y se pondrán a buscar trabajos honestos.

AMLO no ha podido lidiar con el potencial impacto del aumento en el desempleo en momentos en que las empresas por todo el país tienen una sangría de empleos y se acumulan las pérdidas de plazas laborales. Simplemente en junio México pudo haber perdido más de 130,000 empleos. La economía podría contraerse en más de 10% para fines de año. Los retos que México enfrenta en 2020 desnudan a AMLO de cualquier apariencia de competencia. Él continua sus giras para promover el proyecto de su tren, se niega a usar cubrebocas, y promete al público que el virus se ha controlado y que la economía pronto rebotará.

México está en problemas porque López Obrador no tiene un plan viable para enfrentar una triple crisis con el agravamiento de los problemas de seguridad, una pandemia fuera de control, y un colapso económico ya en ciernes. Y mientras algunos comentaristas desinformados en la televisión de EU lo etiquetan de “socialista”, López Obrador recibe embestidas legítimas por parte de progresistas en México por su enfoque neoliberal en la manera en que hace frente al coronavirus y la actual recesión.

El presidente elogia a los ciudadanos mexicanos por su responsabilidad como individuos, pero no considera canalizar dinero de su refinería y su tren para ofrecer soluciones con fondos públicos—por medio de entrega de recursos en efectivo o despensas de comida—para ayudar a que las familias urbanas de bajos ingresos se queden en casa y con ello evitar esparcir el coronavirus. Mientras López Obrador abraza la austeridad en esta crisis, las familias mexicanas se tienen que rascar con sus propias uñas.

Bajo el liderazgo de López Obrador, México enfrenta un año de enormes retos. Con su obstinación absoluta y su ineptitud está fracasando en la respuesta a la emergencia y decenas de miles de mexicanos pagan con sus vidas. Hacia el fin del sexenio de López Obrador, en 2024, es probable que unos 100,000 mexicanos hayan perdido sus vidas debido al coronavirus y otros 150,000 habrán muerto por causa de la violencia criminal.

En las semanas anteriores he estado compartiendo artículos sobre los enormes retos que México tiene a la hora de enfrentar crisis simultáneas en áreas como la salud pública, una brutal recesión histórica, y niveles récord de crímenes violentos.

El 30 de junio compartí una historia de Eric Martin (de Bloomberg), en donde explica que, al medir el impacto de la crisis del coronavirus, “México figura entre los países más golpeados por la pandemia debido a la caída del comercio con EU y el crash de los precios del petróleo, en tanto que más de 12 millones de personas perdieron o fueron suspendidos de sus trabajos en abril. Los datos reflejan la noción d que la economía de México bajará 10% o más este año”.

Ese día también compartí un artículo del Washington Post en el que Kevin Sieff describe un ataque reciente en que sicarios de un cartel utilizaron armas de calibre 50 en un intento de asesinato del jefe de la policía de Ciudad de México durante un atentado al estilo de una película de acción en uno de los barrios más ricos de la capital. De acuerdo con Sieff, “La violencia sigue al alza en todo México a pesar de la pandemia del coronavirus. Sin embargo, como los distritos más ricos en Ciudad de México se habían librado de ello, el ataque del viernes fue particularmente aterrador para los residentes. Las fotos de la Suburban de (Óscar) García Harfuch muestran un vehículo cosido a balazos”.

El 25 de junio compartí esta nota de Reuters en la que Anthony Esposito explica que México podría registrar más de 100,000 muertes confirmadas por Covid-19 hacia octubre. “Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala y Perú pronostican, cada uno, 10,000 víctimas fatales, en tanto que 15 naciones, como Paraguay, Uruguay y Belice no tendrían más de 1,000 cada una. En el peor escenario, la suma de muertos por Covid-19 en México podría ser de 151,433”, reportó Esposito.

Ese mismo día puse un tuit con un artículo de Jude Webber en el Financial Times. Ella explica que “López Obrador insiste en que el mayor activo de México es la honestidad de su gente”, pero en estudios independientes se demuestra que la corrupción ha empeorado en los 18 meses desde que tomó posesión”. Se acumula así la evidencia de que los sermones moralizantes de AMLO no ayudan en forma relevante a reducir la violencia criminal o la corrupción.

El 10 de junio compartí un artículo de Azam Ahmed en el New York Times en el que explica: “los principales líderes empresariales se sentaron con el presidente para rogarle que hiciera más para salvar la economía (y advertirle que) pues decenas de miles de personas están perdiendo sus empleos y que a pequeñas y medianas empresas se les acaba el dinero. Argumentaron que el gobierno tiene que intervenir. Los datos eran irrebatibles”.

López Obrador simplemente se encogió de hombros.

“Yo tengo otros datos”, dijo. “Ustedes hagan lo que crean necesario y yo haré lo que yo crea necesario”.

El autor es un analista político especialista en temas de América Latina. Su libro Searching for Modern Mexico se publicó en 2019. Además de Forbes, ha colaborado con artículos y editoriales sobre negocios, crimen organizado y política en The Atlantic, Foreign Affairs, Americas Quartertly, Fortune, entre otras.

Contacto: @NathanielParish

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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