Así es como ocurren las extorsiones a empresarios en Centroamérica
Desde vigilancia móvil en línea hasta convoyes terrestres y marítimos para monitorear el transporte de carga. Las formas de blindarse contra la violencia en el Istmo sacan a la luz el lado más brillante de las empresas para mantenerse a flote.
Por Juan Manuel Fernández C.
“Una vez a la semana envían un celular desechable. Me llaman y me dicen si la entrega del dinero es ‘mano a mano’ o vía depósito bancario. Por lo general, envían mujeres, dan una palabra clave y se les entrega el dinero y el celular. En 20 días llegará otro teléfono para las nuevas instrucciones. Debemos cancelar puntualmente 25,000 quetzales a la semana, unos 3,272 dólares, o habrá consecuencias.”
Quien hace este relato es dueño de una de las compañías de autobuses del transporte público en Ciudad de Guatemala. Por motivos de seguridad, solicitó no ser identificado, aunque aseguró que 95% de las empresas de transporte de pasajeros en el país paga extorsión al menos a tres grupos distintos de criminales.
Su empresa da servicio a uno de los municipios más poblados de la capital y lleva nueve años de ‘pagar’ puntualmente la extorsión, que ya es un costo fijo en las operaciones. “Si nos resistimos, pagamos con sangre. Tenemos pilotos, ayudantes, inspectores fallecidos y dos socios acribillados frente a su casa. Eso nos puso de rodillas”, confiesa el empresario.
Aunque se ha denunciado en múltiples ocasiones, se procede con la captura de los extorsionistas, se intervienen las cuentas, pero la estructura criminal sustituye a los operarios caídos y rápido se levanta. La situación es similar en Honduras y El Salvador.
Quizás el transporte de carga por Centroamérica y el transporte de pasajeros representan el punto neurálgico de los retos que tienen las empresas de la región en la seguridad de sus activos y de su operación en general.
“Es un problema bien serio porque en el transporte de carga sufrimos atracos, se roban los camiones 53 para extraer la mercancía, aparecen los vehículos vacíos con daños o simplemente no aparecen del todo. Hay casos en que agreden al conductor o lo matan”, ilustra Héctor Fajardo, quien es presidente de la Federación Centroamericana de Transporte (Fecatrans).
Enemigo al acecho
Pero el negocio del transporte no es el único golpeado por la inseguridad en Centroamérica.
El 4 de marzo pasado, representantes de Industrias La Constancia (ILC), en El Salvador, suspendieron temporalmente las operaciones de Agua Cristal, argumentando una “escalada de inseguridad” en las localidades donde deben distribuir su producto.
Según el Banco Central de Reserva (BCR) de ese mismo país, las actividades económicas que estima tienen mayores costos por la inseguridad apuntan diversos sectores, que incluye las actividades financieras, seguido por el comercio y por la industria manufacturera y maquila.
Así, los costos preventivos de seguridad privada ascienden a los 157 mdd al año en ese país, distribuidos en servicios (87 mdd), comercio (38.9 mdd), industria (27.3 mdd) y el sector agropecuario (3.6 mdd); todas cifras del BCR de 2016.
Silvia Cuéllar, directora ejecutiva de Coexport El Salvador, confirmó a Forbes que “el tema de la inseguridad es un desafío diario para las exportaciones y más importante para los que generan sus propios insumos primarios. Por ejemplo, en los sectores agroindustriales que producen cultivos y posteriormente los manufacturan para generar productos alimenticios procesados, deben invertir en seguridad en todas las áreas del proceso. Entonces afecta toda la cadena de distribución y, por ende, se encarece el costo, restando competitividad”.
La inseguridad también laceró la cooperación holandesa en Honduras. El 16 de marzo de este año, el banco de cooperación internacional de ese país (FMO) oficializó su cese de operaciones, responsabilizando a la violencia.
Justamente, Luis Larach, presidente de la Junta Directiva del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) detalla que “en lo que respecta a las empresas pequeñas y medianas, el delito de extorsión es sin duda la mayor amenaza; éste va en ascenso y amenaza la integridad estructural de la inversión privada, pues hay un efecto en cadena. Por ejemplo, hay proyectos habitacionales en zonas de riesgo que están teniendo que absorber la devolución de las viviendas por abandono de los compradores”.
“Las incidencias que más vemos son comúnmente por el lado de las extorsiones a los propietarios y a los empleados incluso. El cobro de renta y los delitos a la propiedad privada son bastante comunes”, insiste Cuéllar.
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Riesgos latentes
A algunas corporaciones les ha tocado suspender operación, reforzar y regresar. Le pasó a la empresa hondureña Transportes Cristina, que cubre rutas entre Tegucigalpa y las regiones de El Progreso, Tela, La Ceiba y Olanchito. En abril pasado directivos de la firma anunciaron el cierre temporal de operaciones, no sólo por la extorsión de pandillas juveniles durante dos décadas, sino por el asesinato a tiros de uno de sus pilotos en una gasolinera en La Ceiba.
En mayo pasado la empresa reabrió sus operaciones, según indicó en comunicado, bajo “estrictas medidas de seguridad y con una nueva administración extranjera”.
¿Cuál es el precio de la tranquilidad para operar en Centroamérica? Los cálculos de lo que las empresas destinan para ‘blindarse’ lo más posible en una de las zonas más violentas del mundo varían y dependen del país, la industria y la dimensión del problema.
Para Larach, líder de los empresarios hondureños, “está en función de las ventas (la inversión en seguridad privada), se aproxima entre 1 y 3% de las ventas brutas. Si lo ponemos en proporción al ya existente impuesto del 1.5% sobre el volumen de ventas, podemos decir que estamos pagando igual proporción en seguridad empresarial”.
En términos de presupuesto operativo, Cuéllar aporta que en El Salvador para las empresas exportadoras el promedio oscila entre 15 y 40% del presupuesto.
Y es que en abril pasado, el BCR calculó que el costo estimado de la violencia en la economía de ese país ascendía a 4,000 mdd; 16% del pib de 2014.
Entonces, la seguridad se consolida como una erogación importante para la empresa. Luis González Nogales, presidente ejecutivo del Instituto Centroamericano de Seguridad Privada (Incaspri) desde Nicaragua, responde que “el servicio de vigilancia física de 24 horas los siete días a la semana se considera, por lo general, alto y puede oscilar entre 1,200 y 3,000 dólares, dependiendo del país.
“Pensemos, por ejemplo, en una empresa de 20 trabajadores que contrata dos servicios de 24 horas los siete días de la semana. En la práctica, “sería el equivalente a un aumento de ocho trabajadores adicionales o 40% de su plantilla”, calcula.
Ahora, ¿en qué servicios se va toda esta inversión?
Según González, de la información que manejan las empresas proveedoras de seguridad privada en toda Centroamérica, el tipo de servicio demandado va en función del tamaño de la operación.
Por ejemplo, al dueño de una pyme le roba el sueño el evitar robos y asaltos, vigilar las pérdidas internas de producto y que el costo de los sistemas y equipos de seguridad sea bajo. Para ese fin, son comunes las compras de sistemas de videovigilancia y alarmas sencillas.
Las empresas medianas van un paso más allá y se ocupan de buscar seguros específicos. Mientras que las empresas de mayor operación buscan la integración de los diferentes sistemas de seguridad donde se dé cobertura a todo el proceso.
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Estrategias
“El reto diario es tratar de llevar las mercancías al destino donde fue contratado el servicio, para lo cual se tiene que incurrir en seguridad privada, a veces con un policía privado con arma, otras contratando patrullas que van custodiando los equipos, además de la cabina del camión”, describe Fajardo.
“Lo único que hay a nuestro alcance es instalar cámaras en las unidades o pagar seguridad cuando se trata de rutas largas. También colocar detectores de metales para evitar que suban personas armadas, pero en las líneas interurbanas es imposible hacer esto”, señala Otoniel Dighero, vicepresidente de la Gremial de Transporte Extraurbano de Pasajeros (Gretexpa) de Guatemala.
Fajardo agrega que ante la falta de presencia de oficiales en vía pública, una de las medidas implementadas ha sido no transitar en horarios de riesgo, cuando no hay luz del día o acompañar la mercancía con convoyes cuando es terrestre o buques mercantes que monitorean la carga desde los puertos hasta las ciudades.
“Desde que implementamos nuestras propias medidas se redujeron los robos. Teníamos siete atracos diarios, ahora andamos alrededor de tres al día”, indica el empresario.
Otras empresas consultadas mantienen sistemas de monitoreo como transmisiones en línea con amplios anchos de banda, apertura de puertas, videovigilancia, detección de movimiento o intrusión, todas operaciones coordinadas desde cualquier dispositivo conectado a la red.
Pero para González, el tema es más profundo que contratar un guardia, un convoy o colocar más cámaras de vigilancia. “Es increíble la cantidad de servicios de seguridad física que son contratados bajo la premisa de que se están cubriendo todos los aspectos de seguridad”, ironiza.
“La principal acción que todas las empresas deben realizar en el corto plazo es la elaboración de sus análisis de riesgos y planes de seguridad.” El exmilitar enfatiza que los análisis de riesgos incluyen no sólo las amenazas externas (asaltos, robos, etcétera), sino las internas como el robohormiga, los fraudes y el hurto interno, entre otros.
Un cambio de enfoque
Larach propone “aplicar procedimientos expeditos de judicialización, como el manual expedito de flagrancia. Es preciso accionar los aparatos judiciales hacia la resolución de los delitos del crimen organizado y diseñar una política integral que incluya, por ejemplo, la construcción de más centros penales y la reinserción de los reos a una vida productiva”.
Su posición es que actuar únicamente por la vía coercitiva es inútil si no se emprenden acciones sociales para insertar a los delincuentes y jóvenes en riesgo al aparato productivo.
Para Cuéllar, “hay que pasar del enfoque sólo policial del problema a uno más amplio que responda a su complejidad, modernizando, capacitando y recuperando a la policía como institución prioritaria para la lucha contra el crimen y la delincuencia”, analiza.
Adolfo Reyes, exministro de Gobernación de Guatemala (ocupó ese cargo de 2002 a 2003) y doctorado en ciencias criminológicas, manifiesta que la falta de cumplimiento de normas jurídicas que marcan los requisitos para establecer una empresa de seguridad es parte del problema, lo cual provoca que haya operarios poco o nada capacitados para ejercer su función.
Aunque la seguridad pública es un tema que atañe al Estado, los empresarios aseguran que no van a cruzarse de brazos y ver cómo su utilidad se consume por las amenazas del crimen organizado. De allí que implementan sus propias medidas.
“En cuatro años van a existir más empresas de seguridad, ya que los centroamericanos no confían en las policías de sus países de origen, y mucho menos en sus políticas criminales de prevención”, proyecta Reyes.